Sep - 15 - 2016

En otra nota en esta misma edición establecimos los paralelismos entre el proceso en curso en Brasil y la Argentina. En esta queremos dedicarnos más específicamente a la política de la izquierda en ambos países.

Lo primero, la lucha contra el gobierno

Con el cambio de gobiernos en Argentina y Brasil cambiaron las coordenadas políticas tal cual se venían llevando adelante en el período anterior. No es lo mismo una política cuando se trata de gobiernos que expresan una férrea unidad burguesa en torno a ellos que cuando hay división de la clase dominante. Tampoco es igual la política frente a gobiernos de frente popular, de conciliación de clases, que frente a gobiernos de ofensiva burguesa reaccionaria.

Ocurre que cuando se trata de gobiernos de unidad burguesa, se reafirma el criterio político fundamental de que la política de los revolucionarios arranca de la lucha contra dichos gobiernos, gobiernos que expresan de manera acabada la conocida sentencia de Engels: los gobiernos burgueses no son otra cosa que la junta ejecutiva encargada de llevar adelante los asuntos comunes de los capitalistas.

Claro que en la escena política siempre hay varias fuerzas burguesas y no sólo una. En Brasil y Argentina, además de Temer y Macri, están los K y el PT: fuerzas a las que tenemos que disputarles la dirección del movimiento de masas.

Sin embargo, se cometería un error de leso marxismo (error que expresan acabadamente el PSTU en Brasil y el PO –con el PTS a la rastra- en la Argentina), si se igualara a todos los actores burgueses. Un aspecto fundamental del marxismo es saber diferenciar los matices: por ejemplo, si una fuerza política está a cargo del gobierno o no. Otro aspecto fundamental es que la política revolucionaria parte siempre de la lucha contra el gobierno: contra el ejecutor concreto, nacional, de los planes capitalistas[1].

Ese es el crimen que están cometiendo el PSTU en Brasil y el PO y el PTS en la Argentina: su política parte de cualquier consideración (en el caso del FIT, consideraciones de mini aparato electoral), menos de la necesidad de unificar la lucha para derrotar los planes del gobierno[2].

Unidad de acción en las calles

Esto que venimos señalando los lleva a desconsiderar la unidad de acción en la calle. Desde ya que las fuerzas burocráticas y burguesas son inconsecuentes. Pero al ser ellas las que dirigen el movimiento de masas y no nosotros, es un verdadero crimen político no aprovechar cualquier contradicción, cualquier llamado a la movilización por insuficiente que sea, para intentar desarrollar a fondo la pelea, incluso explotando la posibilidad de ir más allá de lo que quieren estas direcciones en el curso mismo de la lucha.

Esto no es pura “teoría” o “abstracciones”. Dos ejemplos recientes en la Argentina y Brasil expresan lo que estamos afirmando. El pasado viernes 2/9 ambas CTA convocaron a la Marcha Federal, marcha que culminó en una masiva concentración de más de 100.000 personas en una Plaza de Mayo colmada, cuya principal consigna coreada por los asistentes fue la exigencia de “paro general”. El PTS directamente llamó a no concurrir a la marcha (¡una vergüenza sin nombre!) y el PO tuvo una política centrista y maniobrera por la que terminó no ingresando en la Plaza.

El hecho es gravísimo porque se trata de un abierto curso oportunista y electoralista: la elevación ultimatista, por fuera de la lucha de clases, de una cooperativa electoral como “alternativa” a los K, en vez del desarrollo de una alternativa independiente desde el curso mismo de la lucha, así como también electoralmente.

Dos días después, domingo 4/9, el PSTU de Brasil en la convocatoria por el “Fora Temer” en la avenida Paulista, pleno centro de San Pablo y que reunió 100.000 personas, se negó a convocar a dicha marcha con el argumento que la movilización sería “por la vuelta de Dilma Rousseff”… No se sabe si ellos mismos se creyeron su ridículo argumento, ¡el hecho es que ni siquiera el PT está por la vuelta de Dilma!

En ambos casos se trata, además, de una pérdida de proporciones: la izquierdea revolucionaria tiende a crecer pero esto todavía es limitado: seguimos siendo fuerzas de amplia vanguardia, con una más extendida influencia electoral (caso argentino del FIT y el NMAS o del PSOL en Brasil), ¡pero en términos orgánicos tanto el PT como la burocracia sindical argentina nos pasan el plumero!

Perder estas proporciones está al servicio de una política que en la forma es sectaria, pero de contenido es profundamente oportunista: es oponer electoralismo al curso real de la lucha de clases, a la disputa real en la movilización, que en el caso de la Plaza de Mayo hubiera podido expresarse en una gran columna independiente de la izquierda.

Una alternativa independiente

La construcción revolucionaria tiene todo tipo de desigualdades y sería necio sostener un abordaje mecánico de la misma. Es un hecho hoy que electoralmente hay una proyección mayor que a nivel orgánico: negarse por esto a participar en elecciones y aprovechar a fondo las posibilidades que esta participación nos da, sería ridículo[3].

Pero un error simétrico sería ignorar que esta desigualdad existe y es muy grande. Para cerrar esta brecha no sirve contraponer acciones de mini aparato -o en el terreno puramente electoral- a las convocatorias de masas del reformismo y la burocracia[4].

Claro que no se trata solamente de la unidad de acción para derrotar a los gobiernos reaccionarios, sino de abrir un rumbo político independiente, lo que implica disputar con los K y el PT (la dirección mayoritaria del PSOL se caracteriza por capitular en este último aspecto). Pero es imposible hacer esto sin partir del terreno real de los acontecimientos: dándole la espalda a las acciones reales convocadas por el reformismo, sólo porque no nos gustan estas direcciones.

La construcción de una alternativa revolucionaria debe hacerse en todos los terrenos, pero sobre todo partiendo del terreno real, material, de la lucha de clases. Sólo de esta manera podremos transformar nuestra influencia electoral difusa en una influencia orgánica en el seno de los trabajadores; influencia orgánica en la que todavía estamos muy débiles tanto en Argentina como en Brasil. 

1 Causa sorpresa cómo el PSTU de Brasil, que se considera “morenista”, olvidó una de las más elementales enseñanzas de esa valiosa obra de Nahuel Moreno titulada “La traición de la OCI” que arrancaba, precisamente, de esta afirmación: la necesidad que la política de los revolucionarios arranque enfrentando al gobierno burgués de turno.

2 En el caso del PTS, agreguemos de paso el hecho que su grupo en Brasil viene teniendo una política casi diametralmente opuesta a la de la Argentina: exagerando las cosas de manera unilateral hablan de “golpe de Estado” en dicho país, definición que de ser aplicada consecuentemente lo llevaría a capitularle en toda la línea al PT…

3 Este es el argumento justificatorio que enarbola el PSTU en Brasil, en vez de revisar qué hizo mal para no obtener participaciones electorales como las del FIT o incluso el Nuevo MAS en la Argentina.

4 Una característica de la lucha de clases en la Argentina en el último periodo es que ha habido pocas luchas independientes, con desborde a la burocracia.

Por Roberto Sáenz- SoB n° 397, 15/9/16

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