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Jul - 21 - 2016

El 18 de julio pasado se cumplieron 80 años del golpe de Estado que parte del Ejército, con la colaboración de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, llevó a cabo contra la Segunda República. Se desencadenó así la Guerra Civil española, que finalizará en 1939 con el triunfo de Franco sobre el bando republicano (¡abandonado a su suerte por las “democracias occidentales”!) y el establecimiento de la dictadura franquista hasta la muerte del dictador en 1975.

Revolución y contrarrevolución

80 años después, la Guerra Civil continúa siendo un hecho sobre el cual se han derramado (y se derraman) ríos de tinta, se filman películas, se hacen documentales, se escriben tesis doctorales y sus fotografías siguen recorriendo el mundo en exposiciones y muestras de arte. Sin embargo, las nuevas generaciones del Estado español desconocen la profundidad y alcance de esta gesta heroica en lo que hace a la comprensión, apropiación y aprehensión de su significado político y estratégico, y de las lecciones y el legado que nos dejó la que fue una de las revoluciones sociales más profundas del siglo pasado.

El acercamiento o la visión más común que las jóvenes generaciones tienen de la Guerra Civil se reduce a un episodio lamentable. Un capítulo negro de la historia española que dividió en dos a la sociedad entre fascistas y republicanos y que finalizó con el triunfo de los primeros y la derrota de los segundos hasta el regreso, treinta años después, de la democracia de los ricos y la monarquía consagradas con la transición y la Constitución de 1978.

Y esto se debe a que existe una historia soslayada, basada en el esfuerzo consciente y en la complicidad sin principios del PSOE y el PCE, por esconder, tapar y negar el balance y el valor de, como está dicho, una de las más grandes revoluciones del siglo XX y, junto con ello, barrer bajo la alfombra una tradición: la del marxismo revolucionario.

Por esto también es que ochenta años después, la Guerra Civil es un “ring” donde se dirimen balances, valoraciones y reivindicaciones tan distintos como nada desinteresados. Porque la Guerra Civil no sólo significó la guerra contra el fascismo y la defensa de la “democracia” y los valores republicanos, como versa la historia oficial. Significó también, además y por sobre todo, la lucha por derribar al capitalismo y construir una sociedad socialista.

La Guerra Civil fue una de las gestas más grandiosas de la historia de la lucha de la clase obrera, los explotados y oprimidos, a la vez que una tragedia, no sólo por la vidas humanas que se llevó, sino porque la posibilidad de la transformación social se vio (lo que no quiere decir que así sea para siempre) frustrada.

Un rico y profundo proceso que no sólo significó la división y el enfrentamiento de la población en dos bandos, sino que contrapuso, en la arena práctica de la lucha de clases, la revolución y la contrarrevolución. Contrarrevolución no sólo franquista y de los sectores conservadores y de derechas, sino también la contrarrevolución estalinista, que a cada paso se revelaba como enemigo y freno de la revolución (la excusa era “primero la guerra, después la revolución”) y su política del frente popular: la alianza entre los partidos de la clase obrera con sectores o alas “progresistas” o de izquierda de la burguesía, para mantener el proceso en los límites del capitalismo y la propiedad privada. Estalinismo que, por lo demás, se dedicó a asesinar al eminente dirigente del POUM, Andrés Nin, además de toda otra serie de militantes, para imponer su política contrarrevolucionaria.

La guerra y la revolución fue el “banco de pruebas”, la arena práctica en la que se probó la política verdaderamente revolucionaria, que opuso a Trotsky, que peleaba por una política y programa marxista para España y una alternativa independiente al gobierno de Frente Popular, con el centrismo del POUM y el anarquismo, que lamentablemente terminaron siendo parte del mismo (Nin ministro de Justicia en la Generalitat catalana; varios de los más connotados dirigentes anarquistas como parte del gabinete de ministros a nivel del Estado español).

Una reivindicación con gusto a poco  

Como ya hemos dicho, no es la misma valoración que del proceso de la Guerra Civil se hace desde la “izquierda tradicional” (PSOE y PCE) y se expresa en la línea editorial de la prensa progresista. Pero tampoco ha sido esta la reivindicación que se hizo desde el gobierno catalán de la Generalitat de Puigdemont y el Ayuntamiento de Ada Colau.

80 años después, en la Barcelona de la toma de la Telefónica, de los combates de Orwell, y de las patrullas de anarquistas y socialistas que fueron las dueñas del orden público y la «administración de justicia» ante la pasividad de la Generalitat, la alcaldesa del cambio, Ada Colau, ha ordenado que en todos los distritos de la ciudad se lea el poema Oda a Barcelona, de Pere Quart y se interprete el himno de la alegría de Beethoven «en conmemoración del ochenta aniversario del inicio de la guerra y la revolución en Barcelona», según el aviso municipal cuyo afiche promocional lleva el texto «jo vull la pau, però no vull l’oblit» («yo quiero la paz, pero no el olvido”) del poeta Màrius Torres y la imagen es la de una mujer miliciana y firma el Ayuntamiento de Barcelona. Asimismo, Carles Puigdemont presidió un concierto en el Palau, «El último ensayo; memoria de los ochenta años de la guerra civil española» y Carme Forcadell presidió en el Parlament un «homenaje a los diputados y trabajadores del Parlamento de Cataluña que fueron víctimas del régimen franquista». Así pues, un amplio despliegue institucional con ocasión del 18 de julio se puso en marcha, según Colau, para «recordar y homenajear a los hombres y mujeres que defendieron la Barcelona popular e igualitaria, los derechos sociales y nacionales alcanzados y los valores universales de la paz, la democracia y la libertad»…

Por supuesto que no estamos en contra de homenajear a los que defendieron la Barcelona popular e igualitaria, pero sí del carácter estrecho de las actividades que se hicieron.  El Ayuntamiento y la Generalitat reivindicaron el 18 de julio con poemas, actos y conciertos. No tenemos nada contra ellos, pero se trata de una forma muy destilada de reflejar el espíritu militante que motorizó la Guerra Civil, como las movilizaciones de masas, las milicias, la autoorganización, los voluntarios venidos a combatir de todo el mundo. Estamos en contra de festejos que colaboran con la historia oficial, y las simples y lacrimógenas efemérides recordatorias. Estamos en contra de esta reivindicación pasiva y despolitizada que diluye en la generalidad de “la lucha contra el fascismo y en la defensa de la democracia” la lucha específica por una alternativa independiente y de clase que peleara por el socialismo. Diluir la alternativa revolucionaria en los valores generales republicanos es esconder la alternativa anticapitalista, socialista, encarnada por miles de mujeres y hombres que cayeron, que pelearon no sólo contra el fascismo, sino también contra el freno y la persecución estalinista, por transformar la guerra en una abierta revolución social donde la clase obrera tomara el poder desplazando al gobierno burgués de la II República.

80 años después se trata de redoblar los esfuerzos contra el intento de eludir todo balance serio y profundo de la Guerra Civil, contra todo intento por negar y/o desvirtuar su valor y contenido revolucionario, y contra toda reivindicación superficial y descremada que lo único que hace es colaborar y potenciar el abrumador dominio de la democracia burguesa reflejada en la conciencia bajo la subrepticia idea de “dejar atrás los totalitarismos”. Se trata en síntesis, de un esfuerzo militante por el rescate de la memoria histórica de la lucha de los explotados y oprimidos y de la pelea por la conciencia revolucionaria y socialista de las nuevas generaciones.

Vaya entonces desde estas páginas una valoración y reivindicación militante de esta histórica y heroica gesta a la luz de hoy. Enseñanzas, lecciones, que ayuden y aporten a la formación política de las nuevas generaciones y a la necesaria construcción de partidos revolucionarios en el Estado español. Porque la única manera de honrar su legado es continuar la lucha contra el capitalismo y por liberar a la humanidad de las cadenas de la miseria, la opresión y la explotación, militando por la revolución obrera y el socialismo.

Por Carla Tog, Barcelona, 20 de julio 2016

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