Nov - 29 - 2013

“Los sindicatos, la lucha por la reforma social y por la democratización de las instituciones políticas es de ordinario el contenido formal de la actividad partidaria socialdemócrata. Pero la diferencia no estriba en el qué, sino en el cómo” (¿Reforma social o revolución?, Rosa Luxemburgo)

Todavía resuenan los ecos de la votación de la izquierda y los balances acerca de la misma; incluso en estas mismas páginas tratamos la enorme votación del PO en Salta. Hemos señalado la importancia que estos resultados tienen para la izquierda revolucionaria, y la consideración que nuestro partido, con sus 115.000 votos, se hizo de un piso electoral propio en las PASO que lo dejó colocado, en cierta forma, a la izquierda del FIT. En cualquier caso, el debate que se comienza a abrir es cómo aprovechar este éxito electoral histórico en construcción orgánica de nuestras organizaciones.

ANÁLISIS DE CASOS

Desde nuestro partido venimos insistiendo en la importancia de no marearse por los resultados electorales. Desde ya se abren enormes desafíos y oportunidades, y de lo que se trata es de no quedarse por detrás de ellos. Pero para lograrlo hay que poner las cosas en sus justas proporciones. Y estas proporciones siguen señalando que, como marca la experiencia internacional, los votos van y vienen, y lo central es qué es lo que queda en materia constructiva y de inserción de nuestros partidos entre franjas crecientes de la clase obrera.
¿Por qué insistimos tanto en este ángulo? El hecho es que en las dos últimas décadas ha habido ejemplos de altas votaciones de la izquierda anticapitalista en varios países que lamentablemente luego se “desinflaron”; nos queremos referir aquí a Francia y Brasil como ejemplos de esta dinámica. Atención, no estamos hablando de la llamada «izquierda radical» en general, una suerte de “reformismo de izquierda” que viene haciendo altas votaciones en Grecia, Francia, Portugal, Alemania y otros países(1). Nos referiremos, más bien, a las votaciones de la izquierda trotskista o de proveniencia trotskista.
Veamos primero el caso de Francia. En dicho país hay dos organizaciones del trotskismo con determinada historia y tradición, más allá de sus derroteros políticos y constructivos: LO y el NPA. Entre ellas han alternado momentos de altas votaciones, como así también de agudos retrocesos y crisis. Si comenzamos por Lucha Obrera (LO), se recuerda todavía su batacazo electoral en 1995 cuando obtuvo 1.615.552 votos, el 5.3% de la votación. En los años subsiguientes mantuvo altas votaciones y en las presidenciales del 2002 se alzó nuevamente con 1.603.244 votos, el 5.72% de la votación. Sin embargo, a partir de ese año comenzó una lenta declinación electoral que la llevó a sumar solamente 202.561 votos, el 0.56%, en las presidenciales del 2012.
La otra formación de origen trotskista de ese país, el Nuevo Partido Anticapitalista (ex LCR), también se presentó a elecciones presidenciales en el 2002 pero de manera separada de LO. Obtuvo 1.210.562 votos, el 4.25% de los votos, los que sumados a la otra formación trotskista, significó un impactante 2.840.607 votos: ¡el 10% de la votación presidencial, dejando electoralmente en ridículo una fuerza histórica de la izquierda de ese país como el Partido Comunista, y esto ni más ni menos que en manos del trotskismo! 
El NPA repitió la votación con los mismos porcentajes en las presidenciales del 2007, sólo para entrar en declinación electoral a partir de allí, obteniendo en las presidenciales del 2012 alrededor de 400.000 votos, cerca del 1% de la votación.(2)
Si de Francia nos vamos a Brasil, podemos ver el caso del P-SOL (Partido Socialismo y Libertad). Su éxito electoral ha sido más “efímero” (aunque mantiene siempre votaciones aquí y allá), pero tuvo su momento «rutilante»: las presidenciales del 2006, en las que quedó como tercera fuerza a nivel nacional obteniendo la friolera de 6.5 millones de votos, el 6.85% del padrón electoral. Resultados por intermedio de los cuales consagró varios diputados nacionales, legisladores estaduales, intendentes y demás.
Incluso si vemos el caso de la Argentina en el 2001, la otra gran votación de la izquierda en nuestro país en las últimas décadas, la realidad es que las elecciones de octubre de ese año (parlamentarias, no presidenciales), parecieron anticipar lo que vendría después en materia de la crisis que estalló en diciembre de ese año.
En un cuadro, ese sí, de verdadero derrumbe de la Alianza entonces gobernante, la izquierda (IU, AyL, PH, frente PO-MAS y PTS) se alzaba con 1.358.338 votos, un porcentaje mayor que en 2013 por la sencilla razón que el padrón electoral era, diez años atrás, menor que el actual. Mediante esta votación, el zamorismo colocaba dos diputados nacionales por la Capital Federal y ocho legisladores en la Ciudad, mientras que IU obtenía una diputada nacional por el mismo distrito y perdía por centésima de votos dos diputados nacionales más por la Provincia de Buenos Aires, auque sumando de todos modos dos diputados provinciales y decenas de concejales. Los diarios titulaban, como hoy, «votación histórica de la izquierda» y desatacaban que en la Capital Federal las fuerzas mancomunadas de la izquierda se alzaban con el 30% de los votos quedando en el primer lugar.
De manera sumaria y a modo de balance, podríamos decir que el “desinfle” de estas experiencias estuvo vinculado no solamente a factores objetivos que siempre se van a dar: jamás se van a mantener semejantes votaciones sino talla la lucha de clases, sino también subjetivos relacionados con el desaprovechamiento electoralista de las votaciones y cargos obtenidos.

EL DESAFÍO DE LA CONSTRUCCIÓN ORGÁNICA

¿Qué diferencia estos ejemplos que estamos dando de la actual votación del FIT? Algunos aspectos de importancia. Programáticamente, el hecho que a pesar de tener rasgos políticos oportunistas, se trata en el caso del FIT de un frente de independencia de clase; esto a diferencia de la IU del 2001 en la Argentina, que era un frente entre el MST y el PC (una organización marcada por la conciliación de clases). También se podría decir que en el caso del PSOL brasilero, su perfil de todos modos era (y es) más oportunista y difuso que el del FIT(3). Y también está el hecho que los parlamentarios electos reflejan fuerzas políticas más «consistentes» que el zamorismo o el MST en el caso del 2001.
Sin embargo, los elementos a su favor terminan allí. No se puede perder de vista que, por ejemplo, el perfil de las campañas de LO y el NPA en Francia y su «orgánica», tiene similitudes con las de las fuerzas del FIT aquí. Esto más allá del hecho que la dinámica de la lucha de clases en la Argentina y el «entrenamiento militante» que posibilita, es mayor.
Incluso más: podríamos conceder que la «orgánica» de algunos de los integrantes del FIT es más importante que la de algunos parámetros internacionales del trotskismo, aunque no así su «influencia cultural» en el país, mayor en el caso francés.
En todo caso, esto no quita los límites que tiene también la votación de la izquierda en la Argentina. No es lo mismo obtener altas votaciones que influencia orgánica entre la clase obrera, sus organizaciones y sus luchas. La votación lograda es una formidable palanca para afrontar este desafío. Efectivamente: en esto consiste parte de las inmensas responsabilidades que están por delante; pero del dicho al hecho hay mucho trecho, y este desafío debe ser concretado.
Existe, además, otro problema: el FIT resta, al menos por ahora, como una mera “cooperativa electoral”.Como tal, eso lo hace más frágil que otras experiencias. Porque el hecho es que más allá de un importante punto de acuerdo en una perspectiva general de independencia de clase, está por ahora atravesado porgrandes diferencias políticas que podrían emerger en cualquier momento. Se trata de un acuerdo de conveniencias políticas, pero que no se sabe hasta cuando durará, lo que seguramente dependerá de cuanto se radicalice o no la lucha de clases, y de las presiones a la pérdida de esa independencia que las contradicciones y peleas entre las fracciones burguesas le coloquen.
Sin embargo, en todo caso es inevitable que se establezca una determinada «tijera» entre la votación obtenida y su vuelco en influencia real en la lucha de clases cotidiana. Esta magnitud depende de dos factores: uno, de factores objetivos que signifiquen un incremento de la lucha de clases que haga que la simpatía electoral difusa por la izquierda se transforme en una verdadera radicalización política de amplias porciones de la clase obrera y la juventud. Dos, que esta misma izquierda revolucionaria no se maree, no se haga electoralista y sepa aprovechar el resultado y los cargos obtenidos para incrementar sus filas militantes, para penetrar entre más amplios sectores de trabajadores, para llevar adelante una política revolucionaria.

UNA POLÍTICA PARLAMENTARIA REVOLUCIONARIA

Una condición no depende de los revolucionarios; la otra sí, y esta vinculada al aprovechamiento revolucionario de los cargos obtenidos, lo que será un desafío mayor; una experiencia a ser realizada frente a la cual no pretendemos “pontificar” desde aquí, porque tiene toda su enorme complejidad. Sin embargo, la realidad es que ya se ha colocado la presión de una serie de “opinólogos” de la izquierda que pretenden inclinar las cosas para el lado siguiente: como en la Argentina no hay actualmente condiciones revolucionarias, lo que se debe hacer es llevar adelante una suerte de “reformismo revolucionario” que se limite a obtener conquistas sociales mínimas para los explotados y oprimidos, desligando esta pelea de la lucha por la transformación social de la sociedad. Tenemos en mente las declaraciones, por ejemplo, de un Horacio Tarcus, ex director de la biblioteca nacional, dadas semanas atrás al suplemento Enfoques de La Nación.
Pero este camino tiene el peligro de reducir las cosas, en definitiva, al parlamentarismo de la vieja socialdemocracia alemana. La perspectiva revolucionaria es distinta: la experiencia histórica señala que la obtención de reformas en estos ámbitos, solamente se logra al calor del impulso de una lucha verdaderamente revolucionaria: ¡ninguna clase social dominante cede conquistas graciosamente!
Y, por esto mismo, la única manera de llevar adelante una política parlamentaria revolucionaria, es concibiéndola como un punto de apoyo secundario para lo que es principal: la educación socialista de amplios sectores de la clase obrera y el impulso cada vez más amplio de la lucha extraparlamentaria: “Este es plenamente el caso en la táctica actual de la socialdemocracia alemana, donde la aspiración consciente y firme de la conquista del poder político precede, como estrella orientadora, las luchas sindicales y por reformas sociales. Si se separa del movimiento esta aspiración previa y se considera a las reformas sociales como un fin en sí mismo, dicha aspiración no sólo no conduce a la realización del fin último del socialismo, sino que nos aleja de él” (Rosa Luxemburgo, ídem). No otra cosa era el método preconizado por Trotsky en su Programa de Transición.

Luis Bermúdez

1 – Precisamente, una de las explicaciones de la alta votación del FIT en las últimas elecciones en la Argentina, es como ese “reformismo de izquierda” o centro-izquierda apareció, en estas elecciones, muy debilitadas o incluso inexistentes en los casos de la propia Salta o Mendoza.

2 – Debido al sistema electoral de Francia de distrito uninominal (es decir, el cargo se lo lleva solo la fuerza que sale primera), las fuerzas del trotskismo, con estas inmensas votaciones, no lograron consagrar diputados nacionales, pero si lograron obtener entre cinco y diez “eurodiputados” al parlamento de la Unión.

3 – Los integrantes brasileros de Izquierda Socialista todavía participan del mismo en dicho país.

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