Mar - 20 - 2015

.

“Para poner a las elecciones israelíes en contexto primero hace falta decir que, por lo menos, una de tres personas en los territorios que controla Israel no tiene derecho al voto. De un total de casi 13 millones de personas que viven bajo dominio israelí, sólo 6,2 millones de israelíes judíos y 1,7 millón de palestinos israelíes (se denomina árabes-israelíes o palestinos-israelíes a los que quedaron bajo las fronteras del recién nacido Estado de Israel, en 1948) son los únicos autorizados a votar en las próximas elecciones de Israel.

“Dentro del grupo de israelíes judíos con posibilidad de elegir a sus representantes se encuentran 600 mil colonos judíos que viven en los asentamientos de Cisjordania y Jerusalén Este. En cambio, casi 5 millones de palestinos que viven en Cisjordania y Gaza no pueden votar; sí, elegir los representantes de la Autoridad Palestina, una suerte de gobierno autónomo dependiente de la ocupación israelí, aunque el Estado de Israel, como potencia ocupante, mantiene el control sobre sus vidas.

Es decir, los colonizadores de los territorios palestinos sí pueden ejercer su derecho ciudadano de elegir a las autoridades de un Estado que técnicamente no habitan dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas, pero los sometidos por esa ocupación, no. Sólo el 60% de la población (incluyendo nada más que al 5% de la población total árabe) que se encuentra dentro de la superficie de tierra manejada por el Estado de Israel, tiene potestad de decidir quién va a controlar su vida. Paradójicamente, a este sistema le llaman «la única democracia de Medio Oriente».” (Ezequiel Kopel, “Elecciones en Israel: todo lo que siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar”, APU, 16/03/2015

Los datos precedentes sirven para ubicar unas elecciones que tienen una peculiaridad decisiva. No se hacen en un estado democrático-burgués “normal” sino en un enclave colonial. Con todas sus diferencias, es algo así como la Sudáfrica blanca en tiempos del apartheid (donde los negros no votaban) o la “Argelia francesa” antes de 1962, donde sólo votaban los colonizadores franceses y no la población argelina originaria.

Hay que recordar y subrayar esto porque absolutamente todo en el Estado de Israel está cruzado, “sobredeterminado”, tácita o abiertamente, por esa situación de opresión colonial. Esto es así desde las elecciones y el “derecho al voto”, hasta las periódicas e imprescindibles masacres de colonizados, como la más reciente del año pasado en Gaza. Todo, desde las relaciones laborales y las relaciones humanas hasta la cultura y las ideologías, están traspasadas por esa relación nada democrática entre colonizadores y colonizados.

Eso también influye decisivamente en los temas de campaña electoral, y sus inesperados vaivenes. En este caso, el triunfo (aunque no abrumador) del actual primer ministro –Benjamín Netanyahu– un candidato al que la prensa israelí e internacional, y las encuestas daban como perdedor casi hasta último momento.

Netanyahu se apresta ahora a iniciar un cuarto mandato como jefe de gobierno, el tercero consecutivo desde 2009. Aunque no tiene mayoría propia (sólo 30 diputados sobre 120), es muy probable que logre formar una coalición de extrema derecha con algunos pequeños bloques aun más racistas y facistoides que su partido, el Likud.

Cómo se las arregló Netanyahu para remontar lo que todos estimaban una segura derrota, arroja luz sobre la “única democracia de Medio Oriente”… según las fábulas de la “prensa seria”.

La crisis social dio pie a un renacimiento del Partido Laborista

Israel viene sufriendo una crisis social. Desde ya, a los palestinos que viven en Cisjordania y Gaza y que no son ciudadanos de Israel, el régimen de ocupación y/o los bloqueos los han hundido en la extrema miseria. Pero no nos referimos a ellos, sino a los ciudadanos de Israel, en su mayoría judíos.

En las últimas décadas se ha dado una polarización social sin precedentes entre los israelíes. Según las estadísticas de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos), que agrupa principalmente a países “ricos”, Israel es uno de los peores socialmente, con un aumento notable de la desigualdad (Coeficiente GINI), la pobreza relativa y la polarización social (10% más rico versus 10% más pobre) desde mediados de los ´90.[1]

Esto hizo explosión en agosto del 2011, con el estallido de los “indignados” de Israel, que llenaron las calles de Tel Aviv en enormes manifestaciones. En este movimiento, junto a los motivos de protesta que lo detonaron –creciente desigualdad, imposibilidad de acceder a una vivienda, etc.– se reflejaba también el ascenso y las simpatías por la “Primavera Árabe”, que en esos momentos estaba en su cenit.

Pero este movimiento se desinfló rápidamente, por algunas concesiones de Netanyahu pero sobre todo porque no logró salvar la fosa entre colonizadores y colonizados. Sin embargo, el descontento social se ha mantenido y a la larga tuvo una consecuencia política: resucitar el viejo Partido Laborista, del fundador del Estado de Israel, Ben Gurión. Un partido que originariamente se llamaba “Partido de los Trabajadores de la Tierra de Israel” (por su sigla, Mapa’i).

El dirigente y beneficiario de esta milagrosa resurrección fue Isaac Herzog, que logró formar en torno al PL una coalición, la “Unión Sionista”, que se presentó como de “centro-izquierda”. Herzog explota la tradición más “igualitaria” del primitivo sionismo, que contrasta con el neoliberalismo salvaje de Netanyahu. Claro que la “igualdad” entre colonizadores no podía dar ningún fruto realmente igualitario ni menos “socialista”, como en esos años se creía.

Pero, como sea, las velas del renacido “laborismo” y su coalición, la “Unión Sionista”, se inflaron con el viento del descontento social.

Netanyahu triunfa apelando al racismo y la barbarie colonizadora

Netanyahu pichó el globo “progresista” con rapidez sorprendente… y significativa. Apeló a la “contradicción principal”, como diría Mao Tse tung. Es decir, la contradicción entre colonizadores y colonizados.

En vez de ocuparse de los problemas sociales, desató una campaña violentamente racista antipalestina. Eso le dio el triunfo. La forma “diplomática” de esta campaña fue la de no negociar el establecimiento de ningún “Estado palestino”, ni siquiera la farsa del gueto o bantustán que promueve Obama, y que quizás aceptarían Herzog y sus “laboristas”.

Pero el fondo de la campaña de Netanyahu fue más profunda: seguir adelante con la “limpieza étnica”, que va desde los bombardeos genocidas a Gaza a la expulsión gradual de los palestinos de Cisjordania de sus tierras y viviendas, para poblarlos de colonos sionistas. Este plan genocida, comprende también la “limpieza” de la minoría de palestinos que tienen ciudadanía israelí. Ha sido, lamentablemente, la agitación de este proyecto nazi-fascista, la que aportó la mayoría al Likud.

Una coalición de sectores árabes y progresistas logra ser el tercer partido

Pero no todo es sombrío. La tercera lista en votos y en diputados fue la Lista Conjunta de partidos árabes y organizaciones de izquierda. Varios esos organismos también incluyen a miembros judíos. Su líder, Ayman Odeh, un abogado de Haifa, de 40 años, propone “una alianza entre judíos y árabes contra la discriminación, el racismo y la desigualdad social”[2].

La elevada votación de la Lista Conjunta fue la otra gran sorpresa de esta elección. Su composición es muy heterogénea y va desde militantes de partidos de izquierda hasta sectores islamistas moderados.

El gran desafío es si esta votación logra expresarse en un movimiento político que sea independiente no sólo del sionismo sino también de los sectores capituladores de las viejas organizaciones del nacionalismo palestino. Un movimiento que tienda lazos con los luchadores de Cisjordania, Jerusalén y Gaza.

…………………………

[1].- Estadísticas OCDE (centro México) – “Pobreza y desigualdad en países de la OCDE, 1996/2011.”

[2].- Juan Carlos Sanz, desde Jerusalén, “Los partidos árabes se convierten en la tercera fuerza política de Israel”, El País, 18/03/2015

Por Elías Saadi, Socialismo o Barbarie, 20/03/2015

Categoría: Medio Oriente Etiquetas: , ,