Oct - 8 - 2015

A partir del estallido de la crisis económica de 2008, los de planes de austeridad aplicados en Francia han sido más moderados que en el caso griego, español o en los comienzos del italiano por ejemplo. Sin embargo a partir de las reforma de las jubilaciones de 2010, que se saldó con una derrota a pesar de una enorme contestación, los ataques han continuado. La “menor crudeza” de los ataques respecto a lo que se ha llevado adelante en otros países de la eurozona, responde en parte a que se trata del segundo país en importancia en el armado de la Unión Europea y que cuenta además con una importante tradición de lucha. Por eso la burguesía toma nota de cuan enorme seria el costo de una política de shock al estilo griego y las respuestas que desataría: esto elevaría peligrosamente la temperatura de la lucha de clases.

Hay que señalar sin embargo que estos últimos años, la burguesía ha impuesto una serie de derrotas a la clase obrera, modificando la relación de fuerzas en su favor. Es por esto que asistimos a una multiplicación y a una profundización de los ataques sobre conquistas históricas de la clase obrera, que apuntan a poner finalmente la competitividad francesa a tono con la de Europa y del resto del mundo.

Desde sus inicios, el gobierno del PS con Hollande a la cabeza se ha puesto como objetivo “poner en orden la economía”, señalando la necesidad de recuperar la competitividad de la misma. La tasa de crecimiento es aún insuficiente, reflejando una recuperación lenta y débil, y no tan dinámica en comparación con sus vecinos europeos. Según un reciente informe del INSEE[1], el signo positivo de este año (+1,1% del PBI) se debe a las medidas adoptadas en los últimos años por el gobierno, como el CICE (Crédito de Impuesto para la Competitividad y el Empleo, consistente en una importante exención de impuestos a las empresas) y el Pacto de Responsabilidad de 2013 (que pretendía fomentar la contratación a partir de la reducción de las cotizaciones patronales). Es decir, el “crecimiento” se da sobre la base de aumentar las facilidades fiscales para las empresas, con las consecuencias que esto acarrea por ejemplo en el sistema de seguridad social.

En relación a la anti-obrera Ley Macron del 2014, el jueves 24/09 el Primer Ministro Valls anunciaba la puesta en práctica de uno de sus puntos más polémicos: la habilitación del trabajo dominical en las “zonas turísticas internacionales”, una vuelta de tuerca más en la liberalización de las condiciones laborales. Esto ya desató un conflicto en uno de los museos más famosos de Paris, el Museo d’Orsay, donde los trabajadores hicieron huelga contra la implementación de esta medida, que los obligaría a trabajar los siete días de la semana. Otro ángulo de ataque del gobierno es el régimen de seguridad social, particularmente en relación a la salud: mientras Valls avanzaba con el trabajo dominical, la Ministra de Asuntos Sociales y Salud Marisol Touraine declaraba su decisión de reducir el déficit de esta cartera. Esto pretende realizarse a partir de “desarrollar la atención ambulatoria (menos hospitalizaciones), generalizar el uso de genéricos, controlar la masa salarial”. Esa es la línea directriz por parte del gobierno para esta nueva etapa: reducción del déficit en el gasto público, es decir continuar la destrucción del Estado de Bienestar y las conquistas sociales que representa. Es por esto que hemos visto en los últimos meses importantes movilizaciones en el sector de la salud, con huelgas y manifestaciones que alcanzaron sus picos antes del verano y que comienzan a retomar con el comienzo del año.

En este marco jurídico-político impulsado por el gobierno de Hollande, las empresas pasan a la ofensiva con planes de reestructuración, por ejemplo a partir del aumento de la jornada laboral sin aumento de salario, así como la supresión de puestos (despidos, pre-jubilaciones, suspensiones). Esto se plantea en un reciente artículo de Le Monde: “En Francia, asistimos a un fenómeno de retención de la mano de obra: muchos jefes de empresas indican que pueden producir aún más sin necesidad de realizar nuevas contrataciones, subraya Eric Heyer, economista del Observatorio Francés de las Coyunturas Económicas, que estima que el sobrante de mano de obra es de 85.000 puestos”[2] (traducción nuestra). Un ejemplo de esta situación es el caso de Air France, que planea llevar adelante una reestructuración de personal en medio de la expansión o bonanza del mercado aéreo.

El “informe Combrexelle”: recuperar competitividad de la mano del dialogo social

En un nuevo capítulo de esta ofensiva aparece el « informe Combrexelle »: ha pedido del gobierno, el tecnócrata Jean-Denis Combrexelle, realizó un informe con la ayuda de un « grupo de expertos » sobre « La negociación colectiva, el trabajo y el empleo ». En el mismo, que fue publicado hace unas semanas, se preconiza introducir una serie de modificaciones en el Código Laboral: “a corto plazo (2016) luego de una concertación entre los diferentes actores sociales, clarificar y ampliar el alcance de la negociación social en los dominios de las condiciones de trabajo, del tiempo de trabajo, del empleo y de los salarios, dando prioridad a los acuerdos a nivel de la empresa.” Qué significa esto? Que entre el “acuerdo por rama” (es decir por sector industrial) y el “acuerdo por empresa”, el empresario podrá hacer valer el que sea más beneficioso para él, aprovechándose de la fragmentación de los trabajadores e imponiendo acuerdos más desfavorables en cada empresa particular.

El informe también propone : “Respecto de las condiciones de trabajo, ampliar el campo de la negociacion sobre los modos de organización del trabajo y de gestión ; sobre el tiempo de trabajo (…) abrir la negociación sobre el « umbral » a partir del cual se cuentan las horas extras ; sobre la contratación: permitir la negociación sobre las condiciones de contratación.” Es decir que cada empresa podrá negociar una serie de aspectos que hasta el momento venían dictados por el Codigo de Trabajo o por las convenciones colectivas por rama: se abre asi la posibilidad de acabar con la jornada de 35 horas semanales, de establecer contratos basura a nivel de la empresa y de flexibilizar las condiciones de trabajo.

Es una reforma en absoluta y profunda sintonía con las anteriores, aunque con la particularidad de apuntar de manera directa y sin rodeos a la capacidad de resistencia de la clase trabajadora frente a los ataques patronales y gubernamentales, apuntar directo contra su capacidad de organización y respuesta, apoyándose en profundizar su atomización. Las dirigencias sindicales por el momento se aprestan a seguir con la estrategia de la fragmentación y el rechazo a medidas contundentes, activas. Las principales confederaciones se harán presentes en la convocatoria del 18 de octubre a la “Conferencia Social”, espacio de diálogo formal y superestructural que pretenderá legitimar la medida en curso.  Más allá de la convocatoria del 8 de Octubre (que quedó en una simple “jornada de movilización” sin llamado a una huelga general), no hay ninguna voluntad de construir una gran huelga general con la propuesta de un plan de lucha discutido en asambleas para derrotar esta y las demás iniciativas propatronales del gobierno. A pesar de la reacción por abajo, que se expresa por ejemplo en la lucha de los hospitales, la burocracia sigue una política de desgaste y aislamiento de las luchas en curso, mientras se niega a interpelar a aquellos trabajadores que están por fuera de las organizaciones sindicales.

Ese “dialogo social” busca esconder los intereses de clase detrás de una retórica de “unidad nacional” donde los trabajadores deberían sacrificarse para reflotar la competitividad de la economía francesa a costa de su superexplotación. Al mismo tiempo, se trata de una trampa, que desvía a los trabajadores de la lucha y los confina a la pasividad impidiendo todo desarrollo de una contestación. De ahí que la participación de las centrales sindicales al “dialogo social” sea el primer acto de enterramiento de la lucha: hay que exigir que este “dialogo” sea boicoteado y que las direcciones sindicales no participen del mismo.

El ajuste en curso no constituye un problema meramente sindical o que podría resolverse empresa por empresa o sector por sector. Al contrario, se trata de un plan de conjunto de la burguesía y de sus gobernantes afines para salir de la crisis económica sentando las bases para una correlación de fuerzas desfavorable para los trabajadores: se trata de hacerles pagar el costo de la crisis.

Poner de pie al movimiento obrero de la mano de una política clasista y de lucha

Sin dudas uno de los problemas fundamentales radica en la construcción de la contestación a los ataques que señalamos. Esto pasa por la construcción de amplias movilizaciones, huelgas y en primer lugar por el impulso de la organización independiente de las bases con la perspectiva del desborde a las direcciones actuales, así como la unificación de todas las luchas, integrando a los trabajadores que estén por fuera de los aparatos sindicales, a la juventud como a la población en su conjunto. Esta respuesta y reagrupamiento para la lucha contra la avanzada de la política de austeridad del gobierno tiene que plantearse a su vez una salida global de la mano de un programa anticapitalista para enfrentar la crisis. Este programa no puede reducirse únicamente a la cuestión francesa sino que debe dar respuesta al conjunto de los países europeos cuyos trabajadores y jóvenes sufren las consecuencias de la crisis capitalista actual y vienen desarrollando importantes luchas contra la misma.

Una forma para hacer concretas estas discusiones y perspectivas es dar un carácter activo a la jornada del 8 de octubre, que debería tener como uno de sus ejes principales el construir una amplia movilización impedir que se implementen las medidas preconizadas en el “Informe Combrexelle”. Hay que discutir en cada estructura laboral, estudiantil, juvenil o barrial como poner en pie un programa alternativo al del gobierno, la derecha y la ultraderecha, que contemple los intereses de los trabajadores, la juventud y el conjunto de los explotados y oprimidos.

La izquierda revolucionaria tiene el enorme desafío de tener una política que se haga eco de los ataques y se plantee ser uno de los actores en la construcción de la contestación, llamando a los trabajadores a confiar solamente en la fuerza de su organización y movilización independientes. Hay que alentarlos a tomar un rol político activo contra el gobierno patronal pro-austeridad que los coloque como una alternativa de conjunto, la única alternativa capaz de dar una respuesta a la crisis capitalista desde los intereses de los explotados y oprimidos.

[1] El instituto oficial de estadísticas.

[2] http://www.lemonde.fr/economie/article/2015/10/01/l-economie-francaise-eternelle-convalescente_4780542_3234.html

 

Por Luz N. (desde Paris), Socialismo o Barbarie, 08-10-15

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