Abr - 16 - 2015

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La noche del lunes 30 de marzo el Senado votó la propuesta de ley sobre la lucha contra el sistema prostitucional (ya adoptada por la Asamblea Nacional) con dos enmiendas:

1) La reintroducción del delito de “solicitación” de parte de las prostitutas, es decir el “proponerse” a potenciales clientes (el término en francés es « racolage passif » (algo así como “solicitación pasiva”): las mujeres son las que tientan a los hombres que, ya sabemos, tienen deseos sexuales “irreprimibles”.

2) La eliminación de la penalización de los prostituyentes (clientes).

Antes de esta modificación, esta ley aparecía ya como antifeminista. En efecto, una política verdaderamente abolicionista no puede comenzar por penalizar a los prostituyentes como lo propone el gobierno del PS y las feministas institucionales. Es que la prostitución se alimenta tanto del patriarcado como de la miseria: penalizar no impedirá la demanda masculina. Al mismo tiempo, querer resolver la cuestión de la prostitución sin mejorar previamente las condiciones materiales de vida de las mujeres es un absurdo.

Los efectos de tal propuesta serían pues ineficaces. Incluso reforzarían las violencias hechas a las personas prostituidas. Penalizar a los prostituyentes sólo desplaza el encuentro entre éstos y las personas prostituidas a lugares menos seguros. Es decir, reforzaría aún más las condiciones de precariedad en las que se desarrolla esta actividad, empujando todavía más a las mujeres a situaciones de vulnerabilidad.

Reemplazando la penalización de los clientes por el delito de “solicitación pasiva”, los senadores de derecha (UMP) van todavía más lejos. Envían una señal fuerte: el problema de la prostitución no sería el resultado del capitalismo patriarcal, la explotación y la miseria de los países dominados, sino de la presencia de una oferta –mayoritariamente– femenina. Una vez más, las violencias patriarcales son culpa de las mujeres.

Un arma contra las mujeres, sobre todo contra las inmigrantes ilegales

La OCRTEH (Oficina por la Represión de la Trata de Seres Humanos), estima en 30 mil el número de personas prostituidas en Francia.

La prostitución cambió en las últimas décadas, ahora es alimentada mayoritariamente por las redes de proxenetismo. De ahí que las posiciones que defienden que la prostitución es “un trabajo como cualquier otro” y que cualquier tentativa de abolirla sería “puritanismo”, olvidan que la gran mayoría de las prostitutas llegan a esa situación como resultado de una extrema precariedad, de la falta de trabajo y de papeles, del control que ejercen sobre ellas las redes de trata.

En la práctica, el delito de solicitación de clientes es un instrumento de dominación patriarcal, capitalista, racista, imperialista, de control del flujo migratorio. Esta medida busca reprimir a las mujeres en situación irregular y mantenerlas en la pobreza: las hace más vulnerables (sitios más oscuros, hoteles, apartamentos). Los proxenetas y prostituyentes pueden así chantajear más fácilmente a las mujeres, sobre todo a las extranjeras que serían doblemente perseguidas.

No nos extraña que la lucha contra el proxenetismo no pase de ser una excusa en el Estado burgués, donde el Senado ha estado siempre al servicio de la clase dominante, y ha sido en patriarcal, misógino, “masculinista”.

Si la culpa es de las mujeres, las redes de proxenetismo se transforman en invisibles: de un plumazo se borra toda responsabilidad colectiva y toda posibilidad de actuar para acabar con el flagelo de la prostitución. Si el PS denunciaba de manera inconsecuente la “violencia que significa para la mujer la situación de prostitución”, sin proponer ninguna medida de fondo para cambiar la situación de las mujeres y defiende la penalización del cliente, la derecha por su parte va mucho más allá, penalizando a las propias mujeres.

Sólo la lucha de las mujeres y los trabajadores pueden acabar con la prostitución

Por todo lo señalado, nos oponemos firmemente a la penalización de las prostitutas, condensada en el aberrante “delito de solicitación”. De ninguna manera la represión de las mujeres es una solución al problema de la prostitución. Peor aún, la introducción de este delito implica una estigmatización de las prostitutas, desligando al Estado de todas sus responsabilidades.

Pero al mismo tiempo, nos oponemos a la visión de la prostitución como “un trabajo como cualquier otro”.

Que quede claro, no nos mueve ninguna consideración moralista: cada uno puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Pero lo que esta perspectiva olvida, es que en el contexto del capitalismo patriarcal actual, de la crisis económica que empuja a millones de mujeres a la miseria, de opresión imperialista, la prostitución no puede ser (o no lo es en el 99% de los casos) una “elección libre”. Al contrario, es la perspectiva a la que se ven sometidas miles de mujeres sin trabajo, sin formación, sin papeles, sin un lugar a donde ir.

De ahí que nuestra perspectiva abolicionista se apoye en la lucha por acabar con las bases materiales de este sistema que empuja a millones de mujeres a la prostitución. No se trata de reprimir aún más a las mujeres, sino de darles todos los medios materiales que les permitan vivir plenamente la vida que deseen. Es por eso que para nosotros la lucha contra la prostitución debe ligarse a la lucha por acabar de raíz con el sistema capitalista y patriarcal y construir una perspectiva socialista.

En el artículo de género de la última revista Socialismo o Barbarie,[1] Marina Hidalgo afirmaba: “El Estado patriarcal y capitalista garantiza y santifica el conjunto de relaciones opresivas, fundamento que permite el sometimiento de las mujeres por los varones.” Allí también exponía el programa de lucha que debíamos levantar:

“En ese camino, las feministas socialistas luchamos por arrancarle al Estado burgués todo lo que podamos para mejorar las condiciones de vida de las mujeres:

“– Integración del trabajo doméstico a la producción social con guarderías, lavaderos y comedores públicos de calidad en los barrios populares.

“– La inclusión de las mujeres en la producción implica igualdad en la educación: prioridad a las mujeres en vivienda, y vivienda inmediata para las víctimas de explotación sexual y violencia familiar.

“– Refugios y alojamiento para las mujeres y sus hijos e hijas

“– Programas de atención a las mujeres con formación en la problemática y perspectiva de género.

“– Educación sexual pública, laica y científica, que se oriente a desterrar la noción de sumisión y menosprecio hacia las mujeres y trans.

“– Desmantelamiento de las redes de trata y explotación sexual. Prisión efectiva a los proxenetas y a todo el que lucre con la explotación sexual. Destitución de los funcionarios cómplices por acción u omisión. Trabajo digno y asistencia integral para las mujeres rescatadas de las redes y para las víctimas de explotación sexual.

“– Cárcel a golpeadores, abusadores y femicidas.

“– Unidad del movimiento de mujeres con el movimiento obrero y popular para destruir el capitalismo patriarcal y construir una sociedad sin explotación ni opresión. La pelea por la abolición de las redes de explotación sexual y de trata es la pelea contra ese conjunto de relaciones de opresión y explotación, es la pelea contra el Estado patriarcal y capitalista. Es una pelea que sólo puede dar el movimiento de mujeres organizado en las calles, con la alianza estratégica del movimiento obrero: ¡sin patrones que se queden con nuestro trabajo, ni proxenetas que se adueñen de nuestros cuerpos!”

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[1].- http://www.socialismo-o-barbarie.org/i-pdfs/140400-revista-sob-28-en-pdf/140400-10-genero-249-268.pdf

Por Flora Kessler, desde París para Socialismo o Barbarie, 15/04/2014

Categoría: Movimiento de mujeres Etiquetas: ,