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May - 14 - 2015

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El pasado jueves 30, para sorpresa de muchos y regocijo de otros, Juan Carlos Monedero, miembro del selecto grupo cercano a Iglesias, cofundador y hasta ese entonces responsable del programa de Podemos, dimitió de su cargo de dirección en el partido.

Días antes en una emisión radial argumentó los motivos de su salida diciendo sentirse “engañado” por la concepción de la política en general y que, a pesar de reconocer que su partido es la organización más decente de la política española, “eso no quita que el contacto permanente con aquello que queremos superar, a veces hace que nos parezcamos a lo que queremos sustituir. Eso es una realidad. Y, en ese sentido, yo creo que Podemos cae en este tipo de problemas porque deja de tener tiempo para reunirse con un pequeño círculo, porque es más importante un minuto de televisión o es más importante aquello que te suma a la estrategia colectiva… Por eso pienso que Podemos tiene que dejar de mirarse en espejos que no son los suyos”.

Y agregó: “Yo creo que es verdad que desde que nace, Podemos tiene dos almas; una, el alma que viene del 15M, que tiene su origen en la indignación, la desobediencia, la irreverencia ante lo establecido, y luego, la propia conversión en partido político te sitúa en un ámbito institucional, con una serie de reglas, y caes en un juego de poder que a mí no me interesa.”

De esta manera, presentó su renuncia a Pablo Iglesias, quien la aceptó y que en pocas palabras respondió en rueda de prensa: «Ha sido maravilloso hacer este camino con él hasta aquí y vamos a seguir caminando juntos… Para mí, es un honor y un orgullo poder ser su amigo y compañero. Juan Carlos no es un hombre de partido, es un intelectual que necesita volar; su aguijón es más necesario que nunca, necesitamos su capacidad crítica y desde fuera de la dirección va a poder volar más alto.»

Al día siguiente, como atendiendo al reclamo de su amigo de volver a los orígenes y a las calles, el líder de Podemos se hizo presente en una concentración de los trabajadores técnicos de las contratas y subcontratas de Telefónica frente a la sede de la empresa en la Gran Vía de Madrid. Un poco tarde, ya que llevan 38 días de huelga ejemplar contra la precarización a la que los somete la multinacional telefónica.

Sin embargo, las causas de su lucha y la lucha misma, quedó desdibujada ante la presencia de los medios que, como era de prever, no le preguntaron nada relacionado con el conflicto de los telefónicos. La marea azul quedó tapada por la dimisión. A pesar de esto, Iglesias aprovechó los micrófonos y las cámaras para referirse al tema y dijo: «Creo que la dimisión de Juan Carlos Monedero no nos va a afectar. No nos va a restar votos. Nosotros seguimos trabajando para ganar las elecciones.»

Así, para hacer frente a las especulaciones, la cúpula y el propio Monedero presentaron la dimisión como una decisión personal de dar un paso al costado, dejar la dirección y volver a ubicarse como militante de base, lugar donde según él mismo, se siente más cómodo y tiene más que ver con el espíritu del 15M: «Yo creo que algunos de nosotros en Podemos tenemos que recuperar ese ámbito de las dos patas. Que haya gente que siga trabajando firmemente en el aparato electoral y en la construcción del partido en el territorio, y gente que siga pensando de una manera más libre hacia dónde vamos», señalaba Monedero.

Sin embargo la salida de Monedero significa mucho más que una renuncia en buenos términos. Es reflejo y síntoma de la crisis que atraviesa Podemos.

Crisis que se expresa, internamente, en la existencia entre las bases de sectores cada vez más descontentos y críticos con los métodos (burocráticos, donde todo se decide desde arriba), la estrategia (puramente electoral) y el programa (cada vez más reformista y menos rupturista) que la actual dirección viene llevando adelante. Porque este “descontento crítico” no es nuevo en la corta vida de Podemos. No viene de ahora, ni mucho menos de la mano de Monedero. Viene de sectores de la militancia de base de los círculos que desde un primer momento vienen reclamando y exigiendo un cambio de rumbo en la estrategia política y una vuelta a los orígenes.

En paralelo a la constitución de Podemos en partido político tras la Asamblea Ciudadana, varios círculos alertaron y expresaron sus discrepancias ante el giro conservador y en clave electoral, que Iglesias y Cía. (Monedero incluido, por supuesto) comenzaban a encarar. Un giro que consistió en lavar, mermar y disminuir el tono y el contenido de los discursos y las propuestas para asegurarse más votos. Un programa más “realista” según Iglesias y cada vez más alejado del espíritu del 15M y de la inicial propuesta rupturista y de izquierda con las que nació Podemos y se ganaron los cinco eurodiputados. Y, acerca de eso, Monedero no esgrimió crítica ni palabra alguna; más bien, todo lo contrario: fue arte y parte de este giro.

Por esto mismo, el alejamiento entre la dirección y las bases, la desatención hacia los círculos, a los que Monedero (ahora) hace referencia, son producto de esta política y orientación y no una consecuencia inevitable derivada del hecho de ser un partido político per se y del sometimiento a la lógica burocrática que esto mismo conllevaría.

Lo que lleva a parecerte a lo que quieres sustituir, no es el contacto permanente con ello. Lo que hace que te parezcas, es que no te diferencies. La crisis de Podemos no emana del hecho de ser un partido político que se presenta a elecciones. El problema radica en su contenido programático y en su estrategia política, ahora cada vez más cuestionados por la militancia de base y por la realidad de los hechos.

Hacia afuera, la crisis de Podemos se evidenció recientemente en las últimas elecciones andaluzas, donde no realizó un mala elección pero es verdad que se esperaba una mejor. Y esto enfrió los ánimos adentro y fuera de Podemos. En un artículo anterior, señalábamos que esto tenía que ver con que el discurso anticorrupción, de honestidad y transparencia, de recuperación de la democracia y de las instituciones a favor de los ciudadanos que tanto agitó Podemos durante la campaña electoral, se quedó corto y no bastó. No alcanzó para alterar significativamente el mapa político, sobre todo por carecer de una propuesta clara, diferenciada y a la izquierda de las propuestas del PSOE. Podemos no pudo ofrecer un programa concreto que dé soluciones a los principales problemas de la gente como el paro o el salario mínimo, por ejemplo.

La propuesta de Podemos para Andalucía se basó en hacer hincapié en el “cambio” que Podemos representa y en denunciar lo malo y corruptos que son el PP y el PSOE, pero no ha sabido ofrecer ni una sola propuesta programática que encare y concrete ese cambio del que tanto habla.

Los últimos datos del CIS correspondientes a abril confirman este panorama crítico. Podemos se desploma, con respecto a enero, al tercer lugar con un 16,5 % en intención de voto en unas generales, muy por detrás del PSOE que recupera la segunda plaza con un 24,3% pisándole los talones al PP que se lleva el primer lugar con un 25,6% de los votos.

Y es que la ilusión tuvo su peso en el surgimiento y formación de Podemos y si la ilusión cae, caen con ella los votos.

En este contexto y por esto mismo, decimos que Monedero no es Manolis Glezos. Su dimisión refleja mucho más que una decisión personal pero mucho menos que una crítica que cuestiona de raíz la estrategia política de Podemos. Monedero no se fue de Podemos, se fue de su dirección, pero se queda para pensar y reflexionar (en el espíritu del 15M y en las calles), no se queda para ser consecuente e ir hasta el final con su crítica dando una batalla política adentro y afuera contra el contenido programático que su dirección impulsa.

Por eso vemos que su dimisión de la dirección pero no del partido y sus criticas más superficiales que estructurales, son puro humo y más ruido que nueces y responden más a un doble reacomodamiento, hacia adentro y hacia afuera, ante esta situación de crisis, que a un verdadero cuestionamiento de fondo al proyecto político de la dirección de Podemos.

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[1].- Manolis Glezos es una legendaria figura de la izquierda griega. En mayo de 1941, cuando Grecia estaba ocupada desde hacía un mes por las tropas de la Alemania nazi, dos jóvenes, Manolis Glezos y Santas Apostolos, subieron a la Acrópolis y destruyeron la bandera con la cruz gamada que flameaba sobre Atenas. Su acción heroica es considerada el inicio de la resistencia contra la ocupación alemana. Ésta fue creciendo en una masiva guerra de guerrillas que un año antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial había logrado expulsar a las tropas de Hitler de la mayor parte del territorio griego. Hoy, a los 92 años, Glezos es diputado por Syriza en el Parlamento Europeo en Bruselas. El 22 de febrero, en una carta abierta de denuncia que difundió apenas firmadas las actas de capitulación ante la Troika por Tsipras y Varoufakis, pidió disculpas al pueblo griego por haber ayudado a crear esta ilusión, haciendo referencia a Syriza.

Por Carla Tog, Socialismo o Barbarie del Estado español, 14/05/2015

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