Autor:
Feb - 9 - 2013

España

Alejandro Vinet

 

En este texto analizaremos la situación política en España, haciendo un repaso de las principales luchas que recorrieron el año. A la vez, intentaremos plantear los problemas políticos que comienzan a ponerse a la orden del día, además de delinear algunas de las tendencias del desarrollo en curso, que pueden profundizarse en los próximos meses.

El caso de España tiene una importancia muy grande. Por empezar, ha sido sin dudas el país más dinámico en la situación europea, con las consecuencias que esto implica en el conjunto del continente. Además, se trata de la cuarta economía de la zona euro, lo que implica que su default o salida del euro significarían un golpe durísimo para el conjunto de la Unión Europea.

Sin embargo, no nos detendremos aquí demasiado en los aspectos económicos de la cuestión. Lo que nos interesa es trazar las líneas del desarrollo político que empiezan a expresarse y plantear cuáles son para nosotros los puntos de apoyo para la acción política revolucionaria. Además, analizar el caso español permite establecer ciertos criterios generales que, con las especificidades nacionales de cada país y un ritmo desigual, consideramos se desarrollan a lo largo de toda Europa.

 

 

1. Una crisis económica que se profundiza

 

Es imposible entender la situación en España sin realizar un breve análisis de la situación europea en su conjunto. La zona euro, a pesar de sus limites a nivel de coordinación económica y política (y de la inexistencia de una burguesía “europea”, que se demuestra a través de los roces cada vez más profundos entre los intereses de las diferentes burguesías nacionales), funciona en parte como una totalidad, en gran medida a raíz precisamente de la moneda única. El euro, además de funcionar como un elemento de racionalización económica al servicio de la burguesías más productivas (esencialmente la alemana, que concentra el 50% de sus exportaciones en la zona euro, y la francesa), actúa como correa de transmisión de las tendencias a la crisis. Eso es lo que explica el lugar central que ocupa desde hace ya largos meses Grecia –una economía relativamente modesta en relación con otros países– en la política europea, con su peligro de default y salida del euro, lo que implicaría un verdadero efecto dominó en toda la zona euro, ya que los principales tenedores de deuda publica griega son los bancos alemanes y franceses.

Desde el estallido de la crisis en 2008, Europa ha sido la zona económica más afectada: un aumento de la desocupación galopante (que alcanza más del 25% en España y Grecia), un crecimiento menor del PBI de la UE (con tasas negativas en algunos países) y una menor participación en el PBI mundial (25% en 2012 contra 30% en 2008) y en el comercio internacional. A diferencia de las economías “emergentes” (China, Brasil, India), que protagonizaron luego del estallido de la crisis el llamado “desacople”, es decir, que mantuvieron tasas de crecimiento positivas, con un relativo crecimiento industrial (aunque comienzan a acoplarse cada vez más a la crisis capitalista con las primeras expresiones de deterioro económico y de luchas obreras), el tejido industrial de la Unión Europea se viene desangrando en los últimos años. Es el resultado de la deslocalización de la producción hacia zonas donde la mano de obra es más barata y desregulada, lo cual explica además en parte el crecimiento de las economías emergentes e incluso de los ex países del Este europeo, que crecieron por encima del 5%, muy por encima de la media del 1,5%.

Otro elemento importante de la crisis en Europa es el rescate estatal a los bancos que se efectuó luego del estallido de 2008 y que continúa hoy en día, tanto a nivel de los Estados nacionales como de los fondos de rescate de la UE. Esto traslada una presión económica importantísima a la deuda pública, que ha crecido de manera astronómica en los últimos años: la posibilidad de default de países enteros, no sólo de economías más débiles como Grecia y Portugal, sino de Italia y España (tercera y cuarta economía de la UE, respectivamente), comienza a ser una amenaza real.

El aumento en términos absolutos de la deuda pública tiene además como consecuencia la degradación de la nota por parte de las agencias de calificación de riesgo (como Moody’s y Standard & Poor’s), lo cual implica condiciones de financiamiento más difíciles y a tasas más altas, y sirve como excusa para aplicar los ajustes fiscales en esos países. Esto redobla las presiones de las economías más fuertes hacia las más débiles de la UE (los planes de salvataje multimillonarios a los estados van acompañados, naturalmente, de durísimas medidas de austeridad dictadas desde Bruselas y Berlín). También crecen las presiones al interior de cada país en relación con la política comunitaria (los alemanes están cansados de sostener a los griegos, españoles, italianos y portugueses “que no quieren trabajar”; éstos a su vez están hartos de recibir órdenes de Merkel).

Estos dos problemas centrales (desindustrialización y deuda pública creciente) exigen en el Estado Español, como en el resto de Europa, descargar la crisis sobre la espalda de los trabajadores a través de una explotación redoblada y de un desmantelamiento del Estado de Bienestar.

En primer lugar, el desmantelamiento de la industria española está directamente relacionado con el problema de su competitividad. Esto tiene dos aristas: la competitividad al interior de la zona euro y la competencia más general a nivel internacional. A nivel de la zona euro, la moneda única, como ya mencionamos, actúa en favor de las economías más avanzadas: a la vez que permitió aumentar la “confianza” en el Estado Español y liberar así un manantial de crédito fácil, todo este consumo benefició a la producción de las burguesías alemana y francesa, que producen más barato que en España y tienen libertades aduaneras en el marco de la zona euro. El llamado “milagro español” previo a la crisis de 2008 no sirvió para modernizar la estructura económica del país ni para desarrollar una industria competitiva.

A su vez, España está sometida a la competencia con las economías que tienen un mercado de trabajo más desregulado, como las del sudeste asiático (principalmente China) y del Este europeo. En ese sentido, acarrea la molesta carga, desde el punto de vista capitalista, de las conquistas sociales del Estado de Bienestar. En definitiva, simplificando, la única manera de competir con China o Bulgaria es imponiéndole a la clase obrera española condiciones de trabajo y salarios “chinos”, que están por ahora varios escalones abajo de los españoles.

Es por esto que uno de los ejes centrales del gobierno, tanto el de Rajoy como anteriormente el de Zapatero, ha sido la aprobación de sucesivas reformas laborales que terminen de destruir los pocos derechos que tienen aún los trabajadores. Contratos basura, abaratamiento del despido, aumento de la edad de jubilación, reducción y mayores restricciones del seguro de desempleo son los mecanismos de la burguesía para recuperar la competitividad, que se acompañan de despidos masivos y aumento de la explotación, así como la destrucción de ramas enteras no rentables, como la minería (que veremos más adelante).

En segundo lugar, el aumento de la deuda pública implica la reducción del déficit presupuestario del Estado, a través de la destrucción y privatización de los servicios públicos (salud, educación) y del aumento de los impuestos populares. Precisamente, otro de los ejes del gobierno de Rajoy en los últimos meses ha sido, junto al aumento del IVA, el desmantelamiento de los servicios públicos: reducción de sueldos y de efectivos en la función publica, privatización del sistema de salud de Madrid y sistemáticos ataques a la educación (que ahora incluyen la introducción de la competencia entre establecimientos educativos, a través de la elaboración de un ranking por resultados académicos y la asignación de recursos en función de ese ranking), llegando al colmo del proyecto de privatizar el Registro Civil.

El sector público ha sido uno de los más movilizados este año, no sólo por la resistencia de los trabajadores estatales a pagar la crisis, sino también porque es un tema que sensibiliza y acarrea la solidaridad de amplios sectores de la población A su vez, la juventud estudiantil (gran parte de la cual además ha participado de las movilizaciones de los indignados y se encuentra desempleada), es históricamente un sector de vanguardia en la organización de las luchas. Las sucesivas “mareas verdes”, organizadas por los docentes de todos los niveles, y la reciente “marea blanca” de los trabajadores de la sanidad de Madrid han sido símbolos de la importantísima lucha de los trabajadores estatales este año.

 

 

2. De los indignados a la clase obrera

 

2.1 Un ciclo ascendente de luchas

 

El elemento central a tener presente es que el ciclo general es de ascenso de las luchas: de una lenta pero sostenida acumulación de experiencias, de construcción de organizaciones independientes, de convergencia de sectores en lucha. Es cierto que no ha habido por el momento ningún triunfo categórico, e incluso que el gobierno avanza con los planes de austeridad (aunque sin imponer tampoco ninguna derrota aplastante), pero justamente lo significativo es que pese a las traiciones de la burocracia sindical, pese a los ataques constantes del PP, la clase trabajadora sigue en pie de lucha. El año ha sido verdaderamente un continuo de huelgas, movilizaciones, ocupaciones de facultades, secundarios, hospitales, poniendo al Estado Español en un estado de ebullición profundamente fecundo para el surgimiento de organizaciones obreras y populares independientes. Le proponemos al lector un ejercicio muy sencillo: entrar diariamente durante una semana, por ejemplo, al sitio web de algún diario español, y comparar la cantidad de días donde hay algún artículo sobre una huelga, movilización, etc., con aquellos en que no. Podemos dar fe de que en la web del diario El País (no precisamente una publicación de la extrema izquierda), los trabajadores de la salud, judiciales, docentes, conductores de bus, desocupados, desahuciados y hasta policías movilizados, mantienen, tomando el relevo los unos de los otros, un “invicto” que va desde el 14 de noviembre (probablemente incluso más atrás), hasta mediados de diciembre, cuando redactamos este texto. El dato refleja, aunque sea en parte, el tremendo clima de ebullición que se vive en el Estado Español.

Sin dudas, este ciclo es particularmente importante en un país que salió profundamente golpeado de la dictadura franquista, una de las más duraderas del continente y que significó una derrota histórica para la clase obrera. Aunque al final del franquismo se vivió un ascenso de las luchas de los trabajadores, éstas fueron entregadas con el siniestro Pacto de la Moncloa, con participación decisiva del Partido Comunista Español.

Andando el tiempo, en 1994 se aprobaba una reforma laboral flexibilizadora, gracias a la traición de las burocracias sindicales que convocaron un solo día de huelga general; mientras tanto, en Francia, una huelga de 22 días derrotaba una reforma antiobrera del sistema de seguridad social. Consecuencia: en 2009 la desocupación juvenil ya alcanzaba el 40%, y sin embargo hubo que esperar dos años más para que se expresara en el movimiento de indignados; en 2008, luego de la muerte de un joven asesinado por la policía, cientos de miles de jóvenes griegos tomaban las calles, sin un programa claro, pero hartos de la miseria a la que los condena día a día el capitalismo.

No queremos con esto hacer una enumeración depresiva de las derrotas o dificultades de la clase obrera española para organizarse, sino al contrario remarcar el enorme valor del ciclo de luchas que se abrió con la entrada en escena del movimiento de los indignados en 2011. A su vez, es esta situación la que explica los limites iniciales del movimiento: nadie puede exigirle a una generación que comienza a hacer sus primeras experiencias de lucha y políticas tener absoluta claridad; los plumíferos de la burguesía que señalaron (y festejaron) con cinismo que el PP ganara las elecciones luego de las movilizaciones masivas del movimiento de indignados están empezando a tragarse sus palabras.[1]

El elemento característico de este año es que si 2011 fue el año del movimiento de indignados, en 2012 el centro de gravedad, aun con un importante componente juvenil, estudiantil y de los “movimientos sociales”, se desplazó más bien hacia la clase obrera ocupada (industrial, de servicios, trabajadores del Estado). Lo que marcó la tónica fue la huelga de los mineros asturianos, la lucha de los trabajadores estatales y las huelgas generales del 29 de septiembre y el 14 de noviembre. Sin duda, la acumulación del movimiento de indignados aportó elementos importantes a estas peleas, como el apoyo de las asambleas populares a la huelga de los mineros, o la tradición de los “encierros” en hospitales públicos y establecimientos educativos, que comenzó como expresión de lucha de la juventud estudiantil.

No se trata simplemente de una diferencia formal, de dos sectores equivalentes de la población: la clase obrera imprime, a su manera y con sus límites, ciertas tradiciones de lucha y de organización, a la vez que ocupa un lugar cualitativamente distinto en el sistema de producción A su vez, reactualiza tradiciones políticas históricas, como en el caso de los mineros asturianos, que veremos más adelante, y puede funcionar como un centro de atracción hacia los demás sectores sociales. Para quienes levantamos una política de unidad de los movimientos sociales con la clase obrera, la entrada en escena de esa clase obrera, que deja de ser una agitación de los izquierdistas para convertirse en un actor social con todo el peso que tiene, permite verificar y hacer carne nuestro programa en el desarrollo mismo de la lucha de clases.

A continuación, haremos un breve recuento y análisis de tres grandes luchas que recorrieron el 2012: la huelga de los mineros asturianos, las luchas de los trabajadores estatales y las dos huelgas generales. A partir de allí, veremos las tendencias políticas más generales que se expresan y qué puntos de apoyo tenemos los revolucionarios para la acción política.

 

2.2 La huelga de los mineros: “Mi abuelo luchó en el 34, mi padre en el 62 y ahora me toca a mí”

 

El 23 de Mayo, CC.OO. (Comisiones Obreras, ligada históricamente al PCE), y UGT (Unión General de Trabajadores, ligado al PSOE), convocaban a 4 días de huelga en la minería española (Asturias, Castilla, León y Aragón) contra la quita de subsidios al sector de parte del gobierno de Rajoy. Estos subsidios habían sido obtenidos luego de las luchas mineras de 2005 (Plan del Carbón 2006-2012), y tenían como antecedente el Plan del Carbón 1998-2005, obtenido luego de un mes de huelga en las cuencas mineras asturianas. El recorte de los subsidios afectaba de manera sensible a la producción (301 a 111 millones), mientras que atacaba directamente los derechos sociales de los mineros (becas de estudio: 56 a 2 millones) y la reconversión de la actividad (167 a 39 millones). El Fondo de Seguridad Minera (inicialmente de unos irrisorios 12 millones), directamente desaparecía (para un resumen pormenorizado de los hechos, recomendamos ver http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/21184).

Frente a la negativa al diálogo del gobierno, y ante la evidencia del masivo acatamiento, la disposición de lucha y, sin duda, la presión de la base obrera, las centrales burocráticas convocan a partir del 1 de junio una huelga indefinida del sector. No sólo la huelga tuvo un acatamiento total de los trabajadores mineros, sino que inmediatamente comenzó a radicalizarse, a través de acciones directas y organizadas por los propios trabajadores, centralmente el corte de rutas en toda la región y la ocupación de minas. La represión de la policía que intentaba desalojar los cortes recibió la respuesta de los mineros, que desde los montes cercanos a las carreteras, armados con gomeras, escudos y bazucas caseras que disparaban fuegos artificiales, resistían los intentos de desalojar los piquetes. La burocracia sindical no tardó en desautorizar estas acciones de lucha, condenando los “actos descontrolados”, que consideraban “hechos aislados”, dando vía libre de hecho a la represión policial e intentando estigmatizar los enfrentamientos como el producto de la acción de unos pocos vándalos, y no una expresión orgánica del descontento minero (http://www.libertaddigital.com/sociedad/2012-06-15). A su vez, evitó por todos los medios convocar a asambleas generales de la base minera durante la lucha, buscando decidir todo desde arriba, como por ejemplo cuando resolvió el regreso de la delegación que había llegado a Madrid.

La pelea de los mineros generó una inmensa solidaridad en la población de las comunas, cuya economía gira centralmente en torno a la actividad minera. Esto se expresó en los miles de personas que salieron a recibir a la comitiva de mineros que marchó hacia Madrid por cada pueblo que pasaba, así como en el ensañamiento de la policía con la población de las comarcas mineras, descargando una brutal represión sobre esos pueblos (sobre los cuales los mineros que realizaban los cortes se replegaban a veces). Esto derivó en varias ocasiones en verdaderas batallas campales, como en el caso de Ciñera.

Uno de los puntos más altos del conflicto fue la llegada de la marcha minera a Madrid, el 11 de julio. La “Marcha Negra” había partido de Asturias el 22 de junio, y se habían sumado en el camino delegaciones de mineros aragoneses y leoneses; como ya dijimos, recibió una enorme solidaridad a lo largo de todo su recorrido, y se desarrolló con el telón de fondo de una huelga total y de decenas de cortes de rutas y ocupaciones. Pero la entrada a Madrid fue un evento cualitativo: cientos de miles salieron a recibirlos a la madrugada, al grito de “Madrid entera se siente minera” y “Madrid obrero apoya a los mineros”.

La llegada de los obreros a Madrid se produjo horas después de que Rajoy anunciara un nuevo paquete de ajuste: reducción del subsidio al desempleo, aumento del IVA, recortes millonarios en los ministerios y supresión del bono de Navidad y de días libres para los empleados públicos. La manifestación se convirtió entonces en un canal de expresión de la bronca de miles de trabajadores españoles, ante la falta de convocatoria de parte de la burocracia sindical. Al día siguiente se realizó una movilización masiva hacia el Ministerio de Industria, que fue duramente reprimida por la policía.

Este recibimiento tiene una importancia imposible de exagerar, no solo por la gran solidaridad y simpatía que expreso, sino también porque implica una identificación más clara de los sectores en lucha con un sector determinado de la sociedad: la clase trabajadora. Si el movimiento de indignados comenzó, por ejemplo, con una definición ambigua de movimiento “ciudadano”, la huelga minera configuró un cambio de actitud: los mineros fueron recibidos al canto de “Que sí, que sí, que sí nos representan”, en clara contraposición al “Que no nos representan”, que había sido el lema central del movimiento de indignados contra los políticos tradicionales. Esto se reflejó asimismo en una discusión que había tenido lugar al comienzo de la huelga minera: un comunicado de la Comisión de Medio Ambiente de Plaza del Sol, donde se criticaba duramente a la actividad minera y señalaba que eran los empresarios, sindicalistas y políticos corruptos los que estaban detrás de las movilizaciones, recibió la crítica de la Comisión de Vivienda de Sol, que señalaba que dicho comunicado le hacia un flaco favor a la lucha minera y llamaba a apoyar la lucha. Finalmente, los miles que se movilizaron a recibir a los mineros, así como las acciones de solidaridad de las asambleas de indignados, sobre todo de las comarcas mineras, demostraron que la solidaridad con la huelga se impuso como la posición mayoritaria.

La valoración positiva que realizamos del acercamiento y la identificación del movimiento de indignados, así como del resto de los movimientos de lucha del Estado Español (en el momento de la llegada de la marcha minera, los trabajadores estatales), con la huelga minera y más en general con la clase obrera, no tiene que ver con un fetiche “obrerista”. Al contrario, se apoya en el elemento material de que cuando la clase trabajadora entra en escena, lo hace con sus propios métodos y tradiciones, que pueden ser tomados por el resto de los sectores en lucha. Esto es particularmente importante con respecto a los mineros, que en España gozan del respeto de amplios sectores de la población, ya que han estado a la vanguardia de los procesos de lucha en el Estado Español.

Fueron los mineros asturianos los que protagonizaron la Revolución de 1934, una verdadera insurrección obrera que llegó a reducir a las fuerzas represivas de la región, instaurar consejos obreros y declarar la “Comuna de Asturias” (en homenaje a la Comuna de París). Esta insurrección no fue secundada por el resto de España y logró ser sofocada. A su vez, en 1962 protagonizaron la primera gran huelga obrera contra el gobierno fascista de Franco, que despertó expresiones de solidaridad en toda España y Europa, desnudando el verdadero rostro del régimen de Franco e hiriéndolo de manera muy profunda. Durante los enfrentamientos de este año con la Guardia Civil, muchos de los escudos caseros de los mineros tenían pintada la sigla UHP, “Uníos Hermanos Proletarios”, símbolo de la Revolución del 34.  El grito tantas veces coreado en las movilizaciones mineras, “Si no hay solución, habrá revolución”, es otra muestra de cómo estos eventos históricos reaparecen en la cabeza de las nuevas generaciones. La declaración que encabeza este apartado, hecha por un minero para el diario El País, refleja con mucha agudeza la importancia de la continuidad de las tradiciones políticas y de la reapropiación de la experiencia de lucha de las generaciones pasadas: “Las barricadas son la única forma de lucha que conozco”, agrega el minero, que protagonizó los cortes de ruta y los enfrentamientos con la Guardia Civil.

Además, la huelga de los mineros ha despertado una de las tradiciones más importantes de la clase obrera: el internacionalismo. En los primeros días del conflicto se conoció una carta de mineros ingleses que habían enfrentado a la Thatcher en la gran huelga de 1984, llamando a la solidaridad internacional. Más adelante, varias delegaciones internacionales de mineros alemanes, polacos, chilenos e ingleses se acercaron a los pozos mineros a expresar su solidaridad y contribuir económicamente con fondos de lucha. En la huelga minera española no sólo se juega el futura de esa región, sino también parte del destino de Europa en su conjunto, y los sectores de vanguardia están dando cuenta de eso.

Todos estos elementos de recuperación histórica de tradiciones políticas, métodos de lucha y organización son centrales para reabrir la perspectiva de un movimiento obrero socialista y revolucionario en el Estado Español, donde el franquismo se dedicó a enterrar estas tradiciones y romper la continuidad histórica entre las generaciones que protagonizaron la Guerra Civil y las posteriores. La huelga de los mineros demuestra que comienzan a volver a tejerse estos lazos entre el presente y el pasado, entre la clase obrera y el resto de los sectores oprimidos. En el marco de la profunda crisis económica y social que se vive en el Estado Español, estos métodos pueden transformarse (y ya lo están haciendo) en un verdadero reguero de pólvora que empiece a influenciar el resto de los sectores que salen a luchar; por todo esto, la reivindicación y generalización de las mejores tradiciones de lucha de la clase obrera es una de las tareas centrales de los revolucionarios.

La huelga de los mineros demostró también, lamentablemente, los límites que encuentra aun la organización independiente de los trabajadores. Finalmente, la burocracia sindical de Comisiones Obreras y UGT decidió mandar a la delegación de mineros de vuelta a las comunas, para evitar el efecto contagio en el centro político del país, Madrid, e impidió que se siga desarrollando la enorme solidaridad que experimentaron los mineros en su llegada. La otra cara de la moneda de esta política criminal de aislamiento fue la negativa a lo largo de todo el conflicto de convocar una huelga general en apoyo a los mineros y contra el ajuste de Rajoy. Esa huelga general, con los mineros en Madrid, hubiera dado vuelta las cosas, derrotando al gobierno no sólo en su ataque a los mineros, sino poniéndolo contra las cuerdas en su política de ajuste más general.

Sin embargo, luego de 67 días de huelga, los mineros retomaron el trabajo. Esto plantea de manera muy clara la necesidad de impulsar la autoorganización de los trabajadores, organizaciones antiburocráticas y clasistas en el seno de los sindicatos y una denuncia sistemática de las políticas traidoras de la burocracia sindical.

 

2.3 “Le quiero dar las gracias a Lasquetty. Con cada día que pasa voy perdiendo dinero y ganando dignidad”

 

Lasquetty es el consejero de Sanidad de Madrid, y estas palabras son de una médica de Madrid durante una asamblea que realizada el séptimo día de huelga indefinida de médicos contra la privatización de la sanidad de la capital (que además coincidió con la cuarta jornada de huelga total en el sector). La lucha de los trabajadores estatales ha sido, como veremos, una de las más dinámicas de 2012.

Como señalábamos al comienzo, el rescate a los bancos al comienzo de la crisis trasladó una enorme presión a la deuda pública. En este momento, uno de los ejes que recorre a todos los gobiernos de la Unión Europea es el aceleramiento de un ajuste fiscal sin precedentes, que tiene por objetivo terminar de desmantelar lo que queda del Estado de Bienestar.

En la mayoría de los países de Europa, luego de la Segunda Guerra Mundial y con el fantasma del comunismo campeando sobre el continente, la burguesía se vio obligada a realizar una serie de concesiones al movimiento de masas, que configuró lo que se conoce como Estado de Bienestar. Sin dudas, en los últimos veinte años se ha avanzado en desmantelar estas conquistas, con el ciclo neoliberal que inauguran Reagan y Thatcher, y del cual la derrota de la huelga de los mineros ingleses de 1984 fue un símbolo. Sin embargo, aún se mantenían ciertas conquistas: seguro de desempleo, un sistema de educación y salud públicos de relativa calidad, etc. Para los gobiernos capitalistas de toda Europa, la apuesta es ahora terminar de sepultar todo esto.

Es por eso que todo 2012 ha estado marcado por las luchas de los trabajadores estatales contra los ataques del gobierno a los salarios y las condiciones de trabajo, pero sobre todo en defensa de las conquistas sociales. En ese sentido, el año estuvo recorrido por conflictos de menor envergadura, como la lucha de los trabajadores estatales contra la supresión de la paga de Navidad, que protagonizaron numerosos cortes autoorganizados, y que aprovecharon la jornada de movilización de la minería para canalizar su bronca. O la pelea contra el aumento de las tasas judiciales y la disminución del presupuesto de Justicia, que llevó a las organizaciones de jueces, fiscales y trabajadores de la justicia a organizar movilizaciones y amenazar con la realización de un paro en diciembre.

En educación, el año comenzó con la lucha de los profesores de Madrid, que convocaron diez jornadas de huelga a fines de 2011 contra la decisión del gobierno de aumentar la jornada laboral y de despedir así cerca de 3.000 docentes interinos, a lo largo de las cuales se realizaron numerosas movilizaciones y ocupaciones de colegios.

A su vez, a la lucha de los docentes de secundaria, primaria e infantil se sumaron los estudiantes de universidades a través de los “encierros” (tomas) y jornadas de huelga estudiantil convocadas en Madrid, Barcelona y Valencia. El 17 de diciembre, la “Marea Verde” (nombre que se dio al movimiento educativo), inundó las calles de Madrid con más de 30.000 manifestantes. Finalmente, el 22 de mayo se convocó una huelga general educativa en todo el Estado Español, con un seguimiento masivo tanto en secundarias como en la universidad. Más recientemente, el Sindicato de Estudiantes, organización implantada en todo el Estado Español, llamo a una exitosa huelga el 16, 17 y 18 de octubre, que contó con el novedoso apoyo de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres (que llamó a los padres a no llevar a sus hijos al colegio), y movilizó a decenas de miles de jóvenes en todo el país, contra la política del gobierno y exigiendo la dimisión del ministro de Educación. Esto fue acompañado de tomas de facultades e incluso la puesta en pie de “guarderías comunitarias” para aquellos padres que querían secundar la huelga pero no tenían con quién dejar a sus hijos, ya que debían trabajar. Actualmente, comienza a desarrollarse una pelea contra la reforma educativa del ministro Wert, que implica el citado ranking para poner a competir a los centros educativos entre sí, la reintroducción de la materia Religión y un intento de “españolizar” la educación, como veremos más adelante.

Otra lucha de enorme repercusión, que sigue su curso al momento de escribir esta nota, es la que llevan adelante los trabajadores de la salud de Madrid. Luego de la decisión del gobierno de privatizar varios hospitales, los médicos se declararon en huelga indefinida de lunes a jueves a partir del lunes 26 de noviembre, con un seguimiento masivo, huelgas que fueron decididas en asambleas multitudinarias. A esta huelga indefinida se han sumado dos huelgas de 48 horas del conjunto de los trabajadores de la salud madrileña (enfermeros, auxiliares de enfermería, administrativos), el 26 y 27 de noviembre, 4 y 5 de diciembre, y una convocatoria para el 19 y 20 de diciembre. A su vez, la “Marea Blanca” (en alusión al color de las batas que visten los médicos en las movilizaciones) ha inundado las calles de Madrid en tres ocasiones, llegando a convocar 75.000 personas, y cientos de centros de salud han sido ocupados. Pese a la rotunda negativa del gobierno del PP a revisar el plan, los huelguistas se mantienen firmes y han decidido continuar la huelga hasta que Sanidad retire el proyecto. Como en el caso de los mineros, esto demuestra la inflexibilidad del gobierno del PP con respecto al ajuste (que no ha sufrido, cabe destacar, ninguna derrota de importancia), pero sobre todo la necesidad de superar la política de aislamiento de la burocracia sindical y de imponer la huelga general en Madrid en apoyo a la lucha de la salud.

Esto no es un más que un breve (e incompleto) resumen de algunas de las luchas más importantes de los trabajadores estatales en 2012. Dar cuenta de todas las iniciativas que ha habido este año en defensa de la Salud y la Educación pública es sencillamente imposible. Invitamos al lector a visitar el sitio http://tomalafacultad.net/ y ver la cantidad de convocatorias a acciones de todo tipo que figuran allí (y que son a su vez sólo una parte del conjunto de acciones que se llevan adelante en el Estado Español).

Esto da cuenta de varios elementos. Por empezar, que la crisis fiscal de la que hablamos implica recortes brutales sobre la función pública, y que esto es un constante atizador de conflictos de los trabajadores estatales. Como hemos visto, en estos conflictos se entrelazan la defensa de las condiciones de trabajo (salarios, jornada laboral, rechazo a las aulas sobrecargadas en el caso docente) con la defensa más general de los servicios públicos en esas áreas esenciales. La conciencia de que estos servicios públicos son el resultado de la lucha de las generaciones precedentes y el rechazo a la supuesta superioridad de la gestión privada son elementos centrales de las peleas que se han venido desarrollando. Esto contrasta fuertemente con la ideología de la mayor efectividad de la gestión privada, dominante en los años neoliberales y que facilitó, sobre todo en Latinoamérica, la privatización de las empresas estatales.

En segundo lugar, que a lo largo y ancho del Estado Español se vive, como ya hemos dicho, un clima de ebullición, que propicia todo tipo de actividades que se realizan en parte por fuera de las organizaciones tradicionales, como la ocupación de secundarios, universidades y centros de salud, pequeñas movilizaciones y “flash-mobs” en Madrid: en suma, una multitud de acciones de lucha donde los diferentes sectores (trabajadores, padres, alumnos, pacientes, etc.) pueden confluir, lo cual relaja en determinada medida los controles burocráticos.

Es que justamente, la defensa de las conquistas del Estado de Bienestar confiere a estas luchas un carácter más profundamente social, que trasciende los meros reclamos corporativos de los trabajadores involucrados en cada caso (docentes, médicos, etc.), para ubicarse como una reivindicación del conjunto de la población. Esto se refleja no sólo en la movilización más “clásica” del movimiento estudiantil en defensa de la educación publica, sino en el hecho histórico (por su novedad) de la adhesión de las asociaciones de padres a las huelgas estudiantiles, que además implicó la organización de guarderías para poder garantizar la huelga, un elemento muy interesante.

Por último, la entrada de los mineros a Madrid demuestra también la capacidad de atracción del movimiento obrero sobre el resto de los sectores. Como señalábamos más arriba, ésta fue la ocasión para que miles de trabajadores estatales y parados que habían recibido apenas horas atrás el anuncio del durísimo ajuste de Rajoy expresaran su bronca y aprovecharan la convocatoria de los mineros para sumar sus propias reivindicaciones y pegar con un solo puño contra el ajuste de Rajoy. A esto se suma la evidencia de que es necesario pelear por unificar los reclamos, desbordar a los burócratas que garantizan el aislamiento de los sectores en lucha e imponer una verdadera huelga general indefinida para derrotar el ajuste de Rajoy.

 

2.4 Las huelgas generales

 

Nos detendremos ahora en el análisis de las dos huelgas generales de 2012, que tienen su propia especificidad, y que permiten a su vez ver los desarrollos políticos que tuvieron lugar entre ambas.

Antes que nada, hay que decir que estas jornadas de huelga se inscriben en una táctica común de todas las centrales burocráticas europeas: se trata de realizar, cada algunos meses, un “saludo a la bandera”, sin darle ninguna continuidad, y que sólo sirve para descomprimir la bronca desde abajo. Es por eso que vemos en todos los países huelgas dispersas a lo largo del año, pero nunca una verdadera huelga general indefinida, que pueda poner en jaque a los gobiernos del ajuste. La mayor “regularidad” de las huelgas generales en Grecia, varias de las cuales duraron 48 horas, no contradice sino que confirma esta practica. Si son más regulares y largas es porque hay una mayor presión desde abajo, más bronca acumulada y porque las condiciones económicas y sociales son más catastróficas, pero se inscriben en la misma lógica: 48 horas por acá, 48 por allá, pero mientras tanto el gobierno sigue aprobando planes de austeridad.

La única excepción ha sido la huelga en Francia contra la reforma del sistema de jubilaciones, que llegó efectivamente a paralizar gran parte del país de manera indefinida, pero fue precisamente porque se trató de una huelga que se construyó desde abajo, que se fue generalizando a partir de los sectores de vanguardia y que tuvo elementos de autoorganización y de desborde a la burocracia, como las asambleas interprofesionales que agrupaban a todo el activismo, más allá de su pertenencia a tal o cual sindicato.

A comienzos de 2012, Comisiones Obreras y UGT, con el apoyo de los sindicatos minoritarios y de los sindicatos nacionalistas (que tienen una presencia importante en el país vasco y que, en realidad, fueron los que lanzaron la convocatoria primero, a la cual se plegaron Comisiones y UGT) convocaron a una huelga general para el 29 de marzo contra la reforma laboral aprobada por el gobierno de Rajoy. Cabe destacar que los sindicatos sólo convocaron a la huelga una vez aprobada la reforma laboral, cuya votación no impidieron; El mismo método que utilizaron para “pelear” contra la reforma laboral de Zapatero: una sola jornada de huelga general (29 de septiembre de 2011), que a pesar de su alto acatamiento no alcanzó para derribar la reforma.

La huelga del 29 de marzo tuvo un alto acatamiento: más del 70% según los sindicatos, una caída de la demanda eléctrica del 15% con respecto a un día normal, lo que obligó al gobierno a encender las farolas callejeras para manipular los datos de consumo eléctrico. La huelga fue particularmente fuerte en la industria: en Galicia, sólo el 10% de los trabajadores de Peugeot entraron a trabajar; la actividad en los astilleros, textiles y refinerías estuvo parada; en Barcelona, las grandes fábricas, como Nissan y Seat estuvieron también paralizadas. El paro fue masivo también en el transporte, que cumplió sólo con los servicios mínimos obligatorios y tuvo una incidencia menor en el sector público (algo mayor en educación y más bajo en salud).

Finalmente, la jornada se cerró con masivas movilizaciones en las principales ciudades del país, con cientos de miles en Madrid, Barcelona y Valencia, y marchas que en localidades más pequeñas tuvieron una concurrencia verdaderamente histórica. Esto demostró, a pesar de la guerra de cifras entre los sindicatos y el gobierno[2], el repudio masivo a la reforma laboral, en un país donde además cinco millones de desocupados no pueden expresarse a través de una huelga.

La segunda huelga general del año fue convocada en el marco de una protesta continental acordada por la Confederación Europea de Sindicatos el 14 de noviembre. Simultáneamente, se desarrollaron huelgas generales en España y Portugal, en Italia (huelga de 4 horas) y Grecia (huelga de dos horas, luego de haber convocado el 6 y 7 de Noviembre una huelga de 48 horas contra la reforma laboral) y movilizaciones en Francia, Bélgica, y otros países. Para repasar someramente a la cuestión, podemos decir que la huelga en Portugal tuvo repercusión sobre todo en el sector de servicios (transporte) y una incidencia importante en trabajadores estatales y de la industria; que la tónica en Italia la dieron las movilizaciones estudiantiles, que se contaron de a decenas de miles y protagonizaron duros enfrentamientos con la policía; que las centrales sindicales griegas preveían sumarse a la jornada del 14 pero adelantaron la huelga (que tuvo un seguimiento masivo) por el voto del paquete de ajuste en ese país. El dato destacable es que, a pesar de las limitaciones que tuvo, se trató de la primera jornada de lucha continental de la historia, sentimiento que además cruzó el día de la huelga y fue reflejado por la mayoría de los medios, además de mostrar las enormes potencialidades que sigue teniendo la clase obrera europea.

En España, la huelga ha vuelto a tener un seguimiento masivo, principalmente en la industria, donde las grandes plantas automovilísticas se paralizaron; en el transporte, que funcionó en la mayoría de los casos con los servicios mínimos; una incidencia desigual, aunque importante, en educación, ya que algunos sindicatos (como la Central Sindical Independiente y de Funcionarios, mayoritaria) no convocaban, y un importante seguimiento en sanidad, donde se desarrolló además con el trasfondo de decenas de ocupaciones de hospitales contra la privatización (el sindicato de médicos no convocó a la huelga, ya que había decidido comenzar la huelga indefinida a fines de noviembre, como hemos desarrollado más arriba). Finalmente, la huelga se cerró nuevamente con cientos de miles de manifestantes en las principales ciudades del país.

Para un resumen más completo de las huelgas, remitimos al lector a los sitios que ya hemos recomendado, donde podrá hacerse de una serie de datos interesantes sobre su impacto y sus desigualdades. Nos detendremos ahora en algunos elementos políticos de ambas huelgas, así como la comparación y las líneas de evolución que esta comparación revela.

Uno de los datos remarcables de ambas jornadas ha sido la realización de numerosos piquetes de huelga. En sí, los piquetes no tienen nada de novedoso: en cada jornada de huelga general, grupos de sindicalistas se apostan frente a las empresas para convencer a los trabajadores de hacer huelga, o recorren las calles de una ciudad obligando, con mayor o menor amabilidad, a cerrar los comercios. Sin embargo, lo novedoso es que muchos de estos piquetes tuvieron elementos de autoorganización, y fueron convocados por fuera de las estructuras de los sindicatos burocráticos, por asociaciones vecinales, estudiantiles, asambleas populares, partidos de izquierda, etc. Esto imprime una dinámica particular a la jornada de huelga, impidiendo que pase simplemente como “un domingo más”, y pone en movimiento a miles de activistas que vienen luchando a lo largo del año. La desconfianza inicial de los “indignados” de cara a los sindicatos mayoritarios comienza a desarrollarse no en el sentido de borrarse de las peleas de la clase trabajadora, sino de imprimir sus propios métodos y de organizar acciones independientes a partir de los núcleos que fueron formándose a lo largo del año.

Otro elemento importante fueron los duros enfrentamientos que protagonizaron los manifestantes en ambas huelgas con la policía (mayormente en Barcelona en la primera huelga y en Madrid en la segunda). Estos enfrentamientos tienen una importancia política particular: se trata de un país donde, hace apenas un año, el movimiento de indignados se dejaba apalear “pacíficamente”. Por lo que se reflejaba en los artículos y los videos de los enfrentamientos, no se trató de un grupo de “vándalos”, sino de una respuesta orgánica a la creciente represión policial. Es que, sumado a la crisis económica y social que hunde a millones de personas en la miseria, la única respuesta del gobierno de Rajoy es una brutal represión brutal, con decenas de heridos y cientos de detenidos. Con un apoyo absolutamente en picada, y defendiendo intereses diametralmente opuestos a los de los trabajadores y el pueblo, uno de los recursos privilegiados que tiene Rajoy para mantener sus decisiones es una represión encarnizada. Es por eso que la resistencia activa a las cargas policiales tiene una gran importancia, que contrasta con la “pasividad” de los indignados, y que también desplaza el centro de gravedad de la esperanza en una “Democracia real ya”, a la lucha en las calles (elemento que también se expreso en la convocatoria del 25-S de “Rodea el congreso”, que también se cerró, con enfrentamientos con la policía).

Por ultimo, el dato más importante es que las huelgas reflejan un corrimiento hacia la izquierda de sectores cada vez más importantes de la población. Esto se refleja, sobre todo si comparamos ambas huelgas, en la asistencia masiva que tuvieron las manifestaciones independientes de las centrales burocráticas  En Barcelona, 7.000 personas se habían movilizado el 29 de marzo bajo la convocatoria de los sindicatos anarco-sindicalistas (CNT, CGT); para la huelga del 14 de Noviembre, ya se trataba de 30.000. En Madrid, 4.000 personas se habían movilizado el 29-M  a la convocatoria de CNT y CGT, y 15.000 a la de otros sindicatos de base y partidos de izquierda agrupados en el colectivo “Hay que pararles los pies”; para el 14-N, se realizo una convocatoria unitaria que agrupó a más de 100.000 personas. En Gran Canaria, los sindicatos anarquistas lograron ocupar la tribuna del acto de Comisiones y UGT y los obligaron a dejarlos hablar y abrir el micrófono al resto de los asistentes. Estos actos son posibles no solamente gracias a una relación de fuerzas física, sino que responde sobre todo al estado de ánimo político. Todas estas manifestaciones se realizaron sobre la base de una denuncia de la política de los sindicatos burocráticos y la necesidad de seguir extendiendo la lucha, y reflejan el progreso que vienen realizando las corrientes de izquierda y los sindicatos antiburocráticos y de clase en el seno del movimiento obrero.

Las jornadas de huelga general muestran, a la vez, la gran capacidad de movilización que conserva la clase obrera española y los límites de la política de la burocracia. Como ha demostrado la experiencia de los otros países europeos (sobre todo Grecia), las jornadas aisladas de huelga no alcanzan para derrotar el ajuste. Sin duda, hay que aprovecharlas como un espacio de agitación política, para contribuir a la autoorganización de la clase obrera y para impulsar estas medidas más allá. Pero tiene que quedar claro que no se puede depositar la más mínima confianza en los sindicatos burocráticos. Sus políticas no son “errores”, sino que hacen al lugar orgánico que ocupan en la dominación capitalista: su rol es mantener a los trabajadores regimentados, impedir que haya desborde. Por eso, la única manera de construir una verdadera huelga general indefinida es pasando por encima de estos burócratas, y la denuncia sistemática de sus traiciones debe estar en el centro de la política revolucionaria.

 

 

3. Una situación con fuertes mediaciones, pero con tendencia al desborde

 

Cabe ahora, antes de pasar a las perspectivas, establecer ciertas precisiones respecto de las coordenadas más generales del período que transitamos.

Para nosotros, un elemento común al conjunto de luchas que se han abierto en los últimos años es la presencia de dos fuertes mediaciones: el rol de la burocracia sindical y el imperio general de la democracia burguesa (además de la ausencia de organizaciones revolucionarias, que trataremos más abajo). Esto funciona como una especie de “colchón” que evita enfrentamientos más directos entre las clases sociales: la burocracia se encarga de que las luchas obreras no sean de suficiente envergadura para cuestionar la estabilidad capitalista, y la democracia burguesa sigue siendo todavía el terreno universal de resolución de los problemas de la sociedad. En el caso de la primavera árabe, la instauración de regímenes democráticos burgueses (en una región que sólo ha conocido dictaduras sanguinarias en las últimas décadas) ha permitido en parte normalizar la situación, y las rebeliones no llegaron a cuestionar el conjunto de la estructura económico-social. A su vez, la experiencia europea muestra que las centrales burocráticas aún tienen un control mayoritario sobre la clase obrera, lo que les permite administrar el descontento popular de manera que no haya demasiados desbordes.

Esto significa que, en términos generales, el período se caracteriza aún por la ausencia de choques más directos entre las clases sociales, o que tengan carácter limitado o localizado. Son efectivamente estas mediaciones las que permiten amortiguar esos choques, desviar las luchas directas callejeras al pantano de la democracia burguesa, como fue el caso de Grecia durante 2012, donde las elecciones y las esperanzas de amplios sectores en Syriza apaciguaron las luchas obreras y populares. Es por eso que no estamos aún en un escenario que enfrente revolución y contrarrevolución, donde el destino se juegue efectivamente en la lucha directa, a muerte, entre la clase obrera y la clase capitalista.

Sin embargo, lo que nos interesa aquí es demostrar que, también como tendencia general, esas mediaciones comienzan a erosionarse. En el caso de las primaveras árabes, el anestésico de la democracia burguesa se muestra con resultados muy contradictorios. La situación en Egipto no logra estabilizarse (ver texto en esta edición). En Túnez, el clima político esta marcado por las provocaciones del gobierno islamista de Ennhada a la central obrera, la UGTT y las posibles huelgas que ésta pueda convocar.

En Grecia, el ascenso del partido neonazi Amanecer Dorado marca una tendencia a que ciertas cosas comiencen a resolverse por fuera de la democracia burguesa. No solamente porque se trata de un grupo fascista militante que se encarga de perseguir y apalear inmigrantes a modo de instarlos a irse del país (es decir, una solución contrarrevolucionaria del “problema extranjero”), sino porque las reacciones de parte de las algunas organizaciones de izquierda han sido también de enfrentamiento físico con los fascistas, como la bomba que explotó a comienzos de diciembre en uno de los locales de Amanecer Dorado. A su vez, la radicalidad de las protestas del 13 de febrero, día en que se votó un nuevo plan de austeridad, que convirtieron a Atenas en un verdadero campo de batalla y que incendiaron la capital, demuestran (junto al derrumbe de los partidos tradicionales y la altísima abstención electoral), la crisis por la que atraviesa el sistema parlamentario, a pesar de que en junio pasado sirvió para dar un nuevo respiro a la situación con el triunfo de Samaras.

Con respecto al movimiento obrero, el control hegemónico de la burocracia es general. Sin embargo, hay también en este sentido elementos que apuntan a su superación. Una de las grandes conquistas de la rebelión egipcia que derribó a Mubarak ha sido barrer con la central burocrática mubarakista y la puesta en pie de una central que reagrupa a los sindicatos independientes. Esta central tiene un lugar importante en la vida política, como lo demuestra el impacto que tuvo su retirada de la Asamblea Constituyente dominada por los islamistas. En Túnez, la UGTT parece haber logrado agrupar a importantes sectores progresivos de la población, por lo cual se ha convertido en el blanco de los islamistas, si bien es necesario estudiar más en profundidad el carácter de esta organización. En Europa en general, la tendencia es, sin que haya habido aún un vuelco cualitativo, la lenta pero sostenida acumulación de las expresiones antiburocráticas y de clase.

En suma, nos parece importante tener en cuenta los márgenes generales entre los cuales se mueve la lucha de clases en este período. Pero junto con esto es central apreciar las tendencias del desarrollo político que apuntan a la superación de esos límites y que pueden abrir un periodo de enfrentamiento más directo entre las clases, donde la alternativa de revolución o contrarrevolución vuelva a ser de actualidad.

 

3.1 Los indignados, termómetro de la evolución política

 

Nos referiremos ahora a algunas de las tendencias políticas más generales que se observaron en España en el último año, y que pueden seguir desarrollándose hacia el futuro. Claro que, además de sostenerse en el análisis de los acontecimientos centrales de la lucha de clases, estas tendencias tienen un elemento de apuesta y que su desarrollo efectivo en uno u otro sentido dependen en gran medida de la intervención consciente de las organizaciones revolucionarias.

Por empezar, analizaremos el desarrollo del movimiento de indignados, cuya dinámica puede ser generalizada, de manera no mecánica, a otros sectores de la sociedad. Se trata de un movimiento que, por su masividad, refleja de alguna manera el “sentido común” de amplias capas de la población, y resulta en ese sentido una especie de termómetro del estado de ánimo más general. Además, al tratarse de un fenómeno nuevo que irrumpió (de manera bastante inesperada) en la escena política española (y que tuvo repercusiones mundiales), inaugurando un ciclo de movilizaciones históricas en relación con lo que se había vivido en las ultimas décadas, expresa también los limites y potencialidades de este recomienzo histórico que comienza a vivirse.

Cuando el movimiento de indignados irrumpió el 15 de Mayo de 2011, desencadenando movilizaciones de masas a lo largo y ancho de España, desde nuestra corriente decíamos centralmente dos cosas: en primer lugar, que el movimiento debía dirigirse a la clase obrera, y de esta manera comenzar a definirse programática y socialmente. En segundo lugar, que se trataba de una lucha política, y que el justo odio contra los partidos del régimen como el PSOE, el PP e IU no debía transformarse en un rechazo contra las organizaciones políticas en sí mismas (por ejemplo, las organizaciones revolucionarias), herramientas indispensables en la lucha por la emancipación.

Con respecto al primer elemento, podemos afirmar que luego de su nacimiento, el movimiento de indignados ha comenzado a ligarse de manera cada vez más estrecha a las luchas del movimiento obrero. En primer lugar, a través de la creación de una red de grupos de trabajo (una vez que la masividad del movimiento comenzó a decaer, y además, a descentralizarse, luego del abandono de las acampadas) que comenzaron a intervenir sobre los problemas cotidianos de los trabajadores y el pueblo. Uno de los casos más emblemáticos ha sido la lucha contra los desahucios (desalojos) de quienes no pueden pagar la hipoteca, que se han convertido en un verdadero drama social en España, poniendo en la escena nacional en el último tiempo varios casos de suicidio. Esto tiene una importancia central, porque permitió bajar del planteo más bien abstracto de “Democracia real”, para darle un contenido concreto, ligándose a las luchas de la clase trabajadora, para poner en movimiento a cientos de activistas en relación con los problemas cotidianos de la población. En ese sentido, la “Marea Verde” de educación y la “Marea Blanca” de la salud son en parte tributarias, tanto por sus métodos de organización como por los núcleos activistas que las impulsaron, del movimiento de indignados.

En segundo lugar, como ya hemos visto, el movimiento de indignados ha sido partícipe, de manera crítica frente a los sindicatos burocráticos, de las luchas que viene llevando adelante la clase obrera española. En relación con la lucha minera, el debate del que ya hablamos en el movimiento de indignados terminó cristalizándose hacia un apoyo a los mineros, que se reflejó en las acciones que impulsaron las asambleas de indignados de las comarcas mineras, y en las decenas de miles que se movilizaron a recibir la llegada de la Marcha Negra a Madrid. A su vez, sectores del movimiento de indignados fueron parte de las dos huelgas generales, se movilizaron en las columnas independientes e integraron los piquetes de huelga. Además, se movilizaron el día de la votación de la reforma laboral de Rajoy junto a otros sindicatos de base, frente a la pasividad de Comisiones y UGT, que apenas convocaron a movilizaciones contra la reforma luego de que se hubiera votado, y llamaron a la huelga un mes y medio después. Como vemos, la desconfianza inicial hacia los sindicatos mayoritarios (que se basa en la experiencia concreta de años de traiciones) no llevó a un distanciamiento de las luchas de los trabajadores, sino a una crítica a las direcciones burocráticas y la solidaridad con los trabajadores de base.

En cuanto al segundo desafío de los indignados, está claro que el movimiento no ha tomado el camino de convertirse en organización política independiente. Sin embargo, esto es lógico en el sentido de que se trataba en realidad de un frente único para la lucha, donde intervenían diversas tendencias (organizadas o no), con diferentes orientaciones políticas, como se demostró en el caso de la huelga minera. Lo importante es que tampoco ha logrado ser cooptado por ninguno de los partidos del régimen (el PSOE y sobre todo Izquierda Unida, que intenta aparecer como más combativo y “antisistema”). Además, a nivel de las organizaciones de base (como las comisiones y las asambleas populares), los partidos de izquierda intervienen activamente y no hemos visto que se hayan dado políticas macartistas de parte del movimiento hacia estos sectores. Inclusive, la participación del 15-M en los bloques críticos durante las movilizaciones de ambas huelgas generales, que convocaron junto a los sindicatos burocráticos y las organizaciones de izquierda, demuestra un acercamiento hacia posiciones más de izquierda, y comienza a terminarse el mito de no ser “ni de izquierda ni de derecha”.

Por otra parte, el reclamo abstracto de “Democracia real ya” (que en sus aspectos concretos significaba parches al sistema bipartidista, como mayor representación para los partidos pequeños) comenzó a desplazarse en los hechos hacia un cuestionamiento más general a la democracia burguesa. Las movilizaciones que protagonizaron a lo largo del año dan cuenta, a su manera, de esto: las interrupciones de los desahucios no se realizaron a través de medidas judiciales, sino de la acción directa para impedir que las familias fueran desalojadas por la policía, lo que en muchos casos significaba que hubiera detenidos o heridos por la represión policial.

En ese sentido, la Plataforma en Pie, uno de los principales convocantes de la acción “Rodea el Congreso” del 25 de septiembre, a la que asistieron decenas de miles de personas, exige en su manifiesto que sirvió de base a la convocatoria: “La dimisión del gobierno en pleno, así como la disolución de las Cortes y de la Jefatura del Estado (…). La apertura de un proceso constituyente transparente y democrático (…) pues no reconocemos carácter democrático alguno al actual texto constitucional, redactado por una camarilla a espaldas del pueblo, y que consagró la dominación de los herederos del franquismo y quienes pactaron con ellos” (http://plataformaenpie.wordpress.com/manifiesto/). Entre la exigencia de “más democracia” y la dimisión del gobierno y la apertura de un proceso constituyente que barra con la constitución franquista hay una diferencia evidente.

Sin duda, no se pueden obviar los límites que aún presenta el movimiento de indignados (y el resto de los sectores en lucha): la falta de una clara estrategia socialista y revolucionaria, ligada a la construcción de organizaciones revolucionarias y de corrientes clasistas y antiburocráticas en los sindicatos. Sin embargo, sería de un sectarismo miope exigirle una prueba de ADN revolucionario a una generación que comienza a realizar sus primeras experiencias políticas y de organización. Lo que nos interesa aquí es señalar los puntos de apoyo para la acción revolucionaria, cuáles son los resortes que provee la propia experiencia de las masas para que el programa socialista revolucionario pueda hacerse carne y para la construcción de organizaciones revolucionarias, indispensables para que estas experiencias se procesen en un sentido independiente y de clase.

 

3.2 Las organizaciones independientes de la burocracia

 

Otro elemento central en el análisis de la situación política es el grado de desarrollo de organizaciones independientes de la burocracia sindical, de formas de autoorganización y de democracia obrera. Debemos decir, en principio, que es difícil dar cuenta de esto sin estar en el lugar de un proceso que, según nuestra experiencia, tiene mucho de subterráneo y que sólo se manifiesta tras un proceso lento de acumulación. Intentaremos, de todas maneras, a partir de lo que han reflejado las luchas de este año, señalar algunos elementos que apuntan en el sentido de un desarrollo de las organizaciones independientes.

En primer lugar, hay que decir que la huelga minera, que por varias semanas estuvo en la escena nacional (e internacional) tuvo elementos importantes de autoorganización. Como ya vimos, la declaración de la huelga indefinida fue rápidamente acompañada de cortes de carretera, ocupaciones de minas, acampadas, etc. Muchas de estas acciones fueron organizadas por fuera de los sindicatos tradicionales, por los trabajadores mismos, y la burocracia no tardó en desligarse de los “violentos”. Lo mismo se expresó en la enorme solidaridad de los pueblos mineros, que ofrecían por ejemplo refugio a los mineros cuando la Guardia Civil entraba a reprimir, y en las acciones de apoyo a los obreros encerrados.

La lucha de los trabajadores estatales comenzó a introducir también elementos de democracia de base. A lo largo de la huelga de médicos en Madrid (que sigue su curso) se realizaron varias asambleas masivas para discutir el curso del conflicto, y la misma convocatoria a huelga indefinida fue decidida en asamblea. Frente al anuncio de Rajoy de suprimir la paga de Navidad en julio de este año, cientos de funcionarios (como se llama a los trabajadores estatales) se lanzaron a las calles a realizar cortes sin esperar ningún llamado de los sindicatos, y se sumaron al día siguiente a la marcha minera para expresar su descontento.

En suma, muchas de las acciones de solidaridad con las luchas, como las ocupaciones y abrazos a hospitales, las concentraciones, etc., fueron organizadas desde abajo. En ese sentido, tanto la Marea Blanca como la Marea Verde son tributarias de y han sido influenciadas por los métodos de organización de los indignados. El Movimiento 15-M, a pesar de sus fuertes limitaciones (por ejemplo, el método del consenso absoluto, que en muchos casos impedía el desarrollo de acciones), reflejó el rechazo a las decisiones desde arriba, a los acuerdos tomados a espaldas de la base. El rechazo a los partidos y sindicatos[3] como parte del sentido común (las corrientes autonomistas y anarquistas orgánicas que defienden sistemáticamente el antipartidismo son otro cantar) expresa de alguna manera este estado de ánimo en favor de la organización desde abajo, y debe ser un punto de apoyo (a la vez que se defiende la necesidad de organizarse política y sindicalmente) para barrer con los métodos burocráticos de los sindicatos mayoritarios y de los partidos del régimen, en particular los que se dicen “comunistas”.

Las dos jornadas de huelga general han mostrado también elementos de desborde a los sindicatos burocráticos Como señalamos, los piquetes de huelga fueron para muchas organizaciones la oportunidad de imprimirle una dinámica no rutinaria a la jornada, recorrida también por diversas iniciativas (ollas populares, la “BiciCrítica”, un piquete de huelga móvil protagonizado por ciclistas, etc.). Es esto lo que expresó la organización de “TomaLaHuelga”, en la que participan centralmente miembros del movimiento de indignados: hacer la huelga propia, tomarla en sus manos, organizarla, imprimirle un sentido que vaya más allá de los “saludos a la bandera” de las centrales burocráticas. Los enfrentamientos con la policía que tiñeron ambas jornadas de huelga son también un ejemplo de esta tendencia al desborde y la radicalización, frente a sindicatos que suelen enorgullecerse cuando las jornadas transcurren con “tranquilidad”.

Sin duda, hay que decir que los sindicatos burocráticos aún mantienen un control mayoritario sobre la clase trabajadora. En gran medida, la mayor dificultad de estas iniciativas de autoorganización es que no han tomado todavía una expresión orgánica que pueda disputarle a la burocracia la dirección de los sindicatos. A pesar de las acciones autoorganizadas en la huelga minera, fue la burocracia la que decidió de manera inconsulta hacer volver a la Marcha Negra, luego del enorme apoyo que habían recibido en Madrid, y la que decidió volver al trabajo luego de 60 días de huelga. Quienes protagonizaron estas acciones a lo largo del conflicto no lograron transformarse en una corriente política (o sindical) capaz de imponerle a la burocracia el respeto a la democracia obrera y la realización sistemática de asambleas.

Sin embargo, como señalamos más arriba, la última huelga general comenzó a mostrar el surgimiento de sectores independientes de la burocracia sindical: la masividad de las manifestaciones anticapitalistas en Madrid y Barcelona, de las que formaron parte los sindicatos independientes, da cuenta de eso. A su vez, fueron una prueba de que los sectores burocráticos y las organizaciones de izquierda comienzan a confluir en la lucha de clases. No se puede decir de antemano qué camino tomará la reorganización sindical en un país donde no existe central sindical única. En muchos casos, esta reorganización se expresa a través de la creación de nuevos sindicatos en vez de la pelea por la dirección de los sindicatos mayoritarios. En ese sentido, no somos dogmáticos: el camino correcto es aquél que permita liberar al máximo las fuerzas de autoorganización de la clase obrera, y eso debe ser evaluado concretamente sobre el terreno.

En todo caso, la única manera de poder llevar adelante esto es a través de una denuncia y delimitación sistemática frente a los sindicatos burocráticos, y la creación de un polo antiburocrático que permita sumar los esfuerzos de todos los sindicatos y corrientes independientes.

 

3.3 La crisis del sistema bipartidista

 

El sistema bipartidista es uno de los pilares fundamentales de la estabilidad burguesa en todo el mundo. Permite tener un recambio burgués ante el descontento popular o ante cualquier crisis política, y la alternancia permite darle un barniz democrático a lo que cada vez más se muestra como lo que verdaderamente es: la dictadura del capital. Los enormes recursos económicos y mediáticos puestos al servicio de los partidos burgueses, las leyes restrictivas que dificultan el ingreso de los partidos minoritarios al parlamento y, en fin, mecanismos fuertemente anclados en la cabeza de la gente como el “voto castigo” y el “mal menor” garantizan una y otra vez que algo cambie para que no cambie nada.

Pero este sistema comienza a deteriorarse aceleradamente en Europa. Nos referiremos aquí especialmente al caso de España, pero se trata de una tendencia que recorre varios países europeos: en Grecia se trata efectivamente de una realidad, con la catástrofe electoral del PASOK (Partido Socialista Griego), que pasó del 44% de los votos en 2009 al 13% en 2012; en cuanto a Nueva Democracia, el otro pilar del bipartidismo, paso de más del 40% de los votos hasta 2007 al 33% en 2009 y el 20% en 2012 (finalmente, al no poder formarse gobierno, se convocaron a nuevas elecciones, donde luego de una campaña terrorista contra la salida de Grecia del euro obtuvo apenas el 30%). Asimismo, sin llegar aún a las cifras catastróficas de Grecia, en Francia comienza a expresarse un fenómeno similar: en las últimas elecciones presidenciales los dos partidos tradicionales (el PS y la UMP) obtuvieron sumados apenas el 55% de los votos; a esto se suma la caída en popularidad del gobierno PS luego del anuncio de medidas de austeridad y la guerra fratricida desatada en la UMP por el control del partido, una verdadera crisis que la pone al borde de la fractura.

En España, en 2011 el mecanismo del “voto castigo” permitió el triunfo del derechista PP como rechazo a la política de austeridad que venía llevando adelante el PSOE. Sin embargo, hay que señalar que la consigna principal del movimiento de indignados que irrumpió de manera masiva en mayo de 2011 fue precisamente el repudio al antidemocrático sistema bipartidista. Además, a pesar de que muchos escribas de la burguesía señalaron cínicamente que fueron los mismos “indignados” los que votaron al PP, lo cierto es que, luego de las victorias del PP en las elecciones municipales de mayo de 2012, miles de indignados se movilizaron a lo largo del país para repudiar a los alcaldes del PP en sus actos de investidura. Con respecto a la victoria del PP en las elecciones presidenciales de noviembre de 2011, no hace falta señalar lo rápido que se esfumaron las esperanzas que había en él: las diversas luchas que venimos de relatar demuestran el amplio repudio popular al gobierno del PP.

Ambos partidos tradicionales muestran una crisis verdaderamente aguda: el PSOE pasó del 44% en 2008 al 29% en 2011, su peor resultado desde el retorno de la democracia. El PP, a pesar de haber ganado las últimas elecciones presidenciales, vio su popularidad desplomarse rápidamente y la expresión del descontento está a la vista de todo el mundo: los millones de españoles que se han movilizado en los últimos meses contra la política de Rajoy. Según una encuesta encargada por el diario El País (afín al PSOE) a la consultora Metroscopia, la intención de voto hacia el PP se habría desplomado del 44% obtenido en las elecciones presidenciales hacia un 31,3%; Rajoy tiene un porcentaje de desaprobación del 71% y el 60% de sus votantes dice desconfiar de él. ¡Excelente situación para el que el PSOE recupere el terreno perdido!, pensará el lector. Sin embargo, la situación de los “socialistas” no tiene nada de alentadora: pese al desastre del PP, la intención de voto hacia el PSOE bajó del 28,1% en las presidenciales al 22,7%, y el 80% de los votantes de Rubalcaba, candidato presidencial del PSOE, desconfía de él (http://politica.elpais.com/política/2012/12/01). Pese a todas las limitaciones de las encuestas de opinión, esto da cuenta del sentimiento general.

El PSOE ha intentado aprovechar el descontento hacia el PP y posar de combativo, por ejemplo, llamando a secundar la huelga general del 14 de noviembre, y sus parlamentarios mostraron carteles de apoyo el mismo día de la huelga. Sin embargo, nadie olvida que fue el propio gobierno de Zapatero el que comenzó la austeridad, con la reducción de salarios de los trabajadores estatales, el congelamiento de pensiones y la reforma laboral antiobrera del 2011. El canto “PSOE, PP, la misma mierda es”, o la denominación de “PPSOE” para nombrar a ambos partidos como si fueran uno son un signo del amplio repudio hacia ambas organizaciones que recorre a los trabajadores y el pueblo.

Por el momento, el mayor beneficiado de esta crisis es Izquierda Unida, que ve crecer su expectativa de voto y está menos desprestigiada que el PSOE a la hora de presentarse frente a los movimientos sociales. Además, al contrario de otros países de Europa, en España no hay formaciones de extrema derecha con alcance nacional, y no parece a priori que la crisis económica favorezca el crecimiento de la extrema derecha, como es el caso de Amanecer Dorado en Grecia o del Front National en Francia.

Sin embargo, luego de la caída del franquismo, Izquierda Unida ha sido la pata izquierda del régimen bipartidista: el PCE votó la Constitución redactada luego de la transición que terminó con el régimen militar de Franco. Actualmente, Izquierda Unida gobierno junta al PSOE la comunidad de Andalucía (la comunidad autónoma más poblada de España), donde también es garante de los ajustes que se llevan adelante, y en Asturias los militantes de IU rechazaron apenas por 16 votos integrar el gobierno del PSOE, al cual, sin embargo se comprometieron a dar “estabilidad parlamentaria”. Esto ya ha desatado cierta crisis en sus filas, llevando a las Juventudes Comunistas de Andalucía a pedir la dimisión del vicepresidente de IU en el gobierno y la convocatoria de una Asamblea Extraordinaria para elegir nueva dirección de la IU andaluza. Pero no es aún la tónica general.

Para peor, mientras miles de indignados se movilizaban a repudiar a los alcaldes electos del PP, IU les facilitaba (a través de la abstención o del voto a favor) 40 alcaldías a cambio del apoyo del PP que permitió a Izquierda Unida ganar 15 alcaldías. Todo esto demuestra hasta qué punto Izquierda Unida está ligada al régimen burgués, y es capaz de realizar acuerdos no sólo con el PSOE, sino incluso con los derechistas del PP para hacerse de algunos alcaldes. Por esto, también IU, que a priori parece menos afectado que el PSOE o el PP, sufre las consecuencias del desprestigio del bipartidismo (y de su rol como “oposición de Su Majestad” a lo largo de todos estos años). En diciembre, un grupo de estudiantes irrumpió en una clase de José Antonio Moral Santín, diputado de IU y ex consejero de Bankia, para denunciar su responsabilidad en la gestión de esa entidad bancaria, que ha ordenado miles de desahucios y que plantea ahora un plan de restructuración con 4.000 despidos (http://www.elmundo.es/elmundo/2012/12/12/).

Otro elemento de la crisis del sistema político español es el fuerte desprestigio del rey Juan Carlos I, siendo que la monarquía es una de las instituciones centrales heredadas del franquismo. A lo largo del año, el rey ha estado cruzado por diversos escándalos, empezando por el de su yerno Urdangarín, acusado de corrupción en complicidad con el poder político En abril de 2012, cuando en España seguía disparándose el desempleo y los ajustes se sucedían, el rey se fracturó la cadera mientras estaba en un safari en Botsuana cazando elefantes, con gastos por varias decenas de miles de dólares. Pero además de estos escándalos puntuales, el problema es que el rey se ha comprometido directamente con el ajuste: “Ahora, el Borbón se ha jugado descaradamente en la defensa del ajuste. El rey apareció en todos los medios presidiendo el Consejo de Ministros donde se dispuso el ataque. Así, el papel bonapartista de sobrevolar en las nubes por encima de los conflictos sociales y políticos, se deshilacha. ¡El Borbón baja al ruedo a pelear por el hachazo, codo a codo con Rajoy!” (Socialismo o Barbarie periódico, 229). Más recientemente, el rey también se sumó a la batalla centralista de Madrid, emitiendo un comunicado contra los independentistas catalanes que habían protagonizado una movilización de masas.

En el marco de la crisis, la bronca popular no sólo se dirige contra el partido gobernante, sino que comienza a tener como blanco el conjunto del sistema político. Esto implica, como hemos visto, un desprestigio creciente de los partidos burgueses tradicionales, el PSOE y el PP. Pero también IU (aunque a corto plazo se vea beneficiada por esta situación) puede empezar a pagar la cuenta por todas las traiciones que protagonizó desde el retorno de la democracia. No hay que olvidar tampoco los lazos entre IU y los sindicatos burocráticos, centralmente Comisiones Obreras, cada vez más cuestionados. La institución monárquica también sufre su crisis, con un rey “terrenal” y ajustador.

La superación del sistema bipartidista tiene una importancia central para derribar una de las dos mediaciones de las que hablábamos anteriormente. El desprestigio creciente de los partidos tradicionales y de la clase política en su conjunto ayuda a la comprensión de que no es en las instituciones del régimen donde se juegan verdaderamente las cosas. Esto permitirá sacar a la clase trabajadora y las masas populares de la trampa de la democracia burguesa, terreno favorable a la clase capitalista, para ponerlos en la lucha en las calles, único lugar donde podrán alcanzarse verdaderos cambios radicales.

 

3.4 Las tensiones nacionales

 

Otro elemento que la crisis económica comienza a tensar son los conflictos nacionales que cruzan el Estado Español. Se trata de un país donde la unificación nacional burguesa no alcanzó verdaderamente a resolver los problemas de las nacionalidades, y donde sectores importantes de la población de algunas de las regiones más importantes del país no se consideran españoles. Hablamos, por ejemplo, de Catalunya y del País Vasco, zonas muy industriales y desarrolladas. En el último año, las tensiones entre las comunidades autónomas y el poder central continuaron desarrollándose.

Centralmente, las tensiones se vinculan a los problemas económicos que aquejan a España en su conjunto y a las comunidades autónomas en particular. En los primeros días de diciembre, nueve comunidades autónomas solicitaron el rescate financiero del Estado central, por la suma de cerca de 12.000 millones de euros. La contrapartida es que el rescate sólo podrá ser utilizado para pagar vencimientos de deuda, y sin duda el gobierno central intentará imponer condiciones más duras de ajuste. Por ejemplo, el Tribunal Constitucional decidió suspender la paga extra de Navidad que el gobierno del País Vasco iba a realizar a sus empleados públicos, debido a un “conflicto de competencias” con el gobierno central. Recordemos que la supresión de la paga de Navidad había sido decidida por el gobierno de Rajoy en julio como parte del paquete de ajuste más importante de los últimos 30 años: para el gobierno central, la pelea judicial que se ha desatado en este caso con el gobierno del País Vasco tiene la importancia de sentar el precedente de que las comunidades autónomas no pueden insubordinarse a los ajustes del poder central.

También apunta en ese sentido la Ley de Estabilidad Presupuestaria y Financiera, que estipula que en caso de que las comunidades autónomas no cumplan con la reducción del déficit público planteado podrán ser intervenidas por el Estado central. Por el momento, la mayoría de las comunidades autónomas (incluso las gobernadas por el PSOE) han seguido firmemente el camino del ajuste, pero a medida que la presión de la clase trabajadora siga aumentando, las posibles maniobras de las comunidades autonómicas y sus roces con el Estado central pueden abrir un nuevo frente de tormenta. El caso de la paga de Navidad en el País Vasco es apenas un pequeño ejemplo de esto (donde además se está a años luz de una intervención).

Por otro lado, la cuestión económica no es el único aspecto que pone al rojo vivo las tensiones nacionales. Fue un escándalo la presentación de la reforma educativa del ministro Wert, que, además de las atrocidades que ya mencionamos, implica un ataque directo a la enseñanza en catalán. Además, por si a alguien le quedaba alguna duda del contenido de la reforma, Wert declaró que quería “españolizar a los alumnos catalanes”. Obviamente, esto generó una inmensa ola de repudio. Hay que recordar que durante el franquismo la cultura catalana fue duramente reprimida y esto significó ante todo la prohibición de hablar catalán.

Todos estos problemas están agudizando las tensiones nacionales y ponen a la orden del día la cuestión del derecho a la autodeterminación y la independencia de ciertas regiones. El 11 de septiembre, dos millones de personas desfilaron por las calles de Barcelona bajo el lema “Catalunya, nuevo Estado de Europa”, en lo que fue la manifestación independentista más grande de la historia de Catalunya. En la mayoría de las manifestaciones del año (por ejemplo, las de ambas jornadas de huelga general) se vieron las diferentes banderas de las comunidades según el caso: Catalunya, Andalucía, País Vasco. Sobre la base de la movilización del 11 de septiembre, Artur Mas, presidente de la Generalitat de Catalunya, comenzó a presionar al gobierno de Rajoy para alcanzar un “pacto fiscal”. Esto significa renegociar las relaciones económicas entre Catalunya y España: Catalunya recauda el 119% (tomando como base de 100% la media nacional), y sólo recibe financiamiento por 96%.

Fue por esto que Mas adelantó las elecciones, que intentó convertir en un gran plebiscito sobre la soberanía para presionar al gobierno de Rajoy y poner la discusión sobre la independencia en el centro. Para muchos, este giro “independentista” de Convergència i Unió tuvo como raíz, además de aprovechar de manera oportunista el sentimiento soberanista expresado el 11 de septiembre, la necesidad de renegociar condiciones más favorables con Madrid en el contexto de la grave crisis económica.

Este intento de montarse sobre la ola independentista no pudo sin embargo frenar el rechazo a sus políticas de austeridad: bajó del 38% al 30% de los votos, y de 62 a 50 escaños. Esto llevó a CiU a pactar con Esquerra Republicana de Catalunya, otra organización independentista catalana que fue la gran triunfadora de la elección (del 7% al 14%, de 10 a 21 escaños), para lograr la investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitat. El centro del acuerdo (además de algunas reformas menores “hacia la izquierda” introducidas por Esquerra Republicana, como impuestos a los bancos) es la convocatoria a un plebiscito sobre la soberanía de Catalunya en 2014.

Estas elecciones dan cuenta, a la vez, de la importancia que está tomando el problema de la independencia en Catalunya, pero también de los lazos entre la cuestión de la independencia y la cuestión social. En sí mismo, el sentimiento independentista puede ser útil tanto para enfrentar las políticas de austeridad dictadas desde Madrid (y la Unión Europea) como para lavarle la cara a los ajustadores de CiU. Así como defendemos el derecho a la autodeterminación de los pueblos y por lo tanto el derecho del pueblo catalán a decidir sobre su propio destino, llegando incluso a la separación del Estado Español, señalamos que si esto no va acompañado de una transformación verdaderamente anticapitalista y socialista se trata de una estafa, que sólo puede significar más penuria para los trabajadores y el pueblo. Nos parece, sin embargo, que el eje hoy en día debe ser la pelea contra el ajuste a lo largo y ancho del Estado Español, el esfuerzo por unificar las diferentes luchas, y la denuncia de que el “independentismo” de CiU sólo significa una administración diferente del ajuste, que apunta a enfrentar entre sí a las diferentes sensibilidades nacionales. En el contexto actual, enfrentar catalanes con andaluces o andaluces con vascos es un crimen político, e igualmente perniciosa ha sido, por ejemplo, la decisión de los sindicatos nacionalistas vascos de no convocar a la huelga general del 14 de noviembre.

De lo que se trata es, precisamente, de combinar cuestión nacional y cuestión social, pero sobre todo, de combatir cualquier tipo de división nacionalista que pueda ir en detrimento de la unidad de la clase trabajadora en el combate del ajuste. Como hemos visto, tanto las ambiciones “españolizantes” de Rajoy como la agitación independentista de Artur Mas están al servicio de variantes del ajuste capitalista, y son dos expresiones diferentes de una salida burguesa a la crisis. La resolución de los problemas nacionales es indisociable de una política obrera y socialista.

 

 

4. Por un partido socialista revolucionario

 

Como hemos señalado, el análisis de la situación política y de sus tendencias más profundas debe ser siempre un punto de apoyo para la acción política revolucionaria. De lo que se trata es precisamente de ver qué hay en las experiencias de lucha de las masas que permita elevar su conciencia política y sobre qué puntos se debe insistir para que puedan superarse las limitaciones que hay actualmente. Un término de la ecuación es la experiencia concreta de las masas, de organización y de lucha; el otro término es la construcción de un partido revolucionario, que ayude a procesar esas experiencias en un sentido de clase, socialista y revolucionario, que se metabolice con el proceso de organización de las masas pero no para diluirse en él sino para pelear junto a sus tendencias más progresivas para una superación del conjunto. En este apartado haremos ciertos apuntes generales para la construcción de una organización revolucionaria en el Estado Español, a la vez que un debate con dos organizaciones trotskistas de allí: Izquierda Anticapitalista (orientada por el Secretariado Unificado) y En Lucha (orientado por la International Socialist Tendency, del SWP británico).

Cabe aclarar que, a la hora de formular la política, una parte importante se relaciona con saber medir el estado de espíritu de las masas, sus preocupaciones, para proponer las consignas correctas. Es por eso que aquí sólo plantearemos algunas líneas generales, conscientes de que sería absurdo intentar resolver a la distancia con demasiado detalle el programa revolucionario.

Por lo tanto, queremos destacar dos de los problemas centrales a superar: la mediación de la burocracia sindical y el aun generalizado imperio de la democracia burguesa. Veamos ahora qué plantean estas dos organizaciones con respecto a estas cuestiones.

Con respecto a Izquierda Anticapitalista, lo que los caracteriza es el seguidismo a la burocracia sindical de Comisiones Obreras y UGT. En su comunicado sobre la convocatoria de la huelga general del 14 de noviembre, IA dice: “Esta convocatoria es especialmente necesaria, tanto por los titubeos de las direcciones de CC.OO. y UGT sobre cómo continuar la movilización después del 15-S” y que “los movimientos sociales, la izquierda anticapitalista y el sindicalismo alternativo tienen que empujar para conseguir que el 14-N vaya más allá de lo que buscan las direcciones de CC.OO. y UGT” (http://www.anticapitalistas.org/14-N-Huelga-General). Con respecto a la huelga del 29 de marzo, decían: “Saludamos la convocatoria de huelga general que han hecho CC.OO. y UGT”, y más adelante que “Toxo y Méndez deben rectificar” y que “CC.OO. y UGT debe tender puentes al sindicalismo alternativo” (http://www.anticapitalistas.org/Izquierda-Anticapitalista-saluda).

Como vemos, en los propios comunicados de IA, a pesar de algún acento “crítico”, se refleja confianza en la burocracia sindical. Además de “saludar” la convocatoria de la burocracia, la llama a “tender puentes al sindicalismo alternativo”, ¡como si no fuera la burocracia el enemigo N°1 de los sindicatos independientes! En segundo lugar, parece que el único problema con la burocracia sindical es que son “titubeantes” y que entonces haría falta sólo un empujón de parte de la izquierda anticapitalista y el sindicalismo alternativo.

Se trata de una caracterización absolutamente equivocada y de un embellecimiento de la burocracia. Las direcciones de Comisiones y UGT no son “titubeantes” ni pueden “rectificarse”; al contrario, son absolutamente consecuentes y siguen un rumbo claro para alcanzar sus objetivos: mantener el control burocrático sobre la clase obrera e impedir que se desarrollen las luchas contra el ajuste. En vez de “saludar” la convocatoria de la burocracia, lo que había que hacer era sin duda intervenir en la huelga para desarrollarla y extenderla, pero dejando en claro que para lograr eso hay que barrer con la burocracia. Si no, uno termina peleando lamentablemente contra molinos de viento: en relación con la huelga minera, IA plantea correctamente una huelga general en Asturias, pero sin hacer una denuncia clara a las burocracias de Comisiones y UGT, este planteo se desvanece en el aire (http://www.anticapitalistas.org/Contra-los-recortes-y-rescates).

El problema es que para Izquierda Anticapitalista la categoría misma de burocracia sindical parece no existir. De hecho, si buscamos en su sitio las palabras “burocracia sindical”, sólo encontraremos artículos sobre otros países (centralmente Latinoamérica). No se trata aquí de hacer una competencia de izquierdismo discursivo, sino de señalar que la burocracia sindical no es una parte más de la clase obrera, un sector obrero “confundido” que se puede rectificar. Al contrario, la base material misma de la burocracia es su posición como correa de transmisión de los intereses capitalistas hacia la clase obrera: el inmovilismo, la inconsecuencia en las luchas y el “diálogo social” con el gobierno y las patronales está en su propio ADN. Ése su rol orgánico, el papel que ocupa en la dominación capitalista: de hecho, su base material de existencia es sobre todo la financiación estatal, en un país con una tasa de sindicalización por debajo del 20%.

Sobre la base de esta incomprensión es que se termina desarrollando una política seguidista a la burocracia, donde nunca se la denuncia claramente ni se plantea que la organización consecuente de la lucha y la conquista de la democracia obrera implica barrer políticamente a esta burocracia y por lo tanto darse una orientación en ese sentido.

Con respecto a En Lucha, se trata de una organización que tiene en general una posición correcta con respecto a la caracterización de la burocracia sindical y el rol que esta juega. En un artículo de julio de 2011 hacen un planteo en términos similares a los que utilizamos aquí: la burocracia es “un estrato social distinto, de naturaleza básicamente conservadora” y ajena a la clase trabajadora, y que “para estos burócratas la negociación se convierte en el verdadero objetivo del sindicalismo, de forma que la lucha aparece como una interrupción (…) como una molestia y una inconveniencia” (http://www.enlucha.org/site/?q=node/16193). Hasta aquí, todo muy bien. El problema es que cuando vemos sus posicionamientos frente a los grandes conflictos del año pasado, esta posición general correcta está absolutamente desconectada de la intervención cotidiana.

Así, en su comunicado por la huelga del 14-N, simplemente plantean que “el movimiento sindical y los movimientos sociales debamos reclamar a las direcciones de CC.OO. y UGT que vayan más allá”, al igual que en relación a la huelga del 29 de marzo, donde utilizan las mismas palabras textuales y agregan que “si las direcciones de CC.OO. y UGT vuelven a la mesa de negociación el 30 de marzo para retocar la Reforma Laboral, será un error” (http://www.enlucha.org/site/?q=node/17804 y http://enlucha.org/site/?q=node/16999). A pesar de que la burocracia sea de “naturaleza conservadora” y que su único rol sea la negociación, lo máximo que los revolucionarios podemos hacer es “reclamar que vayan más allá”.

Como vemos, la orientación política concreta carece de una delimitación y denuncia sistemática a la burocracia, del llamado a desbordarla e imponer los propios métodos y reivindicaciones. Más allá de la caracterización de la burocracia como un obstáculo a la organización, no se desprende ninguna tarea concreta en relación a ella, no se propone ninguna política para superarla.

Claro que ambas organizaciones llaman a realizar asambleas en los lugares de trabajo, a hacer converger las diferentes luchas, a coordinar los sectores, y se lamentan de la falta de autoorganización. El problema es que sin una lucha política frontal contra la burocracia, todo eso se convierte más bien en una expresión de deseos; sin una clarificación sobre el rol que juegan las direcciones sindicales y sin una política cotidiana de construcción de corrientes opositoras en los grandes sindicatos (o, como ya señalamos, de sindicatos alternativos), no se propone ningún medio real para alcanzar la autoorganización, la coordinación y la convergencia de las luchas. A falta de una discusión paciente sobre las consecuencias de las políticas de la burocracia y la pelea contra las mismas, se va a reforzar la desmoralización y el sentimiento antisindical.

Veremos ahora la posición de estas corrientes con respecto al problema de la democracia burguesa. En términos generales, ambas corrientes defienden una “ruptura radical” con el sistema, las criticas a la clase política que comenzaron a expresarse a partir del movimiento de indignados, etc. El problema es que tienen una posición centrista e incluso de apoyo explicito a organizaciones reformistas, cuyo objetivo no es ninguna “ruptura radical”, sino la gestión institucional del capitalismo, para ponerle un “rostro humano”.

Izquierda Anticapitalista, luego del 14 de noviembre, lanzó un ciclo de mítines bajo la consigna “Tras la huelga general del 14-N, continuamos el combate en Europa”. ¡Excelente oportunidad para darles voz a los dirigentes sindicales anti-burocráticos! Pero no: la gran estrella era María Bolari, de Syriza, junto a otros dirigentes electorales como Besancenot del NPA francés y Bruno Maia, del Bloco de Esquerda de Portugal. Además de declaraciones como que “el Bloco se mostró dispuesto a disputarle la base social al PS y a unirse con el Partido Comunista Portugués”, es decir, con la burocracia traidora de los sindicatos, levantar a Syriza como modelo para los revolucionarios es un problema enorme.

Hay que señalar, además, que la corriente internacional de la que forma parte Izquierda Anticapitalista, el Secretariado Unificado, tiene una sección en Grecia, la OKDE-Spartaco. Esta sección forma parte de Antarsya, formación independiente de Syriza, y que presentó sus propios candidatos en ambas elecciones de 2012. La dirección del SU ha decidido sin embargo darle la espalda a su sección y llamar a votar a Syriza, lo que llevó a un debate público entre el SU y la OKDE.

Sin duda, el ascenso de Syriza refleja un giro a izquierda de los trabajadores y el pueblo griego, y en ese sentido es progresivo. Sin embargo, esto redobla la necesidad de desenmascarar el carácter reformista de Syriza: su apuesta no es la lucha de clases, sino la política parlamentaria. Luego de la primera vuelta electoral en la que Syriza sacó apenas 130.000 votos menos que el derechista Nueva Democracia, su estrategia no fue llamar a la movilización popular contra los ajustes de la Troika, sino continuar en el terreno electoral, donde finalmente fue derrotado y se impuso un gobierno pro Troika. Su planteo con respecto a la deuda es la “auditoría” para definir qué parte es legítima y cuál ilegítima, como si pudiera haber una deuda legítima contraída por los gobiernos capitalistas que vienen saqueando al país desde hace años.

Sin embargo, todo esto no entra en contradicción con el programa de Izquierda Anticapitalista. En el mismo mitin, un dirigente de IA plantea la auditoría de la deuda, además de la construcción de una alternativa “tan leal a las y los de abajo como lo son los partidos dominantes a los de arriba”, generalidad que se pone aún peor cuando toma cuerpo: “Izquierda Unida debería ser uno de los motores de donde surgiese esta alternativa”. Claro que se cuida de aclarar que “gestiones como las de Andalucía ponen en entredicho esta capacidad”, gestión donde IU administra el ajuste junto al PSOE.

Nuevamente, se deposita confianza en organizaciones reformistas y que han demostrado una y mil veces su adaptación al sistema burgués capitalista. Pero, de la misma manera en que el problema de Comisiones y UGT es simplemente que “titubean”, la gestión capitalista de Andalucía por parte de IU sólo “pone en entredicho” su capacidad para ser el motor de una alternativa. Es decir, que ser parte del gobierno de una comunidad autónoma entera es sólo un desliz, pero que lo que define a IU es su capacidad de ser el motor de una alternativa… Claro que nunca se nos explica de dónde vendría esa capacidad, que más bien contradicen las cientos de traiciones cometidas por IU.

De manera análoga a la burocracia sindical, podemos decir que la gestión de Andalucía y la práctica puramente parlamentaria de Syriza no son un “accidente” o un error, sino que son su propia razón de ser. Se trata de organizaciones reformistas cuyo único horizonte es la acción institucional y las negociaciones por arriba, como demuestran los lazos entre el PCE (principal componente de IU) y la burocracia de Comisiones Obreras. Y también las declaraciones de Tsipras, líder de Syriza, que sostiene que “el ejemplo que tomamos es el de Argentina (…) [que] hoy en día está construyendo un modelo anti-neoliberal” (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/43-6356-2012-10-22.html). La profesión de fe kirchnerista de Tsipras debería servir para muchos incautos de la izquierda “anticapitalista”…

Con respecto a este tema, En Lucha tiene análisis muy agudos sobre la situación griega, muchos de ellos escritos por militantes del SEK, su grupo hermano allí. En estos artículos se plantea de manera correcta una delimitación de Syriza y la necesidad de construir una organización independiente. Incluso se llega a plantear, realizando un paralelismo con Grecia, que en Andalucía esa política se reflejaría en que la CUT-BAI rompa con Izquierda Unida. La CUT-BAI es una organización con raíces en el movimiento de jornaleros andaluces, que se opone formalmente a la participación de IU en el gobierno con el PSOE y que es un referente muy respetado por los sectores en lucha debido a las acciones directas que ha llevado a cabo en los últimos años, como la ocupación y autogestión de fincas, el saqueo de supermercados, etc.

Sin embargo, nuevamente, esto parece quedar en segundo plano cuando se plantea la orientación política a desarrollar: en su balance de la huelga del 14 de noviembre. Se dice que “las organizaciones de izquierdas tienen un papel importante a la hora de difundir un discurso que aúne las luchas sindicales con una crítica profunda a la austeridad y la raíz de la crisis capitalista”. Muy bien, pero a continuación dicen que “así ha ocurrido en Grecia, donde organizaciones como Antarsya o Syriza han puesto sobre la mesa la necesidad de no pagar la deuda” y que “el ascenso de opciones como IU, Bildu, AGE o las CUP debe servir para reforzar estas ideas” (http://www.enlucha.org/site/?q=node/17994).

Hay que realizar una distinción entre lo que el ascenso electoral de estos partidos de izquierda reformista representa y la práctica de esos mismos partidos. Como ya hemos dicho, el ascenso de la izquierda reformista plantea un giro a la izquierda de parte de la población, y en ese sentido es progresivo. Sin embargo, esto no debe oscurecer el hecho de que esas formaciones políticas trabajan de manera consciente para impedir que los trabajadores y el pueblo tomen su destino en sus propias manos, para frenar las movilizaciones y la organización independiente y, en definitiva, para sacar a los trabajadores de las calles y llevarlos a las urnas.

Sin duda, hay que aprovechar la agitación que puedan realizar estas organizaciones, y también hay que darse una política hacia las bases de éstas, que en muchos casos quieren honestamente luchar contra la explotación capitalista. Pero esto pasa precisamente por señalar sus límites, demostrar su adaptación a la democracia burguesa y a la burocracia sindical y oponerle un programa consecuentemente clasista y revolucionario. Como dice agudamente un artículo de En Lucha al respecto, Syriza no perdió porque fuera poco realista, sino porque se corrió al realismo, a renegociar la austeridad. Efectivamente, bajo la presión de los acontecimientos estas formaciones muestran su verdadero rostro, pero esto sólo puede ser capitalizado a través de una crítica sistemática y de la construcción de organizaciones independientes.

 

4.1 Hay condiciones para construir fuertes organizaciones revolucionarias de vanguardia

 

Hemos definido aquí, de manera muy general, algunos lineamientos que consideramos esenciales a la hora de la construcción de una organización revolucionaria en España. Estas políticas no sólo tienen que ver con los límites a superar para abrir un periodo donde la alternativa socialista vuelva a estar a la orden del día, sino que se apoyan en las tendencias más generales que venimos de describir y en la experiencia que las masas comienzan a realizar.

Ya hemos visto que el peso de los sindicatos alternativos comienza a crecer, de la mano de un desprestigio de los sindicatos tradicionales, pero que se combina no con una apatía y desmovilización, sino con un ánimo de lucha que se mantiene. La combinación de estos factores, junto a las formas de democracia de base que se desarrollan y la influencia positiva del movimiento de indignados en este sentido, pueden permitir, con una política correcta de denuncia de la burocracia y de organización de los sectores independientes, que comience a cuestionarse de manera más general el control burocrático sobre el movimiento obrero.

Por otra parte, el desprestigio del sistema político abre también posibilidades para los revolucionarios. Frente al desastre del PP y del PSOE, el primer beneficiado a corto plazo será probablemente Izquierda Unida, lo que implica redoblar la delimitación y las criticas de cara a esta organización. Sin embargo, las múltiples traiciones que ha cometido y su gestión del ajuste en gobiernos como el de Andalucía permiten a su vez la construcción de organizaciones revolucionarias independientes; sin duda, un ascenso electoral de IU la someterá a nuevas presiones y contradicciones que pueden ser aprovechados por los revolucionarios.

La crisis económica del capitalismo está llamada a profundizarse, lo cual llevará a una agudización de la lucha de clases y a enfrentamientos cada vez más duros. Esto abre posibilidades inmensas para la construcción de organizaciones revolucionarias y para el desarrollo de una conciencia socialista en la clase trabajadora. Una política audaz e independiente, que se haga carne en las experiencias de lucha de la clase obrera y la ayude a organizarse y a superar sus limitaciones políticas, encontrará sin duda eco en una época en que el capitalismo y sus gobiernos se desacreditan día a día. Estamos dando apenas los primeros pasos de una experiencia que reabrirá el horizonte de la revolución socialista en todo el mundo.

 



[1]. Desde nuestra corriente utilizamos el concepto de recomienzo histórico para definir el ciclo en la lucha de clases que se está abriendo paso. Esto intenta ser una síntesis de las dificultades de orden político y programático que enfrentan las nuevas generaciones, pero sobre todo de la enorme potencialidad que estos acontecimientos representan para la construcción de organizaciones revolucionarias. En definitiva, el programa socialista sólo puede hacerse carne en la propia experiencia de lucha y organización de las masas y la acción de los partidos revolucionarios.

[2]. El gobierno se vale de todo tipo de maniobras para falsear los datos de la actividad. El más importante es no contar entre los huelguistas a aquellos que están contemplados en los “servicios mínimos”, y están por lo tanto obligados a trabajar. Estos servicios mínimos son elaborados por el propio gobierno y alcanzaron, por ejemplo, el absurdo del 100% de los enfermeros en el hospital de Ourense.

3. No podemos dejar de señalar aquí que este rechazo inicial tiene como base material las múltiples traiciones que llevaron adelante los sindicatos burocráticos y los partidos stalinistas como Izquierda Unida, que para muchos jóvenes que comienzan a hacer su experiencia política es lo único que conocen. En este sentido, el rechazo presenta un costado progresivo, aunque haya que combatir las tendencias antipartidistas.

Categoría: Estado español, Europa, Revista Socialismo o Barbarie Etiquetas: ,