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Ago - 18 - 2016

Esta última semana fueron noticia los múltiples discursos pronunciados por el candidato presidencial del Partido Republicano.

Todos ellos se caracterizaron por un marcado tinte reaccionario, cuestionando desde la derecha el consenso “progresista” existente con respecto a varios temas.

En el último de ellos, la temática fue la opresión racial hacia los afroamericanos. Aquí se ubicó de lleno en el campo de la defensa de la nefasta institución policial, manchada de sangre y ampliamente desprestigiada. El contenido del discurso incluía la afirmación de que “el problema no es que haya demasiada policía, sino que no hay suficiente”. Reivindicó también de manera explícita los métodos de mano dura brutal del ex alcalde neoyorquino Rudolph Giuliani, que estableció el terror policial en las calles contra la comunidad negra.

Trump se refirió a los disturbios en la ciudad de Milwaukee (Wisconsin), originados por los asesinatos de afroamericanos a manos de la policía. Realizó allí una provocación en toda la línea al sostener que esos disturbios “no habrían ocurrido si se hubiera aplicado la política de Giuliani”. La comunidad negra denuncia precisamente que son los métodos de Giuliani (“primero disparar, luego preguntar”) los que llevaron a la masacre sistemática de afroamericanos en todo el país.

Sin embargo, intentó darle a su defensa de los asesinos racistas uniformados un tono populista. Criticó la política del Partido Demócrata, que destruyó las fuentes de empleo a través de la “apertura de los mercados” llevando a la comunidad negra a un fuerte aumento de la pobreza. Denunció también las malas condiciones educativas y de infraestructura. De manera oportunista, intentó hacer recaer exclusivamente en la administración demócrata la falta de perspectivas y de futuro que se vive en los barrios populares de EEUU -obviando la situación estructural de opresión que sufren los negros por parte del capitalismo norteamericano, del cual los republicanos son fervientes defensores. Por eso sostuvo que los demócratas “traicionaron a los afroamericanos” y que había que disputarles su voto.

Trump criticó también al “corrupto sistema político”, diferenciándose del mismo a partir de que él “se paga su propio camino”. Es decir, reivindica su ubicación de burgués auto-financiado ya que eso lo liberaría supuestamente de las presiones externas. Un mito que se demostró falso en infinidad de ocasiones, además de que como burgués posee también sus propios intereses y una visión global de la política basada en la defensa de la clase dominante.  Y esto sin ni siquiera tener en cuenta que también recibe el financiamiento de importantes corporaciones además de la suya propia.

En discursos anteriores, Trump se centró en problemas de política exterior, dando varias definiciones. La principal es que el eje de la política internacional debería ser “la lucha contra el terrorismo islámico radical”. Para ellos propone un sistema de filtros contra la inmigración proveniente de los países “inestables y hostiles” (es decir, de Medio Oriente), ya que considera que los inmigrantes son el principal vector de transmisión del terrorismo. Esto es completamente falso, ya que en todos los grandes atentados de los últimos dos años perpetrados en EEUU y Europa, los autores eran ciudadanos de los propios países, nacidos y criados allí.

Otra de las definiciones de Trump es la defensa de la prisión de Guantánamo (ubicada en suelo cubano), conocida por la utilización sistemática de la tortura en la indagación de los prisioneros. Las imágenes de Guantánamo (y de las prisiones yanquis en Medio Oriente), donde se humilla al máximo a los reclusos y se ofende a su cultura y religión, son siempre citadas como una de las principales motivaciones para la radicalización islamista, alimentando camadas enteras de terroristas. Pero Trump parece convencido de que la tortura y la humillación son métodos, además de admisibles moralmente, productivos a la hora de obtener resultados prácticos.

Sus discursos de política internacional también incluyeron otras declaraciones pintorescas. Por ejemplo, la crítica a EEUU por no haberse apropiado del petróleo iraquí tras la guerra de 2003, ya que «En los viejos tiempos, cuando ganábamos una guerra, el vencedor se quedaba con el botín (…) en vez de eso, todo lo que sacamos de Irak y nuestras aventuras en Medio Oriente fue muerte, destrucción y una enorme pérdida financiera»[1].

Trump reconoce, sin embargo, que la guerra de Irak fue un error, centralmente porque el vacío político que generó permitió el surgimiento del Estado Islámico. Aún en sus bravuconadas imperialistas debe dar cuenta de que la política “neo-con” fue un absoluto fracaso. Esto es sintomático de la debilidad estructural en la que se encuentra la posición geopolítica norteamericana.

Este punto parece reflejarse también en sus reiteradas sugerencias de acercamiento a Rusia, en una aparente contradicción con la línea tradicional de la burguesía yanqui. Se discute mucho en la prensa internacional acerca de las motivaciones para ello, citándose en primer lugar la existencia de negocios en común (y hasta financiamiento) entre la burguesía rusa y el imperio Trump. Pero no puede ignorarse un elemento geopolítico estructural ligado a la necesidad de EEUU de reafirmar su posición en el mundo ante su propio declive permanente y el ascenso de China. El propio Obama ya comenzó a explorar el camino de la colaboración con Putin en los asuntos de Siria.

Todos estos discursos se enmarcan en un momento especialmente malo de la campaña de Trump: las encuestas lo ubican muy por debajo de la intención de voto de su rival demócrata Hillary Clinton. Su perfil provocador y el cuestionamiento por derecha de todo lo existente no parece estar, por el momento, inclinando la balanza en la sociedad norteamericana. Aunque esto no podrá verificarse sino hasta el momento mismo de la votación en noviembre: esta es, por ejemplo, la enseñanza que dejan los resultados del referéndum por el “Brexit” en el Reino Unido, que sorprendieron a todo el planeta.

En cualquier caso, la derrota del “consenso derechista” que intenta generar Trump solo puede obtenerse con la movilización masiva de los trabajadores, la juventud, los afroamericanos, los latinos, las mujeres, las minorías sexuales, y todos los explotados y oprimidos de Estados Unidos. No puede depositarse un milímetro de confianza en la falsa alternativa de Hillary Clinton, representativa de los intereses del establishment imperialista y por lo tanto incapaz de ofrecer una verdadera salida a las grandes masas populares.

[1] “Trump pide un control total de inmigrantes” Rafael Mathus Ruiz PARA LA NACION, Martes 16 de agosto de 2016 – http://www.lanacion.com.ar/1928474-un-trump-en-estado-puro-pide-el-control-total-de-los-inmigrantes

Por Ale Kur, SoB n° 393, 18/8/16

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