May - 2 - 2005

De guerras, rebeliones y dictaduras

Decía Marx que la historia de las sociedades era la historia de la lucha de clases. Lucha de clases que, en circunstancias determinadas, adquiere el carácter agudo de guerras y revoluciones. Guerras y revoluciones que marcan duramente un país. Es el caso del Paraguay. Aunque parezca increíble, su historia contemporánea está marcada por ese fenómeno intrincado que son las guerras, expresión indirecta de la lucha entre clases o sectores de clase por intermedio de la relación y/o enfrentamientos entre estados o en el seno mismo de un estado cuando asume la forma de guerra civil. También decía Von Clausewitz que las guerras eran la continuidad de la política (o sea, de la lucha de clases) por otros medios.

La historia de Paraguay e incluso sus características hoy como país, están decisivamente marcadas por la guerra de la Triple Alianza (con Brasil, Argentina y Uruguay) de la que salió devastado; y la del Chaco Boreal con Bolivia, en la que “triunfó”. Luego volveremos sobre las mismas.

Entender este país y su actual condición de tremendo atraso en el desarrollo de sus fuerzas productivas, incluso su “aislamiento” relativo del giro de los acontecimientos mundiales; el que porciones importantes de su territorio se encuentren en manos de sectas retrógradas como los Mennonitas (o la Secta Moon), obliga a remontarse al proceso de la independencia y a las dos guerras que estamos señalando.

Está claro que estas determinaciones que vienen del pasado se combinan inextrincablemente con la actual inserción del país en la división del trabajo internacional, siendo la agro exportación y el monocultivo de la soja (así como el masivo comercio de importación y triangulación ilegal) la forma actual de la subordinación y dependencia del país al mercado mundial y regional del MERCOSUR. Este es el fundamento de las condiciones de miseria económica, social y cultural a las que está sometido este país (sobre todo, sus explotados y oprimidos), uno de los mas pobres de América Latina.

Lo anterior no significa que el país carezca de una serie de tradiciones muy valiosas y positivas, como es el carácter bilingüe de su población castellano–guaraní y la relativa ausencia de elementos de opresión nacional.(1)

A lo largo de este artículo entonces, intentaremos dejar sentadas una serie de impresiones obtenidas a partir de un reciente viaje realizado al país para participar del ingreso de los compañeros de “Agrupación por al Socialismo” a la corriente SoB Internacional, ingreso que saludamos con alegría.(2)

Jacobinos mestizos

Con una de las poblaciones más mestizadas de la América hispánica, una parte de sus clases criollas impulsó en oportunidad de la independencia (1811–14) una orientación de “independencia absoluta” del país. ¿Que quería decir esto? El objetivo de emanciparse tanto de la Corona de España como también de la protoburguesía del Río de la Plata, instrumentadora de la presión del ascendente imperialismo británico.

En contraste, las revoluciones de la independencia en América Latina (1810–1826), al romper los lazos imperiales “sólo desprendieron el eslabón político y económico que la sujetaba a España. Las nacientes repúblicas latinoamericanas conquistaron su independencia política pero sólo cambiaron su dependencia económica de la nación española por la de aquellas más industrializadas de Europa. La oligarquía criolla asumió el papel de clase dominante, reemplazando a los españoles en la cúspide de la pirámide social, dejando así la estructura de poder básicamente sin cambios. La condición básica de la vasta mayoría de los americanos permanecía siendo la misma: sólo cambiaron de amo”.(3)

Desde ya que a la porción de la protoburguesía criolla del Paraguay más ligada a la importación y al comercio mundial no era de su agrado esta perspectiva, por lo cual casi inmediatamente se pusieron en contra de esta orientación, con lo cual en el seno del país se desató una tensión pre–guerra civil casi permanente con parte de esta burguesía exiliada a lo largo de décadas en Argentina.

La figura histórica que encabezó esta perspectiva a lo largo de más de veinte años (1814–1840) fue José Gaspar de Francia(4) (admirador de Voltaire, Rousseau y Robespierre), llamado el “dictador Francia” debido a las medidas de excepción que se vio obligado a tomar para sostener este curso independiente.

La inspiración, innegablemente, vino de la revolución francesa de 1789, y en particular, de los jacobinos que conformaron (al igual que J. G. Francia) el gobierno de la pequeño burguesía radicalizada, la mas consecuente en plantearse las propias tareas de la revolución burguesa.

Se puede decir que Francia representó prácticamente lo mismo en un país colonial y atrasado que recién había alcanzando la independencia: un gobierno de la fracción pequeño burguesa y pequeño propietaria enfrentado tanto a la burguesía criolla urbana, como rural y a la Iglesia, y que se apoyaba en el ejército, los campesinos y artesanos de las ciudades.

Así “existían otros intereses de clase (…) que estaban llamados a jugar un importantísimo papel en el proceso independentista paraguayo. Este grupo social intermedio que pudiéramos catalogar como incipiente pequeño burguesía, se hallaba compuesto por propietarios medios o pequeños chacareros, en su mayoría campesinos dedicados al cultivo del tabaco y otros productos. Más tarde, al avanzar el proceso, estos pequeños propietarios rurales, beneficiados directamente por las medidas económicas que implantó Francia, constituyeron el núcleo social que formaría el basamento de la dictadura. Por tales medidas, los pequeños propietarios lograron coordinar sus acciones con los peones agrícolas y demás grupos sociales explotados que componían la base fundamental de la sociedad paraguaya”.(5)

O sea, un gobierno que en gran medida llevado por la lógica de clase de su ubicación, tomó una serie de medidas decididas en el camino de una real independencia política y económica. Medidas revolucionarias anticoloniales.

A Gaspar de Francia le siguieron luego los López (Carlos Antonio y Francisco Solano, es decir, padre e hijo) el último de los cuales resultó muerto en las postrimerías de la guerra de la Triple Alianza.

Entre los tres gobiernos (siendo el más radicalizado el de Gaspar de Francia) se completó un ciclo por el cual Paraguay llegó a ser en esa época uno de los países más avanzados de toda América Latina: la rareza de un país realmente independiente del ascendente imperio colonial británico.

Sus medidas fueron realmente revolucionarias: se llegó a expropiar y estatizar prácticamente entre el 50 y 80% de las tierras, poniéndolas en manos de los campesinos arrendatarios en las “Estancias de la Patria”; la separación de la Iglesia del Estado fue tan radicalizada, que se les llegó a expropiar casi todas sus tierras, así como se les dejó sin financiamiento estatal. Francia se mantuvo permanentemente enfrentado a la Iglesia. Se estableció la estatización de la banca y el monopolio del comercio exterior; así como ante el aislamiento y cerco internacional, se dio un fuerte impulso a la producción nacional y la diversificación de la economía, llegando Paraguay a tener el primer ferrocarril en toda América Latina (hoy carece del mismo); la implantación de una red postal y telegráfica; fabricación de armamentos y fundición de hierro. También se instituyeron “Tiendas del Estado” en las cuales se comercializaba una variedad de productos, así como una radical “Ley de Herencia” y de matrimonios que llegó prácticamente a liquidar la tradicional clase alta española.

La destrucción de un país independiente

De 1864 a 1870 se desarrolló la guerra de Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay, la más larga y sangrienta que conocerá el continente en el siglo XIX, luego de la independencia de España. Detrás de ellos “tendremos a Gran Bretaña, potencia económica dominante en el continente (…). Esta potencia no podía resignarse a aceptar la imposibilidad de introducirse en Paraguay (…).Paraguay era un escándalo en América: un país que se bastaba a sí mismo, que no importaba nada de Inglaterra”.(6)

En estas condiciones, está claro que no podía ser aceptable un país verdaderamente independiente. Uno de los países más avanzados de América Latina (con una población que ya rozaba las 800.000 personas) quedó destrozado, arrasado. Comenzó la guerra con el ejército más fuerte de la región, pero cayó derrotado bajo el esfuerzo combinado de tres países que además estaban sostenidos por Inglaterra.

Para que se tenga una idea de la magnitud de la derrota, el país cayó hasta solo 221.079 habitantes, de los cuales solo 28.746 eran hombres y perdió 156.305 kilómetros cuadrados de las más ricas tierras para la agricultura y ganadería. Bien se dice que las 106.254 mujeres sobrevivientes (y los 86.079 niños) fueron las que tuvieron a su cargo la dura tarea de reinventar un país acabado y vuelto a nacer, y que encima debió cargar con durísimas reparaciones de guerra a sus vencedores.

Pero es un hecho que en un sentido profundo, Paraguay jamás se recuperó de esta derrota y difícilmente pudiera superar esta herencia de destrucción y bajo desarrollo de las fuerzas productivas (presente hasta el día de hoy) de manera aislada, separada: el país, por sí mismo, es inviable: sólo sale con una perspectiva internacionalista confluyendo con el conjunto de los trabajadores y pueblos de la región.

A pesar de esto, esta tradición jacobina revolucionaria, es uno de los hilos a tener en cuenta desde un ángulo obrero, campesino y socialista esto para poner en pie una verdadera tendencia o corriente marxista revolucionaria en el Paraguay. Porque así como en Haití estuvo la experiencia de los “jacobinos negros”(7), (también inspirados por la revolución francesa), el Paraguay tuvo de la experiencia de sus propios jacobinos, que pueden ser una de las fuentes de inspiración para una perspectiva no ya nacional y pequeño burguesa sino obrera, campesina e internacionalista.

Un “triunfo” retrógrado

La zaga de guerras fraticidas entre países dependiente o semicoloniales latinoamericanos por encargo de las grandes potencias imperialistas, continuó con la histórica guerra del Chaco Boreal de 1932/35. Es un hecho que no hay que perder de vista la importancia de la serie de guerras que opusieron a los países de América Latina entre ellos por cuenta del imperialismo.

La guerra del Chaco se desarrolló centralmente en su zona central, región semidesértica que es ilustrativo “pintar” para comprender la condiciones en las que se desarrolló esta conflagración (que tuvo decenas de miles de muertos): “Si el clima hace que la flora sea prácticamente inexistente (…) la fauna es por el contrario abundante (…) una fauna mas temible por sus minúsculos insectos que por sus pumas y tigres… Serpiente de cascabel, araña venenosa, polvorín, que es un mosquito infinitamente pequeño y temible, hormigas voraces que salen en batallones apretados para atacar al hombre perdido en el monte… y las fiebres: viruela negra, fiebre amarilla (…). Las garrapatas son pequeños animales horribles del tamaño de una chinche que, armadas de terribles pinzas, introducen la cabeza en la piel y se llenan de sangre provocando una infección… Los piques son pequeñas pulgas que entran debajo de la piel, y más especialmente bajo la uña, donde echan sus huevos. La infección resultante es, no solamente la más dolorosa que existe, sino que necesita una intervención quirúrgica para no ser mortal (…) A esta nomenclatura (…) se pueden agregar las moscas y mosquitos sedientos de la sangre de los arañazos provocados por las largas y aceradas espinas de la maleza, las serpientes de todo tipo, el escarabajo rojo, el tatú y la víbora de cascabel, cuya picadura es mortal, el chancho salvaje”.(8)

Paraguay quedó entonces marcado por estas dos guerras. También Bolivia se vio sometido a dos guerras. En ambas salió derrotado y marcaron su evolución política ulterior. Es el caso de la guerra del “Pacífico” con Chile (a fines del siglo XIX), en la cual terminó perdiendo definitivamente su salida al mar. Y el nuevo fracaso en la guerra del Chaco, por la cual perdió una porción de su territorio, si bien de mucha menos importancia estratégica que la pérdida de la salida al Pacífico.

Es “paradójico” que la guerra del Chaco tuviera consecuencias políticas de signo inverso a sus resultados militares en ambos países. Si en Bolivia redundó, a la postre, en la progresiva crisis de la rosca del estaño y del sistema político liberal burgués (que los beneficiaba) dando lugar a la revolución del ’52, en el caso del Paraguay la resultante fue totalmente inversa. Su triunfo en la guerra con Bolivia sirvió para remachar el atraso del país en la medida que “ganó” (a costa de inmensos gastos: endeudamiento externo y 50.000 muertos) una gran porción de territorio (239.025 kilómetros cuadrados) casi prácticamente “inservible” (las zonas petroleras quedaron en territorio boliviano). Esta ganancia no sirvió para alentar un verdadero desarrollo de sus fuerzas productivas. Por el contrario, fortaleció, a la postre, el prestigio de las fuerzas armadas y el monopolio del Partido Colorado que terminó entronizando (luego de una serie de idas y venidas, con gobierno nacionalistas como el de Franco a fines del ’40) el oscurantismo de la dictadura de Stroessner desde 1954 a 1989, cuyos nefastos efectos siguen presentes hasta hoy.

Este balance está claramente establecido por uno de los máximos estudiosos de esta guerra Ange–Françoise Casabianca. El señala (como conclusión de su monumental obra de 7 tomos) que “al término de este estudio, el lector quedará convencido de la inutilidad de esta guerra larga, costosa e inhumana en el ‘infierno verde’ del Chaco, en la cual el hombre tendrá que luchar a la vez contra el adversario y contra la naturaleza, donde el hambre y la sed reinarán soberanos”.(9)

El triunfo de Paraguay en esta guerra reaccionaria y fraticida entre pueblos sometidos, sólo ayudó a remachar el atraso tanto económico–social como político del país, creando las condiciones para la dictadura de Stroessner que adormeció y acható completamente su vida política.

Fracaso de la promesa “democrática”

Stroessner cayó el 3 de febrero de 1989. Habían pasado casi 35 años bajo su puño de hierro. La dictadura había logrado estabilidad a lo largo de décadas, asentada sobre una serie de condiciones: el respaldo del conjunto de la burguesía, de un amplio sector del campesinado, de un partido político con una base clientelar de masas, del imperialismo, sumado a la derrota de los sectores populares. Todos estos elementos le permitieron desarrollar ciertas ramas de la producción, principalmente ligadas a la hidroeléctrica de Itaipú, que se construyó en la década del ’70, y consiguientemente logró una economía equilibrada durante esos años.

Pero hacia los últimos años de la década el ’80 eso había pasado a ser historia. Con un PBI estancado desde 1982 (hasta el día de hoy) y con el desarrollo de una aguda crisis económica, social y política (e incluso de una serie de luchas de los trabajadores como la histórica del Hospital de Clínicas de Asunción, y las ocupaciones de campesinos sin tierras) que fue la que llevó a la postre a la pudrición del régimen stroessnista.

Su caída, producto del golpe del general Andrés Rodríguez, desató, sin embargo, un genuino proceso democrático y de organización entre los trabajadores de la ciudad y el campo cruzado por movilizaciones en las que participaban decenas de miles. A partir de él surgieron nuevas organizaciones sindicales como la Central Unica de Trabajadores (CUT) y la Federación Nacional Campesina (FNC). Hubo huelgas obreras importantísimas (participaron miles y miles de trabajadores) como las de Itaipú y Yaciretá del ’89 y el 70% de las ocupaciones de tierra campesina se obtiene en este período.

Pero lamentablemente este proceso y algarabía democrática duró poco: unos tres años. Se llevó adelante una Constituyente totalmente vaciada de contenido y no se logró quebrar la continuidad del monopolio del verdadero partido–estado que son los Colorados y la fuerte presencia de las Fuerzas Armadas en la vida del país, aún a pesar del permanente elemento de crisis que significan las agudas divisiones y ajustes de cuentas que recorren a la burguesía paraguaya.(10) En general, los nuevos dirigentes sindicales fueron cooptados y corrompidos por el Estado y los sucesivos gobiernos patronales.

Así pasaron diez años hasta el estallido del “marzo paraguayo” del ’99: en gran medida la “desestroessnerización” había fracasado. Se sucedieron al frente de la presidencia del país el propio Rodríguez, Wasmosy, Cubas, González Machi y Duarte Frutos, pero la línea divisoria que cruza a los distintos sectores burgueses sigue presente como un dato constante de la vida política del país y un factor de crisis. Esto implicó la acumulación de elementos de crisis que fueron los que dieron lugar al asesinato de Argaña (vice de Cubas, heredero de la corriente de Stroessner dentro del Partido Colorado), y al estallido de una rebelión en Asunción. La “democracia” demostró los límites que muestra en todas partes, incapaz de resolver las expectativas depositadas en ella por las masas.

Paraguay ha sido y es parte del ciclo mas general de rebeliones populares en Latinoamérica. Lo que desató el marzo paraguayo del ’99 fue un durísimo enfrentamiento en las alturas entre las fracciones burguesas por la que resultó asesinado Argaña. Ese asesinato desató una movilización juvenil y democrática a cuya cabeza estuvo inicialmente la juventud del Partido Colorado, de la línea del propio Argaña, y terminó con la caída del gobierno de Cubas, del mismo partido pero otra línea interna (Lino Oviedo viene de la misma tendencia de Cubas, reflejo del sector lumpen–burgués). Parte de este proceso fueron la ocupación del rectorado de la Universidad de Asunción durante ese año y la gran marcha campesina de 2002.

Desde 1999, Paraguay se sumó al ciclo de rebeliones populares que tiene como uno de sus componentes los problemas democráticos y la crisis de los regímenes políticos de la democracia de ricos (más en general del Estado capitalista). Crisis que en Paraguay, hace las veces de un proceso de descomposición de su clase dominante, en los últimos meses marcado por el asesinato de Cecilia Cubas, hija del presidente en funciones cuando el asesinato de Argaña. Así, el ajuste de cuentas por métodos violentos y gangsteriles entre fracciones burguesas no parece terminar nunca.

Intento reaccionario

En 2003 llega al gobierno Duarte Frutos. “Cuando asumió, con su discurso populista sembró expectativas en amplios sectores de la población, incluso entre la izquierda reformista al invitar a Castro y Chávez a su ‘toma de mando’. Pero está claro que éste iba a ser ‘el’ gobierno del imperialismo, el que mejor aplicaría sus recetas. La orientación económica y política del gobierno es la dictada por el imperialismo yanqui. El gobierno necesita los préstamos del imperialismo para sobrevivir porque el estado está en bancarrota. Todo lo que recauda va a parar a las arcas del Banco Mundial. Las expectativas ya se esfumaron, lo que aumenta es la pobreza. Por esto, va a intentar aplicar la reforma del estado, que consiste en la venta de las empresas públicas, y a liquidar lo que queda de la banca pública. La adecuación fiscal está en marcha, ya aumentaron algunos impuestos como el inmobiliario, aumentos para los pequeños contribuyentes, disminución para los grandes, enfrentamiento de las ocupaciones de tierras con la policía y las fuerzas armadas, etc. Con más frecuencia está recurriendo a actos represivos muy duros contra los sectores en lucha. Represiones durísimas a campesinos, obreros y otros sectores son síntomas claros que no tienen otra salida que buscar acallar las reivindicaciones sociales con el garrote”.(11)

En estas condiciones, se produce el giro a la derecha del gobierno de Frutos luego de la derrota del proceso de luchas campesinas entre noviembre y diciembre de 2004 y que terminó en desalojos violentos de ocupaciones y varios cientos de dirigentes y militantes de base encarcelados. Luego del fracaso del paro cívico convocado por las organizaciones campesinas, el gobierno, amparándose en el asesinato de la hija de Cubas y la supuesta responsabilidad del Partido Patria Libre en esto, intenta forzar un giro reaccionario que le deje las manos libres para imponer su política, haciendo ostentación de policías y militares en las calles y desatando una campaña y caza de brujas contra la izquierda.

En este marco, seguía latente el desastre en el supermercado Ykua Bolaños (que tuvo impacto en Argentina). Pocos ejemplos son tan ilustrativos de cómo se impone la sed de ganancias capitalistas aún a costa de la muerte de 500 personas. Se cerró ex profeso las puertas del supermercado “para que no se robe”, se obligó al personal a “quedarse en sus puestos” para controlar al público, mientras que por la puerta de atrás el hijo del dueño sacaba todo el dinero recolectado de apuro de las cajas.

El asesinato descarado que provocó esta tragedia (3 o 4 veces más grave que la de Cromagnon) desató un profundo proceso de lucha democrático que cruzó toda la última coyuntura. Desde ya que las autoridades quieren salvar al empresario. Pelea que se polariza y es la más presente en los últimos meses, actuando en cierta forma como contratendencia a los intentos reaccionarios de Frutos.

En la madrugada del 12/04 el juez de la causa le posibilitó a Paiva (dueño de la cadena de supermercados) el “arresto domiciliario” abriéndole las puertas de la cárcel. Inmediatamente se movilizaron los familiares para evitar que se escape del país. “Paiva a Tacumbú” (nombre de la prisión) cantaban cientos de personas. Convenientemente defendido de la ira popular por la policía, los compañeros movilizados les cantaban “a la policía le queda dos caminos: unirse con el pueblo o con los asesinos”.

La perpetua para Paiva, su hijo y demás responsables, la expropiación de los supermercados bajo control de sus trabajadores, e incluso, el juzgamiento de las autoridades políticas que miran para otro lado a la hora de controlar la seguridad, son parte de los reclamos de esta lucha democrática.

En las condiciones de la señalada descomposición de la democracia de ricos, de los ajustes de cuentas mafiosos entre sectores políticos y económicos de la burguesía y de la continuidad del monopolio de los Colorados en la vida política, la situación del país sigue siendo de mucha inestabilidad, con centro hoy en las tareas democráticas, que parten de la necesidad de derrotar el giro reaccionario que esta intentando imponer Frutos. Los socialistas revolucionarios no podemos desplegar nuestra actividad en el país sin llevar adelante una dura lucha por tareas democráticas.

Al mismo tiempo, estas se deben combinar con reivindicaciones económicas mínimas, antiimperialistas y anticapitalistas: la necesidad de volver a las ocupaciones de latifundios; contra los desalojos de las familias campesinas de sus tierras; por una amplia reforma agraria; por acabar con el monocultivo y el minifundio; el no pago de la deuda externa; contra las privatizaciones y por el aumento de los salarios de los trabajadores urbanos; así como la expropiación bajo administración de sus trabajadores de los Ykua Bolaños. Incluso, tareas elementales como la expulsión de las sectas racistas y coloniales del país. Todo esto en la perspectiva de un gobierno de los trabajadores de la ciudad y el campo, la unidad de los trabajadores de toda la región y el socialismo. Porque la perspectiva del socialismo o la barbarie, se ajusta perfectamente a la situación del país.

Ver las notas complementarias de este artículo:

* Dinámica de clases: Monocultivo, descampenización y crecimiento urbano

* Las colonias mennonitas: La peor cara del atraso

Notas:

1 – Como señala Ange–Françoise Casabianca: “(…) los españoles de origen, cuyo número será cada vez más reducido provocará entre ambas comunidades (hispánica y guaraní) una simbiosis de la cual resultará el desarrollo cada vez más creciente tanto en calidad como cantidad de una clase mestiza que, en nuestros días constituye la casi totalidad de la población del país”. En “Una guerra desconocida: la campaña del Chaco Boreal (1932/35)”. Volumen I, Paraguay, El Lector, 1994.

2 – En el periódico “Socialismo o barbarie” nº 50 (21/12/04) hemos publicado un análisis de coyuntura realizado por los compañeros del agrupamiento, al que remitimos para los que tengan interés. Este artículo intentará ser complementario de esa elaboración.

3 – “Apuntes sobre la historia del Paraguay”. Marco Boltes. Está claro que el gobierno de Francia (que vamos a comentar a continuación) constituyó prácticamente una experiencia inédita en la historia de la independencia latinoamericana que apuntaba a ir más allá por el camino consecuente de la independencia nacional. De ahí su carácter jacobino / revolucionario.

4 – La obra más importante de Augusto Roa Bastos (recientemente fallecido y principal escritor del país) “Yo el Supremo” esta dedicada precisamente a Gaspar de Francia.

5 – Idem, Marco Boltes.

6 – Ange–Françoise Casabianca, ídem, Pág. 167.

7 – “Black Jacobins” es un libro muy importante sobre esta gesta, escrito por el autor trotskista C.R.L James a fines de la década del ’30.

8 – Ange–Françoise Casabianca, ídem, Pág. 33.

9 – Ange–Francoise Casabianca, ídem Pág. 16.

10 – Se considera que la burguesía está dividida básicamente en tres sectores: los que tienen interés en la continuidad del aparato clientelar estatal (Argañismo), los que se inclinan por un curso privatista legal (Partido Patria Querida) y se apoyan en la producción capitalista en el campo, y la burguesía ligada a los negocios ilegales de la Ciudad del Este (Lino Oviedo). Esto sectores patronales se expresan dentro del Partido Colorado (ANR). O en los demás partidos patronales: el Partido liberal radical autentico (PRLA), el Partido Patria Querida (PPQ), el oviedista UNASE, el País Solidario, etc.

Para mas datos, ver “Socialismo o barbarie” nº50.

11 – Idem, Marco Boltes.

Por Roberto Sáenz - Socialismo o Barbarie, periódico, 02/05/05

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