(Nota de SoB) La revista Contretemps, fundada por Daniel Bensaïd, publicó este texto de Panagiotis Sotiris, dirigente de Antarsya (Coalición de la Izquierda Anticapitalista), que había sido presentado el 2 de marzo en la conferencia “La izquierda frente a la crisis capitalista y la Unión Europea”, organizada por Antarsya en París. El debate y el texto tuvieron repercusión, porque meten el dedo en la llaga de una cuestiónprogramática fundamental para la izquierda: si la Unión Europea tiene aspectos “progresivos” y podría ser “reformable”, o si es un engendro imperialista con el que hay que combatir y romper. Esta cuestión programática se expresa políticamente de diferentes maneras en países como Alemania o Francia, o en países como Grecia, sometidos a su hegemonía imperialista. Allí la ruptura con el euro y la UE aparece como la gran cuestión inmediata. Publicamos aquí una versión abreviada del artículo. El texto completo puede leerse en www.socialismo-o-barbarie.org
Creo que, hoy en día, ya no podemos tener ninguna ilusión en el ideal transmitido por la Unión Europea y el proceso de integración europea. Los acontecimientos políticos y sociales de la UE, especialmente en el Sur, después de la erupción de los años de la crisis capitalista mundial en los años 2007-2008, justifican aún más la crítica y el rechazo político al «proyecto europeo”. Basta con considerar seis aspectos clave:
a) Las medidas de austeridad y la «reforma estructural» impuestas a Grecia, constituyen la experimentación por excelencia de la «ingeniería social» neoliberal, que sobrepasa incluso los «programas de ajuste estructural del FMI» infames en términos de magnitud y violencia social. No debemos olvidar que la sociedad griega ha sufrido una reducción de más del 25% su PIB; una regresión social que sólo puede ser comparada con un tiempo de guerra; una tasa de desempleo oficial del 28% y una tasa de desempleo juvenil superior al 60%; una caída media de los ingresos de los trabajadores del 25%, superior para algunos segmentos de asalariados, como los empleados del sector público, que son los más afectados; los signos de una crisis de salud pública y humanitaria provocada por el desmantelamiento del sistema de salud pública; el acometimiento del saqueo de empresas públicas, recursos naturales y medio ambiente en nombre de la privatización y el «atractivo de inversión.» Es una expresión de la violencia inherente al actual proyecto de un «gobierno económico europeo»
b) Al mismo tiempo, las medidas de austeridad vienen acompañadas por una profunda erosión de la soberanía popular. La Grecia contemporánea es un país con una soberanía limitada, en donde los representantes de la “troika” (UE, FMI, BCE), como oficiales de vigilancia, supervisión y estricta disciplina, imponen sus deseos al gobierno griego. Se puede trasladar esta tendencia también a nivel europeo. La Unión Europea ha entrado en un período de profunda mutación hacia un híbrido institucional antidemocrático y autoritario. Siguiendo la lógica del «constitucionalismo» sin democracia y sin soberanía popular, este híbrido, que representa el «acervo comunitario» contemporáneo, se posiciona, naturalmente, a favor de los intereses de los empresarios y representantes del capital internacional, al promover la cancelación de los derechos sociales, la creación de nuevos espacios antagónicos y de negociación para las fuerzas burguesas y el surgimiento de nuevos obstáculos para los trabajadores y las fuerzas populares. Y esta mutación antidemocrática y autoritaria se institucionaliza a través de la «gobernanza económica europea», la propuesta de proyecto de una unión bancaria y la abolición de todos los sistemas nacionales de control de la banca y las finanzas.
c) Hemos visto como la imposición de una nueva arquitectura europea puede conducir a la profundización de una división extrema entre Norte y Sur. Por ello, la economía griega obedece a un nuevo modelo de crecimiento, adaptado a las opciones estratégicas del capital europeo -un modelo que devalúa lo existente en favor de menores costes laborales, inversión en el turismo, energía solar, etc.
d) Todas las opiniones sobre el euro y la arquitectura monetaria de la zona euro están justificadas. El euro no implica ni prosperidad ni estabilidad. El euro es, precisamente, el rostro del proyecto imperialista de la integración europea. Por una parte, crea las condiciones para una «jaula de acero», por usar las palabras de Max Weber, de la modernización capitalista, al renunciar los países de la zona del euro a su soberanía monetaria en provecho de una presión constante de la competencia beneficiando las reformas capitalistas. Aquí encontramos el motivo por el que las burguesías de los países menos competitivos aceptan esta pérdida de soberanía monetaria. Por otro lado, se crea un campo de hegemonía imperialista porque el euro favorece la productividad y competitividad del país. El euro no sólo ofrece a las burguesías hegemónicas la ventaja de ampliar el espacio económico de sus inversiones, sino también de disfrutar de la caída de las barreras proteccionistas y monetarias. Podemos atrevernos a decir que es precisamente el euro lo que ha facilitado el surgimiento de una Europa alemana. Por lo tanto, podemos afirmar que los desequilibrios en la arquitectura del euro son estructurales e inherentes al proyecto. Durante los períodos de crecimiento y estabilidad relativa, estos desequilibrios entre los países de la UE podían ser tolerados. Las élites dirigentes de la periferia europea podían aprovecharse de un crédito a menor coste o del acceso a las importaciones para obtener el consentimiento de parte de las clases subalternas a las políticas neoliberales. Esta fórmula funcionaría durante los períodos relativamente tranquilos, provocando una impresión de mayor estabilidad que con una moneda nacional. Pero en realidad, se acumulan las condiciones de una crisis. Porque la crisis griega –o la crisis de otros países europeos, y especialmente de los países del Sur- no es una simple manifestación de la crisis global o el producto de peculiaridades nacionales (invocado en nombre de los estereotipos racistas sobre el griego o el español perezoso). Todas estas crisis son también la manifestación de las contradicciones, de la inestabilidad inmanente y de los desequilibrios del euro.
Al mismo tiempo, tenemos todas las evidencias, todas las pruebas, que nos lleva a creer que el euro, en tiempos de crisis económica, actúa como un mecanismo que exacerba las tendencias de crisis -y especialmente la crisis de la deuda- y refuerza las tendencias desestabilizadoras no sólo en la economía nacional, sino también a nivel mundial.
e) A pesar de los esfuerzos de los líderes europeos para presentar a la Unión Europea como garante de los derechos y libertades, en realidad, la Europa fortaleza es sólo un elemento de racismo institucionalizado. La política oficial de «desaliento» de la inmigración es una política criminal que condujo a las tragedias de Lampedusa, de Farmakonisi, etc.
f) La política exterior de la Unión Europea constituye también el aspecto abiertamente imperialista del «proyecto europeo». Desde la constancia de la agresión contra Yugoslavia hasta los planes de intervención militar en África central, el papel imperialista resulta muy evidente. Hoy desempeña la misma agresión imperialista en la situación de Ucrania en la que la Unión Europea apoya abiertamente a las fuerzas reaccionarias y fascistas.
Al mismo tiempo, debemos rechazar el discurso dominante de que Grecia se ha beneficiado de su participación en la UE debido a la transferencia de fondos de la UE para obras públicas, infraestructuras o modernización de las instituciones. De hecho, el saldo es negativo teniendo en cuenta las privatizaciones obligatorias de las telecomunicaciones, el transporte aéreo y la energía, al igual que los déficits comerciales, o las dificultades del sector agrícola bajo la presión de la PAC, y la aplicación de las reformas universitarias neoliberales inspiradas en el espíritu de la «Declaración de Bolonia».
Si esta descripción de las políticas europeas es real, ¿cuál es la conclusión política que se puede desprender? ¿Es posible aspirar a una salida del círculo vicioso de la austeridad, la recesión y el desempleo, de todas las restricciones institucionales que se imponen a la sociedad griega, sin una confrontación directa con la Unión Europea? Desde nuestro punto de vista, un programa urgente para superar la crisis social tiene que incluir:
a) Rechazo de todo “Memorandum” de austeridad dictado por la Troika (UE – FMI – BCE), y derogación de todas las leyes y otras medidas legislativas incluidas en este memorando.
b) Salida de la zona euro y vuelta a la moneda nacional, como condición necesaria para la recuperación del control social y democrático de la política económica con el fin de aumentar el gasto público y proteger a la sociedad griega de la violencia sistémica del capital internacionalizado.
c) Suspensión inmediata del pago de la deuda y cancelación de la deuda griega para poner fin a la hemorragia económica y superar la supervisión económica y fiscal de la «Troika». En nuestra opinión, no es una cuestión jurídica, sino política, de lucha de clases. La cancelación de la deuda es una ruptura necesaria con los mecanismos y estrategias imperialistas.
d) Un proyecto de desobediencia consciente de todas las restricciones institucionales incluidas en tratados, reglamentos y directivas de la Unión Europea, rechazando las reglas fiscales y las medidas de ajuste fiscal que introduce el Pacto Fiscal Europeo.
e) Nacionalización inmediata de la banca y otros sectores estratégicos y su inclusión en el control democrático y social de los trabajadores.
f) Sólo sobre esta base, no sólo podemos implementar un programa de reconstrucción social, sino también de transformación social: aumento del gasto público para combatir el desempleo, redistribución de la renta en favor de los trabajadores, reconstrucción de la capacidad productiva social.
Por lo tanto, estas posiciones revelan, a nuestro juicio, la importancia de tener una posición en contra de la Unión Europea, así como la necesidad de luchar por la salida de Grecia de la UE. Para nosotros resulta muy claro que sería imposible trazar «otra vía» favorable para la sociedad griega en la estructura monetaria, económica e institucional de la UE.
En nuestra opinión, esta ruptura con el euro y la UE es una demanda democrática: una consigna para recuperar una forma de soberanía popular. Es un poderoso reclamo para la «auto-determinación social y política» de una alianza de trabajadores y fuerzas populares en un país concreto, a través de una redefinición del concepto de pueblo visto como una alianza de todas las clases subalternas (una alianza que puede ser una parte importante de nuestra lucha contra el racismo, imponiendo la unidad popular a la «unidad nacional»).
Al mismo tiempo, esta estrategia también nos lleva a una profunda reflexión colectiva sobre un nuevo proyecto socialista, un «paradigma» alternativo social, que rompa con la lógica del mercado, basado en las nuevas formas de trabajo y el control social. También implica la experimentación con formas de autogestión y redes de distribución no comerciales y con prácticas de planificación democráticas basadas en la experiencia y el ingenio colectivo de todas las personas participantes en las luchas y las redes de solidaridad. Esta estrategia puede ser definida no sólo como una lucha contra la austeridad, sino también como una estrategia para crear, en el contexto de una profunda crisis de hegemonía, un proyecto contrahegemónico que aspire a dirigir la sociedad. No se trata de una simple aplicación de «modelos» sino de un esfuerzo colectivo y de autocrítica con el fin de aprender y experimentar audazmente una nueva perspectiva socialista.
Sobre estos puntos, es preciso realizar algunas aclaraciones. Lo que proponemos no es una estrategia para alcanzar la competitividad de la economía griega a través de una devaluación de la moneda nacional con el fin de aumentar las exportaciones griegas en competencia con otras economías del sur de Europa. Los aspectos «proteccionistas» que participan en nuestra estrategia – es decir, la corrección necesaria de la paridad de la moneda nacional -tendrán como objetivo protegerse de la violencia sistémica de la internacionalización del capital- y no crecer a través de las exportaciones. No pedimos la salida del euro con el fin de entrar en un círculo de devaluaciones competitivas, a expensas de los trabajadores y las trabajadoras de otros países. La pertenencia de Grecia a la zona euro es, en cambio, a una devaluación competitiva del capital alemán contra la economía griega. Pero lo más importante es hacer hincapié en el carácter capitalista de la arquitectura del euro. En el mundo, los sistemas de moneda única o de cambio fijo han sido utilizados para imponer la erosión de la soberanía monetaria, la implementación de las políticas de austeridad y la reducción del coste de la mano de obra, la privatización, la precariedad, el desmantelamiento de los sectores productivos tradicionales, y todo en nombre de la restauración de la competitividad. Por tanto, es necesario para articular una estrategia de resistencia a la violencia neoliberal, que tenga por objeto una transformación socialista. Se trata de una estrategia de lucha de clases y no de una estrategia de aislamiento.
Además, nuestra visión internacionalista y solidaria de la cooperación internacional no debe confundirse con la forma actual de internacionalización de la producción capitalista, donde una mercancía debe dar la vuelta al mundo, a través de las áreas de dumping social y «zonas económicas especiales», donde el desafío ecológico es menospreciado dramáticamente. Una alternativa anti-capitalista requiere una nueva definición de «crecimiento» no en términos de volumen de producción, sino en términos de calidad de vida, de autarquía relativa, local, en ruptura con cualquier forma de «productivismo» capitalista o socialista.
En cuanto a la acusación de «chovinismo » en caso de ruptura con el euro y la Unión Europea, no tiene sustancia. Nuestra posición es profundamente internacionalista: la ruptura de un país con el euro y la UE será un golpe decisivo al capital europeo e introducirá cambios graduales en toda Europa. Sobre todo es un mensaje de esperanza. ¿Por qué sería más fácil crear movimientos victoriosos a nivel europeo –con 28 países, importantes diferencias políticas e ideológicas, herederas de historias y tradiciones obreras populares distintas-y no a nivel nacional, donde son reales la condensación de las contradicciones y las dinámicas sociales y políticas, y la capacidad de crear alianzas?
Por otra parte, es un grave error identificar internacionalismo con un proyecto político capitalista y neoliberal. Es el mismo fatalismo y determinismo de las interpretaciones dominantes del proceso de integración europea. ¿Por qué es un proceso inevitable e irreversible? Podemos afirmar que existen afinidades con las posiciones de las corrientes socialdemócratas de la primera década del siglo XX y, especialmente, con aquellos que hacían hincapié en el carácter inevitable e incluso progresista del imperialismo colonial. Pero el mayor problema es que resulta fácil pasar de una posición «radical» -invocando la necesidad de una disolución de la UE a través de luchas coordinadas a nivel europeo– a una posición reformista típica que requiere luchar por «otra» UE fuera del neoliberalismo, sin déficit democrático, con un BCE solidario y donde la redistribución de los fondos se priorice a los países del Sur de Europa, etc. ¡Pero esta otra Europa no existe! Es semejante al argumento ontológico de la existencia de Dios: pensar o imaginar algo no quiere decir que en realidad exista. Y para la historia de la integración europea, hay que tener en cuenta el hecho de que las raíces de la actual configuración de la integración europea no se inspiran en los sueños federalistas y democráticos de Spinelli, sino en el corazón del neoliberalismo antidemocrático arraigado profundamente en los vacíos procesos iniciados con el Acta Única Europea de 1986.
Pero el principal problema, es el rechazo de gran parte de la izquierda europea a considerar alguna forma rupturista con el «proyecto europeo». Esta obsesión europeísta es la causa de graves problemas políticos. En el caso griego, uno de los principales problemas del retorno al «realismo» de la dirección del SYRIZA radica en su posición sobre el euro y la Unión Europea. SYRIZA no sólo declaró su lealtad al euro, sino que tomó la decisión de nominar a Tsipras como presidente de la Comisión Europea, institución que representa exactamente la naturaleza autoritaria del «proyecto europeo». Al tratar de pensar en una izquierda política sin romper con el mecanismo de la deuda sin salir del euro, sin confrontar con las fuerzas del capital… es casi inevitable lograr una renegociación política, es decir, una política de avenencia con la «Troika», una política de «austeridad con rostro humano», o solicitar un nuevo «Plan Marshall» para Grecia. El «reformismo» de SYRIZA consiste en la concepción de una política de izquierda que asume la coerción y la limitación económica, ya sea, monetario o institucional del «proyecto europeo».
El europeísmo es el límite actual político de la izquierda europea, el punto de condensación de sus contradicciones y el síntoma de su incapacidad para leer la dinámica de la economía y tener una estrategia de izquierda.
Pero lo peor es que a causa de este déficit estratégico se deja abierto el espacio a la extrema derecha que se apropia del sentimiento euroescéptico. Por un lado, asistimos a una ira razonable y legítima contra las políticas de la UE y hasta hostilidad hacia el euro y toda la arquitectura monetaria neoliberal de la zona euro, y por otro, contra los partidos de izquierda que no llegan a canalizar la ira y el resentimiento en términos radicales, anticapitalistas. Por lo tanto, existe un vacío político, que quiere recuperar la extrema derecha. Sólo un euroescepticismo de izquierda sería una respuesta, pero tal proyecto aparece difícil de desarrollar.
Con la excepción de Grecia -donde ANTARSYA y la Plataforma de Izquierda dentro de SYRIZA, tienen una posición frente al euro y las políticas de la UE, y de ciertos cuadros de Die Linke en Alemania , y por supuesto de AKEL en Chipre tras el desastre de 2013 – en otros países europeos, no sólo los partidos integrantes del Partido de la Izquierda Europea, sino también las tendencias anticapitalistas, actúan como si no se hubieran tenido en cuenta estos requisitos políticos y por lo tanto no están en condiciones de desafiar a la hegemonía burguesa y articular una alternativa. Esta es la tragedia de SYRIZA: el agotamiento probable de la esperanza colectiva invertida en SYRIZA, debido a su incapacidad para romper con la vía europea. Ese es el problema con la «lista Tsipras» en Italia que deja el espacio para la crítica de Beppe Grillo sobre la UE; ese es el problema con la ausencia de crítica al «proyecto europeo» realizada por una gran parte de la izquierda francesa.
Por lo tanto, debemos hacer un esfuerzo colectivo para abrir el debate a nivel europeo por una alternativa anti-euro, anti-UE, visualizado como un aspecto fundamental de la tentativa de refundación radical y comunista de la izquierda europea. ¡Y para hacerlo, hay que decir abiertamente que uno de los principales aspectos de este proyecto radica en el euroescepticismo de la izquierda!
Pero, para ello, es necesario repensar la política de la izquierda radical: consolidar y renovar profundamente no sólo una línea o un programa políticos, sino también crear nuevas articulaciones entre táctica y estrategia, entre las formas de organización y los movimientos sociales y, por último, entre participación y formas de auto-organización y la coordinación emergente de la dinámica de las luchas. Se trata de atender a los cambios profundos de la coyuntura. La crisis económica, la crisis estructural capitalista – y no una simple crisis bancaria o crisis de la deuda – fue la crisis de un paradigma hegemónico, una crisis del neoliberalismo como estrategia, como discurso, como metodología social y política. El hecho de que las élites políticas y económicas hayan optado por la estrategia de «huida hacia adelante», gracias a su ultra-neoliberalismo, no puede ocultar el estado de hecho de esta crisis hegemónica. Sin embargo, esta «huida hacia adelante» es también expresión de una crisis estratégica. Además, hemos entrado, en términos de protesta y movilización social, en un nuevo ciclo histórico casi insurreccional: las protestas griegas, la guerra popular prolongada contra la austeridad, el movimiento de los indignados, ¡Occupy!, la primavera árabe, la movilización en torno a Gezi Park en Turquía, las revueltas estudiantiles en Chile, etc. Ahora se da la posibilidad de una reunión entre la izquierda política incluida en una estrategia anticapitalista, o incluso revolucionaria, con importantes dinámicas sociales y políticas. Estas mismas dinámicas son las configuraciones potenciales de la crisis hegemónica.
Por lo tanto, tenemos que pensar no sólo en términos de movimientos de resistencia y de protesta, sino en términos de hegemonía, en términos de una estrategia para la construcción de un nuevo «bloque histórico», no sólo basado en experiencias de lucha, sino también en la auto-organización de estas experiencias. Necesitamos un proyecto de articulación de un programa transitorio con una estrategia para tomar el poder.
Pero también requiere enfrentarse a la realidad de la crisis de la izquierda europea en todas sus variantes. Por un lado, nos enfrentamos no sólo a los problemas del reformismo postcomunista -evidentes en el discurso y la táctica de los partidos pertenecientes al Partido de la Izquierda Europea involucrados en el anti-neoliberalismo y el europeísmo- sino también a los desastrosos intentos históricos por participar en gobiernos «progresistas». En realidad, lo que planea es exactamente la ausencia de una estrategia socialista, de un proyecto anticapitalista. Por otro lado, la izquierda anticapitalista en realidad no ha tratado de abordar las cuestiones estratégicas. En la mayoría de casos, se ha optado por una versión radical de anti-neoliberalismo, y del movimiento antiglobalización, sin cuestionar el «proyecto europeo». Por otra parte, la oscilación entre el sectarismo y una lógica de «frentes» sin contenido estratégico ha llevado a fracasos políticos. Si a esto le sumamos la falta de renovación estratégica, podemos comprender la crisis actual de la mayoría de corrientes de la izquierda anticapitalista europea.
Este proceso de reconstrucción de una izquierda radical, en concordancia con la coyuntura actual, requiere de ciertas líneas de demarcación:
a) Es necesario desarrollar un programa de transición, un programa que combine las medidas anti-austeridad con reformas profundas y hostiles a la lógica del capital. Desde nuestra perspectiva, este programa debe incluir una posición favorable a la ruptura con el euro y la UE, junto con otras medidas urgentes, tales como la nacionalización de bancos y empresas estratégicas. Estas son condiciones necesarias para una ruta alternativa verdaderamente progresista, un camino de transformación socialista. Este programa no está diseñado como una «lista de agravios», sino como una narrativa alternativa a la sociedad.
b) La cuestión del euro y la UE están en el corazón de la estrategia de la izquierda. En toda la historia del movimiento obrero, la cuestión del imperialismo, la relación entre lo nacional y lo internacional, siempre ha representado un punto de bifurcación. En este sentido, estos temas deben ser considerados como puntos de divergencias que derivan en divisiones insalvables.
c) Debemos diseñar los movimientos sociales de resistencia de una manera más estratégica. Obviamente, necesitamos grandes movimientos contra el ataque neoliberal. Los movimientos no son sólo formas de presión contra los gobiernos. Son también el terreno para construir nuevas formas de unidad entre las clases subalternas. Además, en la actualidad, frente al giro autoritario, incluso postdemocrático, de los gobiernos burguesas, y la dificultad de articular movimientos victoriosos (el mecanismo tradicional de presión social no funciona en todos los casos), tenemos que pensar en términos de tácticas de «guerra popular prolongada», donde la clave no es sólo la creación de bases sociales, con prácticas de resistencia, sino también de redes de solidaridad y formas de auto-organización popular.
d) La estrategia de la izquierda no sólo debe ser una estrategia de resistencia al neoliberalismo, sino también una estrategia para la toma del poder, para la hegemonía. Por lo tanto, nuestra tarea es la de repensar una estrategia revolucionaria para el siglo XXI. Sin embargo, esto no coincide con una simple repetición de consignas como «poder obrero» o con críticas al pragmatismo de la izquierda reformista. En cambio, hay que valorar de una forma original y dialéctica – y por supuesto autocrítica – los experimentos socialistas del siglo XX para elaborar una estrategia que puede combinar la afirmación del poder gubernamental – concebida como una condición necesaria para la aplicación de un programa de transición – con el desarrollo y la expansión de formas de contra-poder social, con base en las experiencias de lucha, diseñado como una versión contemporánea de una estrategia de doble poder.
e) En este contexto, también es importante pensar en un potencial «bloque histórico» y no sólo bajo la forma de una agrupación electoral. Esto conlleva la creación de formas de organización del movimiento, nuevas coordinaciones, y mecanismos populares de democracia directa, con el fin de crear elementos materiales y concretos que unan, en una alianza política y social, a las clases subalternas bajo la hegemonía del mundo del trabajo. Por otra parte, este proceso también es útil para tratar la cuestión de la toma del poder. Sin un movimiento organizado y de gran alcance, y en ausencia de formas de poder popular, un “gobierno de izquierda» será muy débil frente a los contraataques de capital y de organizaciones internacionales. Debemos confiar en la capacidad y el ingenio de los pueblos en lucha.
f) Esta concepción de la política de izquierda requiere también diseñar nuevas formas de organización política, la misma forma de “partido”. No necesitamos un modelo de secta anti-capitalista -con la mentalidad minoritaria y miope de un grupo pequeño – ni el modelo de frente electoral, sin un proceso político y sin preparación programática y estratégica, y con una división del trabajo entre el «grupo dirigente», preocupado por la política y la comunicación, y la “base militante” ocupada en las batallas sociales y políticas, pero sin capacidad de influir en la elaboración de la línea política. Sólo los frentes políticos, con una base programática necesaria, pueden funcionar como laboratorios de una nueva política colectiva, de una nueva politización crítica, de una nueva hegemonía. Además, el diseño de formas de organización como laboratorios permitirá considerarlos como procesos de conocimiento, como terrenos de transformación de experiencias y de conocimiento procedentes de las luchas y movimientos, como espacios de coarticulación de la experiencia militante con una rica tradición marxista.
g) Por último, también necesitamos un nuevo internacionalismo, basado en la importancia de establecer rupturas concretas en potenciales «puntos débiles» del «proyecto europeo» y animado por el deseo de una cooperación solidaria y el intercambio de experiencias. También necesitamos una nueva esfera pública internacional que no debe ser concebida en términos de un foro de corrientes históricas de la izquierda revolucionaria, sino como una necesaria coordinación entre las corrientes, grupos, militantes enfrentados a las mismas cuestiones estratégicas y programáticas, y en particular a la cuestión del “proyecto europeo” y la elaboración de una estrategia socialista para el siglo XXI.
Pensar esta refundación radical y comunista de la izquierda como un movimiento de transformación constituye nuestra tarea histórica. No hay que dejar a las fuerzas del capital el espacio y el tiempo para reconstruir su hegemonía neoliberal y autoritaria; hay que facilitar el encuentro necesario de una estrategia y de un programa radical con dinámicas de protesta y contestatarias; hay que estar a la altura de la esperanza de todos estos hombres y mujeres que han llevado a cabo las grandes batallas sociales y políticas desde el comienzo de la crisis. No tenemos el derecho de ocultar esta esperanza.
Por Panagiotis Sotiris (de Antarsya), Socialismo o Barbarie, 17/04/2014