Ago - 11 - 2016

Una vez más tenemos a las Olimpiadas como casi única noticia en los medios. La competición más selectiva en el mundo, con el nivel más alto entre casi todos los países, suma también a deportistas que compiten bajo las banderas de refugiados.

Es que estos juegos, como otros que se sucedieron en la historia, no están lejos de las cuestiones políticas. La cosa es que Brasil no está viviendo un clima de mucha fiesta para tal evento. Eso se vio desde el primer día cuando el propio presidente Michel Temer fue abucheado en pleno estadio de Maracaná, cuando habló para inaugurar los juegos.

Las primeras protestas se produjeron en Brasil desde que la antorcha olímpica realizó su recorrido por el  territorio del país. Se sucedieron innumerables protestas contra la organización de unos juegos que en nada benefician a la población y que el común de la gente no podrá participar en los eventos deportivos por los altos costos de entradas. Son lujos que la clase trabajadora no puede darse en condiciones de sobrevivencia, que dejan a Brasil como el campeón mundial en desigualdad.

Quedo instalado el “¡Fuera Temer!”

Los medios de comunicación se jugaron constantemente a esconder el descontento hacia el presidente de turno en la apertura de los juegos. Pero no puedo ser disfrazada la insatisfacción de la gente.

Cuando Michel Temer da como  iniciado los juegos en un discurso que sólo demoró 30 segundos, los abrumadores y estruendosos abucheos fueron transmitidos a todo el mundo.

Ya sabiendo lo que iba a suceder, el Comité Olímpico Internacional (COI) rompió el protocolo y no anunció abiertamente que el presidente hablaría. En cierta forma, Temer se coloca como un traidor. En las redes sociales se volvió a recordar cuando Lula anunció que la sede de los juegos seria Rio de Janeiro. Temer, en ese momento, estaba en los pasillos bien agarrado del PT. Hoy representa la ofensiva reaccionaria para sacar al PT del gobierno.

El momento que está pasando Brasil, es el de una época de ajustes en la política. Esto se da en dos planos: uno inmediato, medido por las reacciones populares; y otro más cauteloso, peligroso y silencioso, que son las contrarreformas propuestas por el gobierno. Es un trabajo para satisfacer a los grandes capitales industriales y financieros.

Una de las funciones que tienen estos juegos, es colocar una cortina de humo que tape lo que está por venir.

Un poco de la historia olímpica y política

Los Juegos Olímpicos están llenos de acontecimientos políticos. Desde sus principios se dieron relacionados con disputas geopolíticas que van más allá del propio deporte. Uno de los casos más famosos fue el de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 con el  gobierno nazi ya instalado, e utilizando las Olimpiadas para  propagar su ideología. También cuentan los innumerables boicots que propician los países involucrados en conflictos étnicos, raciales y políticos.

Bien emblemáticos fueron también los de México en 1968, cuando los estadounidenses Tommie Smith y John Carlos consiguieron el primer y tercer lugar en los 200 metros en atletismo realizando el saludo del Black Power (Poder Negro). Lo hicieron descalzos, como todo un simbolismo de la lucha por derechos de los afroamericanos, en el momento en que se toca el himno nacional del país imperialista.

La represión no se hizo esperar. Fueron expulsados de la villa olímpica y no podrán competir nunca más en su vida. También el australiano Peter Norman, que había llegado en segundo lugar, va a sufrir las consecuencias por su apoyo. Hoy esos resabios están todavía presentes, aunque el COI, hipócritamente, quiere esconder todo intento de política.

Pero la intervención política está siempre presente. Basta preguntarse, ¿para qué sirven los juegos? En primer lugar, es una forma de supremacía de algunos países. Es que el deporte también es utilizado desde los Estados como demostración de fuerza, que se relaciona con la geopolítica y la economía. Brasil, que hoy está en caída, era parte de unos BRICS cuando se lo eligió como sede. Pero hoy ha quedado bastante relegado.

A su vez, los países imperialistas en los Juegos Olímpicos, se presentan sutilmente al mundo como “invencibles”. Así, los “valores olímpicos” reafirman los poderes económicos y políticos a nivel mundial.

Es una demostración ese poder ante el mundo, con una lógica aceptación en unos juegos que se los viste de “fraternos”· pero que en el fondo son una competencia de puro poder geopolítico.

Si no, que países se disputan las mayores cantidades de medallas. Hoy tenemos a EEUU y China en una contienda que viene casi desde la caída del Muro de Berlín en 1989. Antes, la cosa era entre EEUU y la Unión Soviética. Las olimpíadas eran una continuación de la “guerra fría”, con boicots incluidos.

Otra de las cuestiones que traen los juegos es colocar las capacidades de los deportistas a un nivel que para nada es saludable –esto estriado por las grandes marcas y la saciedad de competición– para hacerlos más “espectaculares”. Así venden un producto que mueve billones.

Ante esto la degradación de las personas para nada le interesa al COI. Los junta también el manejo que tienen las marcas deportivas y cómo se instrumentaliza el deporte. ¡Quien no siga las reglas del juego, puede dar por terminada su carrera si uno quiere cambiar de marca de zapatillas!

La hipocresía olímpica

En materia de organización tampoco son pocas las manchas negras, hay para todos lados. Hubo innumerables irregularidades, atrasos en las obras proyectos inacabados… todo sumado a que esto no traerá casi ningún beneficio a la población. Esta colmado de gastos innecesarios que luego terminan pagando los trabajadores como ya aconteció en la Copa del Mundo del 2014, la construcción de “elefantes blancos”, estadios que solo se usan unos días y luego nunca más son útiles.

Otro de las hipocresías desmentidas por la realidad, fue que el día de la apretura  se represento a Brasil como “el país de la sustentabilidad” y de “la protección del medio ambiente”. ¡Nada más falso en un Brasil, donde los intereses inmediatos del capital lo hace totalmente depredador de la naturaleza!

Esa gran mentira se demuestra con la construcción del una cancha de Golf en el terreno de una reserva ambiental. La destrucción del medio ambiente en aras de los juegos, se vio hasta en anécdotas como la muerte de un jaguareté, por “comportarse en forma extraña” después de desfilar con la antorcha olímpica  por la ciudad de Manaos.

Pero quizás la falta más nauseabunda de estos Juegos fue la promesa incumplida del gobierno de Rio de Janeiro de depurar el aire de la ciudad y el agua de la Bahía de Guanabara, tarjeta postal de los turistas donde iban a hacerse los deportes de vela.

El aire no mejoró y la Bahía rebozaba de inmundicias. Allí son arrojados 18.000 litros de residuos por segundo, sin que el gobierno haga ningún tratamiento. La Bahía de Guanabara sigue siendo la cloaca de Río de Janeiro. El pescador Alex Sandro dos Santos concluyó lo siguiente: “La gente tenía la esperanza de que alguna cosa fuese a mejorar con las Olimpiadas. Pero nada aconteció: la esperanza es cero”.

Por último, señalemos que hacer actividad política dentro de los estadios estuvo prohibido, por lo menos en los primeros días. Así lo dispuso un decreto de Dilma, tres días antes de salir del gobierno.

Repetidas veces de vio a asistentes portar carteles con la típica frase “Fora Temer”. Las fuerzas de seguridad se los sacaban inmediatamente. Luego, al parecer por un mandato judicial, se pudo revertir esta situación de terror. Pero queda el hecho de que uno debe apelar a la justicia para poder tener un cartel en un evento de las Olimpíadas.

En conclusión: los juegos nunca fueron ni serán solamente eventos deportivos. Hoy son una forma de hacer grandes negocios y un modo de justificar la dura realidad que los trabajadores viven en Brasil y en todo elmundo.

Por Martín Camacho (SoB Brasil), desde Rio de Janeiro - 11/8/16

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