Sep - 29 - 2016

En Cartagena de Indias, el gobierno de Bogotá y las FARC refrendaron los “Acuerdos de Paz” ante una numerosa delegación internacional encabezada por EEUU y Cuba, la Unión Europea, la ONU y el Vaticano

“Nuestra única arma será la palabra” (Timoleón Jiménez, “Timoshenko”, discurso de Cartagena, 16/06/2016)

“(El ex-presidente) Uribe sólo tiene la obsesión del ‘castrochavismo’, cuando sobran los ejemplos enteramente distintos de ex-guerrilleros en el poder. Aun en el caso de que las FARC llegaran a ser gobierno, ¿por qué no sería al estilo del presidente uruguayo Mujica, del salvadoreño Sánchez Cerén y de Dilma Rousseff  en Brasil?… Al ver a ‘Iván Márquez’ [uno de los principales comandantes de las FARC] y sus compañeros estrechar manos y echar discursos, es inevitable pensar en la política tradicional: una dosis de simpatía popular y otra de buses y almuerzos.” (Álvaro Sierra, “¿Tienen las FARC futuro en política?”, El Tiempo, 10/03/2016)

Finalmente, el lunes 26, en una ceremonia transmitida a todo el mundo, en la histórica ciudad de Cartagena, Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) representadas por su comandante, Timoleón Jiménez (“Timoshenko”), firmaron un “Acuerdo de Paz”. La negociación duró años. Oficialmente, comenzó en septiembre de 2012 en La Habana, Cuba, pero fue precedida por un lapso de consultas secretas, en las que habrían jugado un papel importante el fallecido presidente Chávez y también el Vaticano.

El Acuerdo será sometido a un plebiscito para su aprobación definitiva el próximo domingo 2 de octubre. Aunque al día de hoy se descuenta que habrá mayoría por el “Sí”, existe cierta incertidumbre. Las cifras de los sondeos de opinión han tenido oscilaciones demasiado amplias y “anormales”… incluso para esta época mundial de inestabilidad y malhumor político-social que viene dejando a las encuestadoras cada vez más desacreditadas.

Dentro de este panorama, uno de los hechos más notables fue el contraste entre la unanimidad mundial a favor de los acuerdos a nivel de los gobiernos, las instituciones internacionales (ONU, UE, etc.) y la Iglesia, y la fuerte división que reina en Colombia, especialmente al interior de la burguesía.

Un rasgo de la actual situación mundial es que por arriba (y también por abajo) crecen las diferencias y tensiones. Pero en el acto de firma de los acuerdos podía verse a todos –John Kerry, Raúl Castro, Monseñor Parolín (enviado del Papa) y “tutti cuanti”– aplaudiendo fervorosamente. Lo mismo habría sucedido si Putin y Xi Jinping  hubiesen viajado a Cartagena. Aunque no estuvieron presentes, sus gobiernos también celebran desde Moscú y Pekín.

Si alguna duda había de esta unanimidad, la despejó el FMI. Christine Lagarde –implacable con Grecia y demás víctimas del capital financiero–, anunció que daría a Colombia un crédito de 11.000 millones de dólares en condiciones excepcionales y ultra flexibles para facilitar los Acuerdos.

División por arriba que se transmite hacia abajo

Esa unanimidad mundial de apoyo a los Acuerdos de Paz –que va de Washington a Moscú, pasando por el FMI y el Vaticano– desaparece en cuanto aterrizamos en Bogotá. Pero el cuestionamiento fuerte no viene desde la izquierda, sino desde la derecha, de importantes sectores de la burguesía. Y esto tiene su repercusión hacia abajo.

Según encuestas, el rechazo a los Acuerdos de Paz es notablemente mayor en el “nivel socio-económico alto”. (Opinómetro, Plebiscito, El Tiempo, 16/09/2016)

El movimiento de rechazo, que postula votar NO en el referéndum, lo encabeza Álvaro Uribe Vélez, que fue presidente del 2002 al 2010. Curiosamente –aunque no tanto–, el actual presidente Juan Manuel Santos, que gestionó el acuerdo con la FARC, fue su ministro de Defensa hasta 2009. Simultáneamente su hermano, Francisco Santos Calderón, era el vicepresidente de Uribe en ambos períodos.

Estos datos (y alianzas) familiares tienen su importancia, y más en un país que conserva acentuados rasgos “estamentarios”, como Colombia.

La familia Santos es una familia “patricia”, cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII. [1] Tuvieron un papel importante en la política colombiana en el siglo XIX, que creció aún mas en siglo XX, con la fundación de El Tiempo, principal y casi único diario del país, y del que hasta hace poco eran propietarios exclusivos.

La familia Uribe, en cambio, no sólo vuela mucho más bajo. Originaria de la burguesía media del departamento de Antioquia, con capital en  Medellín, los Uribe arrastran un historial de relaciones “non sanctas” con el cartel de Escobar Gaviria, primero, con los grupos paramilitares, después, y ahora con la organización del “Chapo” Guzmán.[2]

Pero no se trata de “problemas de familia”. Ellos reflejan a diferentes sectores de la burguesía colombiana y, más en general, a las peculiaridades de su “formación económico-social”. Por un lado, una gran burguesía más o menos “seria” y/o “tradicional” y, por el otro, lo que podría definirse como “lumpenburguesía”. Este último, es un sector que en Colombia –como en México y otros países latinoamericanos– tiene un peso notable, alimentada por el narcotráfico principalmente.

En su momento, se unieron para derrotar a las FARC. Pero hoy sus intereses divergen.

Durísimos golpes a la FARC, pero no derrota total

Después del fracaso de las “negociaciones de paz” entre 1998 y 2002 de las FARC con el gobierno de Pastrana, todos los sectores de la burguesía cerraron filas con EEUU, para intentar aniquilar a la guerrilla. Para eso, hay que reconocer que lo lograron con un apoyo relativamente importante de las masas urbanas. Si bien no era un apoyo “activo”, les daba consenso para golpearla con todo a las FARC.[3] Y esto se refleja en la inseguridad del plebiscito.

El frente único de la burguesía colombiana y EEUU tuvo éxito militar… hasta cierto punto. Las FARC sufrieron golpes terribles… pero no mortales. Fueron graves derrotas, pero no aniquilamiento. Y hay que subrayar que el actual presidente Santos, como ministro de Defensa de Uribe, junto con su hermano vicepresidente, jugó un papel fundamental en esa batalla contra las FARC.

Las FARC quedaron debilitadas pero no fueron exterminadas. No son suficientemente fuertes para tomar el poder, pero sí para sobrevivir y controlar amplias regiones no centrales. A su vez, el Estado de la burguesía colombiana no es tampoco lo suficientemente fuerte para liquidarlas. La perspectiva sería más décadas de guerra.

En ese contexto, los sectores más coherentes de la burguesía colombiana –que Santos expresa– giraron a la negociación. Casi simultáneamente, las FARC dieron el mismo giro. En eso, efectivamente, Chávez jugó un papel importante, pero no sólo de “amigable componedor” como fabula Timoshenko. Chavéz, en acuerdo con Santos, tomó a las FARC del cuello y comenzó a estrangularlas, impidiendo que se refugiaran en territorio venezolano, deteniendo y entregando a miembros de las FARC a Colombia, etc.

Además, la muerte de Tiro Fijo, el Mono Jojoy, Alfonso Cano y otros comandantes llevó a un relevo generacional que parece haber sido decisivo en el giro de las FARC a la negociación. Efectivamente, el equipo encabezado por “Timoshenko” –como observa con satisfacción el columnista de El Tiempo– ya tienen aires de políticos “progres” en campaña electoral, como todos los ex-guerrilleros que gobiernan o gobernaron en América Latina.

Uribe: los que salen perdiendo

El ex-presidente Uribe, en cambio, refleja no solamente a los sectores burgueses ideológicamente más reaccionarios (que abundan en Colombia, después de décadas de violencia desde el Bogotazo de 1948). Expresa también los sectores que saldrían perdiendo materialmente con el fin del conflicto. La división de la burguesía colombiana refleja no sólo sus ideas, sino también sus situaciones e intereses materiales.

Hay sectores ligados directa o indirectamente al narco y/o a nuevas bandas alimentadas por la disolución de los antiguos paramilitares. La “pacificación”·de la principal guerrilla podría facilitar al Estado colombiano “normalizar” la situación en todo el territorio.

A eso aspiran los sectores burgueses (y EEUU) que están detrás de Santos. Y es también una condición que facilitaría las inversiones de capitales del exterior. O sea, operar en un país “normal”. Pero simultáneamente puede implicar el fin de los negocios para otros sectores de la burguesía.

Por una alternativa de los trabajadores y las masas populares

Por todo lo que vimos, es un hecho que los problemas de los trabajadores y el pueblo de Colombia no se van a solucionar con este Acuerdo de Paz. Desde ya que comprendemos a los amplios sectores populares que ven en la paz una solución al conflicto. Pero la votación por “Sí” o por “No”, es en el fondo muy poco democrática. No deja alternativas.

Una salida completamente diferente, sería, por ejemplo, que los trabajadores y las masas populares pudieran debatir y decidir democráticamente qué país quieren. Por ejemplo, mediante una Asamblea Constituyente que sea realmente democrática. Pero ninguno de los protagonistas de la ceremonia de Cartagena, ni Santos, ni “Timoshenko”, ni ninguno de los viajaron a aplaudirlos, quieren eso.

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Notas:

  1. La familia Santos es originaria del actual Santander, donde en 1781 habría participado en la Revolución de los Comuneros. Décadas después, María Antonia Santos Plata (1782-1819), fusilada en 1819, fue prócer de la Independencia en Santander. La familia se trasladó luego a Bogotá, donde participaban en política editando periódicos y ejerciendo cargos públicos. En 1913 fundaron El Tiempo. En 1938, Eduardo Santos Montejo fue elegido Presidente de la República.

2.- Ana María Uribe y Dolli Cifuentes Villa, sobrina y cuñada de Uribe, están presas en EEUU por pertenecer a la red de “El Chapo” Guzmán. Su primo Mario Uribe está preso por paramilitar, actividad de la que Uribe fue fundador “indirecto” a través de las “Cooperativas de Vigilancia Convivir”. En febrero pasado, su hermano menor, Santiago Uribe fue detenido por la creación del grupo paramilitar “Los 12 Apóstoles”, responsabilizado de decenas de muertes en Antioquia. Deberá responder por homicidio agravado y concierto para delinquir. Por último, según sus informes publicados por la revista Newsweek en 2002, organismos de inteligencia de EEUU señalaban ya en 1991 los nexos de Álvaro Uribe con el cartel de Medellín.

3.- Esto fue producto de la desastrosa política de las FARC hacia las masas urbanas, agravado por el hecho de que la gran mayoría de la población colombiana ya vive en ciudades.

Por Rafael Salinas, SoB n° 399, 29/9/16

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