May - 4 - 2014

Finalmente, después de sucesivos y vergonzosos reveses, los títeres de EEUU y Alemania, agrupados en la “Junta de Kiev”, están logrando atacar con éxito varias de las ciudades y oblasts sublevados del Este de Ucrania. El ostensible viaje a Kiev, días atrás, de John O. Brennan –director de la CIA– para implementar esta ofensiva, comenzó a dar sus frutos. Además, se ha puesto en evidencia que los sectores populares en rebelión ni son “soldados rusos disfrazados” ni Moscú les presta el menor apoyo militar.

En las últimas semanas, los resonantes fracasos del presidente Turchínov y su primer ministro Yatsenyuk habían tenido ribetes tragicómicos, como el de la inexplicable desaparición de algunos tanques… que habrían sido “robados” como si fuesen automóviles de particulares. Buena parte de las tropas del Ejército enviadas a reprimir o desertaban y se pasaban de bando, o se limitaban a cumplir las órdenes sólo formalmente, acercándose a las ciudades en rebelión pero sin atacar.

Por eso, en algún momento, a fines del mes pasado, con lágrimas en los ojos, Yatsenyuk reconoció ante el “parlamento” de Kiev y una reunión de gobernadores, que “la policía y las fuerzas de seguridad del gobierno, han perdido el control del Este”[[1]].

Y el primer ministro explicaba así los motivos: “La inactividad, la impotencia e incluso la traición criminal contaminaron a nuestras fuerzas. Es difícil aceptarlo, pero es la verdad. La mayoría ha sido incapaz en el Este de cumplir con sus deberes [es decir, reprimir].”(NYT, cit)

Efectivamente, no sólo la policía sino también muchas unidades del Ejército enviadas al Este o no actuaban o se desbandaban. Y un sector, incluso, izaba la bandera rusa y se pasaba con armas y bagajes al “enemigo”. Incluso la prensa occidental pro-Kiev se llenó de crónicas, fotos y videos de esos incidentes.

¿Cómo la “Junta de Kiev” ha logrado revertir esto? ¿Por qué ahora ha podido iniciar una contraofensiva exitosa, cuando en un primer momento se le “derretían” –literalmente– muchas de las fuerzas militares y policiales que enviaba al Este?

Fuerzas armadas para la guerra civil

La respuesta es simple: mientras sucedía eso, también estaba en curso una “recomposición” de la fuerzas armadas y de represión. En pocas palabras, lograron constituir (habrá que ver realmente con qué poderío) un ejército para la guerra civil.

Por datos coincidentes, tanto de la prensa occidental como la de Moscú, esto tuvo dos aspectos principales.

El primero, más “objetivo” fue facilitado por las mismas deserciones ocurridas en el ejército y otras fuerzas de seguridad. Implicaron de alguna manera una “depuración”. A esto se agregaron medidas de reorganización del mismo Ejército, como poner en acción principalmente a militares provenientes del Oeste de Ucrania, donde domina el sentimiento “anti-ruso”, por así decirlo, y es fuerte la extrema derecha.[[2]] Simultáneamente, los elementos “dudosos” que no habían aún desertado, fueron retirados de la primera fila.

Pero la medida quizás más importante, tomada ya antes de estallar el Este, fue la constitución de una “Guardia Nacional”, en base a “voluntarios”. Es decir, un “ejército Nº 2”. A esta Guardia Nacional habría ido a parar una buena porción de los militantes de extrema derecha.

La asimilación del activismo nazifascista por vía de su encuadramiento en organismos represivos del estado (y no sólo en esa Guardia Nacional, sino también en la policía) fue una política aplicada desde el primer día, mucho antes del estallido del Este.

En esos momentos respondía principalmente a la necesidad de tenerlos controlados, más que de utilizarlos ya mismo.[[3]] Pero luego la rebelión en el Este hizo de los activistas nazifascistas una necesidad de primer orden. Es que –como había advertido Trotsky– un rasgo esencial del fascismo es intervenir en política con métodos de guerra civil. Y a estos “especialistas” acude hoy la coalición de oligarcas ucranianos y agentes de Washington y Berlín que gobierna en Kiev, para que le curen el mal de la rebelión del Este.

El giro a un “ejército de guerra civil” comienza a darle resultados, con los primeros “éxitos” –es decir, masacres– en el Este sublevado, como la de Odesa. Allí casi cincuenta presumibles “pro-rusos” que estaban dentro de la Casa de los Sindicatos, fueron quemados vivos. El ataque lo realizó una milicia al servicio de la Junta de Kiev, compuesta por militantes neonazis del Pravy Sektor.

Estos éxitos se ven, además, muy facilitados porque Putin no provee ni un cartucho a los “pro-rusos” del Este ucraniano.

Rusia y los motores de la rebelión en el Este

Como señalamos en artículos anteriores, el levantamiento del Este es, socialmente, la rebelión de la región industrial y obrera de Ucrania. Un hecho social que no aparece directamente a los ojos del mundo, porque se presenta combinado y “encubierto” con complejas mediaciones etno-lingüísticas, históricas y hasta confesionales.

Los equívocos comienzan con la misma etiqueta que se pone a sus protagonistas –la etiqueta de “pro-rusos”– cuando en verdad gran parte de ellos no aspira simplemente a anexarse a Rusia, sino por lo menos a un cierto grado de autodeterminación y de mantenimiento de relaciones estrechas con Rusia, ante las amenazas muy concretas que representa la “Junta de Kiev”.

En el fondo de esto, el gran hecho estructural –que subrayan todos los analistas serios– es que “la gran industria, que está en el Este, está orientada principalmente hacia el mercado ruso. En ese sentido, la asociación con la Unión Europea significa una verdadera sentencia de muerte para muchas fábricas en el este de Ucrania. Significa cierres de plantas, significa desempleo masivo”.[[4]]

“La moneda nacional –subraya también un sociólogo ucraniano– ha perdido el 40% de su valor en los últimos dos o tres meses, y el pueblo del Este de Ucrania es en su gran mayoría trabajador o jubilado. Ellos hablan del salario, de los precios, del colapso de la industria. Muchos de ellos demandan su nacionalización y exigen salarios decentes por su trabajo. Su protesta tiene mucho que ver con la economía y no solamente con la identidad.

“Pero también, por supuesto, hablan de su dignidad, de su lengua [el ruso], de su historia, de sus héroes, y de la cuestión de la federalización: algo que también anima a la cuestión del reconocimiento de su autodeterminación, la cuestión de sus libertades y derechos concretos.”[[5]]

Por el contrario, según su misma opinión, el Euro-Maidan de Kiev “comenzó más como una protesta ‘ideológica’, en alguna medida un intento de alcanzar el ‘Sueño Europeo’, una especie de utopía que resolvería los problemas de Ucrania. Y, para otros sectores, fue también una protesta contra Rusia. […] Pero luego, durante el levantamiento de Maidan vinieron las cuestiones de la represión policial y la violencia… Ellas se volvieron más importantes que lo de la asociación con Europa…”[[6]]

El gran problema para los trabajadores alzados en el Este, es que finalmente van a tener en relación a Moscú el mismo fiasco que los sectores populares ilusionados en el Oeste con la Unión Europea. Un fiasco de formas diferentes pero de igual contenido. La UE (y EEUU), por un lado, y el Kremlin, por el otro, pueden utilizar a tal o cual sector del Este o el Oeste… pero ante todo tienen intereses propios y distintos.

Y, al igual que en el Oeste, estas confusiones se agravan por la debilidad o directamente la ausencia de direcciones políticas independientes, de partidos propios y de clase.

Esto nos lleva a un problema central: la siniestra política del Kremlin en relación a Ucrania.

El pérfido papel de Putin y Moscú

Contra la pintura de los falsi-medios occidentales de un feroz oso ruso que atropella todo lo que tiene por delante, la política real del Kremlin ha sido –hasta ahora– extremadamente prudente… por no decir cobarde.

Esto es así, aunque, como sucede en estas circunstancias, los discursos y sobre todo la propaganda mediática son mucho más estruendosos que los hechos reales. Se cumple el refrán de “mucho ruido y pocas nueces”… con el agregado en el caso de Moscú que contra más ruido hace, menos nueces pone en el casillero de Ucrania.

El hecho fundamental es que, después de lograr la recuperación de Crimea, Putin no ha movido un dedo para apoderarse directamente o controlar en forma indirecta las regiones sublevadas del Este ucraniano, ni mucho menos ayudarlas materialmente en su desobediencia a Kiev. Por el contrario, todas sus acciones van en el sentido del mantenimiento del statu quo… a cambio del “blanqueo” de la recuperación de Crimea. Claro que, simultáneamente, redobla los tambores para no perder sus oropeles de protector de los pueblos de habla rusa y confesión ortodoxa.

Con ese objetivo, Moscú gestionó y firmó el traidor acuerdo de Ginebra. Como dijimos en su momento, significaba para los sublevados “entregar las armas y el poder a cambio de… un papel mojado”.

Este acuerdo quedó desbaratado por el repudio de los sublevados en el Este ucraniano, que lo desacataron… lo que de paso desmintió la propaganda occidental, que presenta a los insurrectos como “soldados rusos disfrazados”… y además armados hasta los dientes.

Ahora, el relativo éxito de los ataques de las tropas de Kiev en los últimos días confirma lo mismo. El armamento de que disponen los “pro-rusos” es ínfimo: armas ligeras, viejos Kalashnikov y material de las tropas enviadas por Kiev que desertaron, cambiaron de bando… o incluso vendieron sus equipamientos.

Además, si en verdad se tratase de fuerzas rusas disfrazadas de ucranianos, o si Rusia hubiese enviado suficiente armamento, las tropas de Kiev la hubieran pasado muy mal…

Un reportaje excepcionalmente honesto de periodistas del mismísimo New York Times –insospechable de “pro-ruso”– refleja bien esa difícil situación de los rebeldes del Este y las complejidades de la situación ucraniana. [Ver: “Behind the Masks in Ukraine, Many Faces of Rebellion”, by C. J. Chivers and Noah Sneider, NYT, May 3, 2014 http://www.nytimes.com/2014/05/04/world/europe/behind-the-masks-in-ukraine-many-faces-of-rebellion.html?emc=edit_th_20140504&nl=todaysheadlines&nlid=69232694&_r=0 ]

Moscú quedó satisfecho con el “regreso” de Crimea… y simultáneamente esto ya ha sido reconocido tácitamente por Occidente. Nadie habla ya de Crimea… y en las mismas negociaciones de Ginebra el tema quedó como un hecho consumado e irreversible.

Las razones de esta conducta pusilánime del Kremlin son complejas… y puede haber cambios impredecibles en ella. Sobre todo si el imperialismo yanqui –que viene cuesta abajo desde hace años– se pasa de límites en el intento de acorralar a Moscú y pudrir en su beneficio las estrechas relaciones del capitalismo ruso con algunos países de la Unión Europea, en primer lugar, Alemania.

Pero sepamos que, hasta el momento, el gobierno de Putin está en la tarea de enfriar la cosa. Por eso, aunque la agencia Russia Today (RT) denuncie en todos los tonos las salvajadas de la “Junta de Kiev”, Moscú se ha cuidado muy bien –hasta ahora– de no enviar ni una honda a los rebeldes “pro-rusos”… y ni hablemos de armamento pesado ni menos de soldados rusos con el disfraz que sea…

Esta Realpolitik tiene varios motivos. Ellos van desde el fundado temor de “importar” a Rusia la peste de los ejemplos de rebelión y/o las poblaciones sublevadas, hasta diversas razones geopolíticas. Estas últimas afectan no sólo la posición de Rusia como potencia sino también los bolsillos de la mafia de burócratas y oligarcas que ejerce el poder, con Putin a la cabeza.

Ese bloque político-social tiene mucho que perder en esa materia si no recompone sus relaciones con Occidente; o, mejor, dicho con Alemania y algunos otros estados de la Unión Europea. Pero al mismo tiempo, si se extralimitase el “apriete” impulsado ante todo por Washington (no por Berlín), podría hipotéticamente obligar al Kremlin a dar respuestas que vayan más allá de lo que desea.

Por todo eso, la situación, tanto a escala de Ucrania como internacional no está ya “reacomodada” ni estabilizada. Puede haber sorpresas.

En un próximo artículo, intentaremos desarrollar un análisis mas amplio de esta crisis desde el ángulo geopolítico; es decir, de las cambiantes relaciones de fuerza entre los estados, que hoy configura un cuadro muy diferente al de la última posguerra, pero también al del fugaz período “unipolar” pos-Muro de Berlín, en que surgió (y fracasó) el esbozo de un “orden mundial” regido por una super-potencia inapelable, los Estados Unidos.



[1].- Alison Smale from Kiev, and Andrew Roth from Donetsk, “Ukraine Says That Militants Won the East”, New York Times, April 30, 2014.

[2] – Esto hunde sus raíces en cuestiones históricas de la formación económico-social y la política ucraniana, que se expresaron también en la Segunda Guerra Mundial y que siguen estando presentes. En el extremo Oeste de Ucrania (capital Lviv), abundaron los colaboradores con el nazismo –los llamados “banderovski”–, al punto que formaron toda una división de las SS, la 14º SS “Galizien”. El Este ucraniano, por el contrario, fue un bastión de la resistencia antinazi, con más de 250.000 hombres y mujeres enrolados en las guerrillas contra la ocupación alemana. Durante el Euro-Maidan, las organizaciones fascistas y neonazis, como Svoboda y Pravy Sektor, jugaron un papel muy importante. Se reivindican expresamente continuadores de los “banderovski”. Recientemente, organizaron en Lviv una marcha en homenaje a la División SS “Galizien” [ver: “Neo-Nazis march in Lvov ‘in honor’ of Ukrainian Waffen SS division (photos)” en http://rt.com/news/155364-ukraine-nazi-division-march/ ]

[3].- Y si quedaba algún “incontrolable”, como el caso de Oleksandr Muzychko, fue oportunamente ametrallado.

[4].- “Rusia și Ucraina. Momentul adevărului”, Criticatac, 22/04/2014.

[5].- Volodymyr Ishchenko, “For Ukrainians, as for any other people in the world, the main threat is capitalism”, LeftEast, April 30, 2014.

[6].- Ishchenko, cit.

Por Claudio Testa, Socialismo o Barbarie, 03/05/2014

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