Jul - 25 - 2019

Por Víctor Artavia

Un gobierno provocador, un presidente matón. Eso quedó claro hoy, luego de  que el presidente Carlos Alvarado terminara a gritos su discurso en Guanacaste en el marco de los actos del 25 de julio.

Ante los abucheos de un sector de manifestantes contrarios a su gestión, Alvarado se mostró iracundo y gritó de forma amenazante “Me siento orgulloso de un pueblo que es silencioso, permanece ahí, pero no tiene miedo de avanzar cuando hay que avanzar. y a los que nos detienen, no nos vamos a dejar que nos detengan. ¡Qué viva la anexión, que viva Guanacaste, y que viva Costa Rica!»

¿Cómo se explica que un presidente pierda los estribos tan fácilmente ante protestas populares?

Sin duda alguna, este comportamiento da cuentas del carácter prepotente y volátil de la personalidad de Alvarado, incapaz de tolerar algún cuestionamiento hacia sus acciones. Recordemos que este personaje se desarrolló en un selecto «universo» social y cultural: estudió en uno de los mejores colegios privados del país (Saint Francis) y realizó estudios de posgrado en Inglaterra; además habla con fluidez inglés y francés. Toda su vida creció en un ambiente de privilegio y, como tal, no asimila que los «comunes» incultos le reclamen algo a él, un presidente «ilustrado».

Por eso enalteció a la «mayoría silenciosa» como ejemplo social, pues a su modo de ver las cosas, esa es la labor que deben cumplir las grandes mayorías (es decir los de abajo): acatar las decisiones del gobierno para el «desarrollo» del país. En cierto sentido, es una adaptación del eslogan liberal del siglo XIX de «Orden y progreso».

Además de su rasgos personales, este gesto del presidente es sintomático del tipo de gobierno que representa: un gabinete de los arriba cuya tarea es imponer un brutal ajuste fiscal contra la clase trabajadora y los sectores populares. Por eso una marca de su gestión es la provocación y la imposición, cerrando el diálogo con los movimientos sociales e imponiendo su agenda neoliberal a golpe de tambor.

Esto explica que el presidente no se reuniera con los pescadores de Puntarenas el pasado 25 de junio. También que, ante cuestionamientos sobre la firma de la norma técnica de aborto impune el año anterior, enfatizara que él era quien decidía cuando se firmaba la norma, a pesar de que es un derecho democrático que el país irrespeta a las mujeres. 

Este exabrupto del presidente en su discurso en Guanacaste no es un hecho aislado, por el contrario, es sintomático del perfil de clase y las tareas que asumió su gabinete: librar una guerra social contra los de abajo en beneficio de los de arriba.

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