Jun - 14 - 2014

Bagdad.- El cabo iraquí Shaalan Abdelwahab defendía su posición en un puente del oeste de Mosul, el lunes pasado, cuando de pronto todos sus oficiales se excusaron para «ir a reuniones». Cinco horas más tarde, la segunda ciudad de Irak había caído en manos de los yihadistas.

Así fue el relato de una desbandada militar sin precedente que sumió a Irak en un Estado cercano a la desintegración, con unas fuerzas armadas humilladas y un gobierno desbordado que sólo ha podido recurrir a la movilización ciudadana.

En el campamento para desplazados levantado junto al paso de Jazaz -el último puesto controlado por las fuerzas kurdas antes de entrar en la provincia de Ninive-, el cabo Abdelwahab rememoró la noche en que sus superiores desaparecieron y miles de soldados huyeron. Las divisiones que custodiaban la ciudad de Mosul habían perdido el control y los extremistas ya habían tomado las comisarías.

Bagdad: tratan de evitar la caída de esta capital

Cuando el colapso asoma a la vuelta de la esquina, el gobierno iraquí se movilizó ayer para evitar la caída de esta capital a manos de las milicias del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), la sangrienta escisión de Al-Qaeda que avanzaba hacia Bagdad desde tres puntos estratégicos, luego de conquistar ciudades clave.

Y mientras el gobierno decía que el ejército «empezó su trabajo» para recuperar las ciudades perdidas, las autoridades religiosas llamaron a «tomar las armas» contra los rebeldes sunnitas. También el gobierno chiita de Irán y la administración de Barack Obama quieren tomar cartas en el asunto para inclinar el juego a favor del gobierno de Irak. En la memoria de todos flota el recuerdo de la violencia étnica entre sunnitas y chiitas, nunca disipada, pero con un pico de ferocidad entre 2006 y 2007, que dejó un tendal de víctimas civiles y que si vuelve a emerger será un factor de enorme desestabilización en esta volátil región del mundo.

El Ministerio del Interior iraquí anunció que el gobierno tiene preparado un plan denominado «Red de Bagdad» para defender la ciudad, donde se producían fugas de civiles ante el temor de la llegada de los jihadistas. Los testigos hablaban de fuertes medidas de seguridad con patrullas y puestos de control de la policía y el ejército en las calles. En los comercios, la gente hacía cola para comprar provisiones y medicamentos.

Desde principios de la semana, el EIIL está conquistando ciudades en Irak con una feroz determinación y con la indiferencia o colaboración de parte de la población local, de mayoría sunnita, aprovechando el malestar de muchos iraquíes contra el primer ministro Nouri al-Maliki, al que acusan de gobernar de manera facciosa y discriminatoria a favor de los chiitas.

¿Irán y Obama en el mismo bando?

Pero no todos están de su lado. Según la ONU, cientos de civiles murieron en los últimos días en Irak durante el avance del EIIL. La oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU recibió además información sobre ejecuciones sumarias de soldados iraquíes en Mosul, la primera ciudad que tomaron los jihadistas. Además, el número de desplazados por los conflictos en Irak, que no conoce una paz verdadera desde hace más de diez años, pasó de 500.000 a 800.000.

Las fuerzas de seguridad iraquíes lograron recuperar Samarra, a 130 kilómetros de la capital, en una ofensiva donde la fuerza aérea hizo lo suyo al destruir vehículos rebeldes. Al norte de Bagdad, sin embargo, el EIIL siguió avanzando en dirección Este y conquistó la ciudad de Yalula, a 125 kilómetros de la capital.

El influyente clérigo chiita Ali al-Sistani sumó su voz a los esfuerzos bélicos al llamar a los iraquíes a tomar las armas para frenar los avances del EIIL. «Los ciudadanos que puedan llevar armas y luchar contra los terroristas en defensa de su pueblo y su país son requeridos como voluntarios a unirse a las fuerzas de seguridad», dijo un vocero de Al-Sistani durante el sermón del viernes, en la ciudad de Kerbala.

Fronteras afuera, la sola idea de que los insurgentes se adueñen del poder e instauren un régimen de corte talibán puso del mismo bando a dos enemigos tradicionales, Estados Unidos e Irán. Cada uno por su lado se declaró decidido a apuntalar al gobierno chiita para frenar de una vez la ofensiva relámpago de las milicias sunnitas, que en cinco días se pusieron a tiro de piedra de tomar el timón del país.

Otras opciones

En tanto, Obama insistió ayer en que no enviará tropas para luchar contra los islamistas, luego de que los últimos soldados norteamericanos dejaran el país en 2011, al cabo de una ocupación de nueve años.

«No enviaremos tropas estadounidenses nuevamente a combatir en Irak, pero le pedí a mi equipo de Seguridad Nacional que prepare una gama de opciones que puedan ayudar a las fuerzas de seguridad iraquíes», dijo el presidente.

Obama advirtió al gobierno de Bagdad que fue el responsable del desastre, al fracasar a la hora de evitar la división entre sunnitas y chiitas. «Estados Unidos no se involucrará en acciones militares cuando no existe un plan político de las autoridades iraquíes que nos dé garantías de que están preparados para trabajar juntos», afirmó.

Por su parte, desde Teherán, el presidente Hassan Rohani dijo que Irán combatirá el terrorismo sunnita en Irak y no permitirá a los países extranjeros «exportar el terror» a su territorio. Rohani fijó su posición en una conversación telefónica con Al-Maliki. Según el The Wall Street Journal, que citó fuentes de seguridad iraníes, Teherán desplegó tres batallones de sus fuerzas especiales para respaldar a las tropas iraquíes.

Agence France-Press (AFP), 14/06/2014

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