Abr - 16 - 2015

Por Rafael Salinas, Socialismo o Barbarie, 16/04/2015.

En efecto, el “clima de buena voluntad”, subrayado por los comentaristas, no se “marchitó” en la VII Cumbre, a pesar de los fundados temores previos. ¿A qué se debe?

Por supuesto, descartemos caracterizaciones como la del presidente Correa, de Ecuador, que sostiene que estamos en “la hora de la segunda y definitiva independencia de América Latina”. Y que eso habría obligado al imperialismo yanqui a moderarse.

En verdad, para lograr nuestra “segunda y definitiva independencia” haría falta una revolución anticapitalista, socialista, que establezca el poder de la clase trabajadora y las masas populares. No se puede hablar de “definitiva independencia” con las burguesías cipayas que pueblan América Latina ni con las corporaciones transnacionales que en casi todos los países dominan los sectores fundamentales de las economías.

Al mismo tiempo, y teniendo eso en cuenta, la relativa “tranquilidad” de la Cumbre tampoco se debe a un regreso a los 90, cuando los gobiernos latinoamericanos venían a decirle “¡Yes sir!” al Amo.

Sin embargo, paradójicamente, no estamos en el cénit de los gobiernos y regímenes surgidos en la década pasada, con un mayor o menor grado de “independencia” o por lo menos cierta “autonomía”, todo un arco iris que va desde Venezuela hasta los más desteñidos, como los de Brasil o Uruguay. La mayoría de ellos, aunque en distinto grado, desde Maduro a Dilma, pasando por Cristina K, están en dificultades, soportando embestidas desde la derecha cipaya y también, aunque en menor medida, desde sectores obreros y populares.

Pero, por otro lado, EEUU ya no es lo que era en los 90. No se ha venido abajo, de ninguna manera. Sin embargo, afronta una declinación y una compleja situación geopolítica, que lo motiva a hacer cambios de frente –como el giro al Pacífico para posicionarse ante China–, y buscar “arreglos” para “salir del paso” en otras regiones, como los acuerdos con Irán. El giro en relación a Cuba, es parte de eso.

En ese cuadro, evidentemente, todos los actores, tanto EEUU como los demás gobiernos, convinieron en que era mejor “no hacer olas”. Eso no implica que concuerden en todo, ni muchísimo menos que desaparecen las tensiones y enfrentamientos entre el Amo del Norte y lo que considera su “patio trasero”. Prueba de ello: la Cumbre no pudo emitir una declaración común al finalizar. No hubo acuerdo para eso.

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